Letras
Corona de sonetos lunfardos

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Soneto madre

El bulín se quedó junando ausencia;
la poesía rimando en un cajón;
la viola apoliyando en el rincón.
Un silencio de parla y confidencia.

El berretín se impuso a la conciencia.
Marcó tu alejamiento y mi bajón.
En la vitrola Manzi, el Milongón.
Un llanto gris sin ritmo ni cadencia.

El recuerdo de días de fandango
afilando al arrullo de un gotán;
de bohemia, de vento y de champán;

de vidas trajinadas entre el fango.
Hoy estoy ya fané y abandonada
sin fe, sin vos, sin mí, sin sueños. Nada.

 

Soneto Nº 1

El bulín se quedó junando ausencia
aquella tarde que te di el espiante.
Te fuiste con tus pilchas y al instante
me estaba haciendo falta tu presencia.

Por fanega no quise, y por decencia,
por posar de finoli y elegante,
rogar que te quedaras, ¡qué ignorante!
Y me banqué la mala con paciencia.

Así quedé, pagando mi locura,
y por este beguén que aún me dura
de una se me piantó la inspiración.

Hoy veo los papeles y me borro
y mientras piola, me gana el atorro,
la poesía rimando en un cajón.

 

Soneto Nº 2

La poesía rimando en un cajón
espera que se pase la modorra.
Yo temo que te agarre una cachorra
mientras lloro tu ausencia de varón.

Ya sé que sos un langa barrigón,
que al laburo le gana tu pachorra,
que hacés pinta calzándote la gorra
de cotelete y ya sos un gavión.

Yo estoy tan sola y triste y achacosa.
Nada dejaste que te atara a mí:
un pañuelo, una foto, cualquier cosa

¡Ma qué sorpresa! ¡Atenti corazón!
Al abrir el ropero estaba allí.
La viola apoliyando en el rincón.

 

Soneto Nº 3

¡La viola apoliyando en el rincón!
Yo sé que la querés más que a una mina.
Que, compinche, te acompañó a la esquina,
al burdel, al boliche, al bodegón.

Aquí te hago el aguante. La ocasión
bien vale me zambulla en la cocina.
Preparo un pucherito de gallina;
regado con un buen vino carlón.

Porque vas a venir, ¡me juego entera!
No por mí, por la viola arrabalera,
tu cumpa en la farra y la pendencia.

Y si no fuera así, ¡qué vamo a ché!
Me iré a menos... callada sufriré
un silencio de parla y confidencia.

 

Soneto Nº 4

Un silencio de parla y confidencia
envolverá el bulín, como hasta ahora.
No habrá día, ni noche, ni habrá aurora
que no añore el calor de tu presencia.

Tengo más que tranquila la conciencia
porque soy una mina bien señora.
Pensar que fui una grela alternadora
y hoy pido encamotada tu clemencia.

Cuando a veces chamuyo ante el espejo,
solari como novia sin cortejo
tratando de entender tu indiferencia,

me consuela pensar que no fue mía
ni tuya fue la falta. Fue que un día
el berretín se impuso a la conciencia.

 

Soneto Nº 5

El berretín se impuso a la conciencia.
Nos amuró a los dos como chingolos.
Nos creímos vivancos, ¡qué pipiolos!
Analfas vos y yo, sin experiencia.

Sanateamos a gusto y sin prudencia.
Nos batimos la real sin protocolos.
Y al final aquí estamos, los dos solos,
con tu abandono yo, vos con mi ausencia.

Hay veces, que te juro, me pregunto
quién fue que dio manija en este asunto
y embretó aquel tremendo metejón.

Desde el fondo la bronca me contesta
que fue el destino que, al perder la apuesta,
marcó tu alejamiento y mi bajón.

 

Soneto Nº 6

Marcó tu alejamiento y mi bajón
aquella noche de naipes y reclamos.
No tuvimos cintura, nos cabreamos
y nos fuimos de boca sin razón.

Hoy lo evoco y no tuvo ton ni son
el portazo y la injuria. Nos amamos
y al calor de la bronca difamamos
cuanto tuvo lo nuestro de ilusión.

No sé si fue el cansancio de mil lunas
o tal vez el embale, que fue mucho.
Sólo sé que mis penas son tan brunas

que invoco una nostálgica canción.
Entrecierro los ojos y la escucho:
en la vitrola Manzi, el “Milongón”.

 

Soneto Nº 7

En la vitrola Manzi, el “Milongón”,
ritmo de ayer volviendo del pasado.
Tan lleno de recuerdos, rezagado,
al evocar el tango compadrón

con estilo de bute de zanjón,
de arrabal y maxera requintado,
del muchacho, zapato charolado,
pisando las baldosas del salón.

El fueye lastimero se despliega,
luego sobre las gambas se agazapa
y el compás dos por cuatro al cuore llega

arropado de sombra y somnolencia.
Sin quererlo, mistongo se me escapa
un llanto gris sin ritmo ni cadencia.

 

Soneto Nº 8

Un llanto gris sin ritmo ni cadencia
mezcla de soledad y de añoranza.
De soledad sin cura ni esperanza;
de añoranza amurada con tu ausencia.

Me lastima junar tu indiferencia;
mucho más enfrentar tu desconfianza.
No es por tirar la bronca, ni es venganza
que hoy te bato la justa sin clemencia.

Yo te di lo mejor, te hice el aguante.
Fui buena, cariñosa, tolerante;
banqué tu pobre vida sin un mango.

Fue al divino botón. ¡¿Qué me ha quedado?!
En un rincón del cuore, amarrocado,
el recuerdo de días de fandango.

 

Soneto Nº 9

El recuerdo de días de fandango
que pasaron tal cual pasa la vida:
un firulete, un corte, una corrida,
porque la vida, al fin, cabe en un tango.

Éramos belinunes de alto rango:
yo, una minita piola y atrevida,
giluna, bocabierta y presumida;
vos, un langa con pinta de zanguango.

Cuando en noches de farra bolichera,
sonaban en la viola arrabalera
los acordes finales de un chan-chán,

sentíamos el cuore aquí en la gola,
abrazados los dos, senza parola,
afilando al arrullo de un gotán.

 

Soneto Nº 10

Afilando al arrullo de un gotán
soñábamos un mundo de novela:
mundo de agua florida y lentejuela;
mundo caté, charol y tafetán.

Sombrero cajetiya de galán
y sombrero castor de damisela;
un fueye y un violín y una vihuela
y el éxtasis de un faso en el diván.

El sol abriendo cancha a un nuevo día;
la vida que era sólo una utopía
sujeta a lo genuino con hilván.

El vértigo sutil de la mentira
y el entorno falaz, que un día se pira,
de bohemia, de vento y de champán.

 

Soneto Nº 11

De bohemia, de vento y de champán
fue aquel sueño del que nos despertamos.
Con reproches, con quejas, con reclamos
y un cortante hasta nunca en el zaguán.

Te fuiste sin chistar, como rufián,
y en esta soledad nos embretamos.
Fuimos dos gilastrunes que apostamos
a olvidarnos sin tregua y con afán.

Y dejamos morir en el pasado
como quien se abanica, desangrado,
nuestra historia caliente igual que un tango.

Se fumaron las horas del amor;
no quedó ni la huella ni el calor
de vidas trajinadas entre el fango.

 

Soneto Nº 12

De vidas trajinadas entre el fango,
testimonio fetén de nuestra historia,
que le hizo la boleta a la memoria
y se piantó ipso pucho, bien al mango.

No hubo verso, ni cábula, ni tango
que al girar incesante de la noria,
lograra rescatar para la gloria
nuestros días felices de fandango.

Por eso, sin razón para quererte,
y sin poder tampoco hallar olvido,
prefiero presentarme ante la muerte

y al tenerla, por fin, bien amurada,
batirle que el destino me ha vencido...
Hoy estoy ya fané y abandonada.

 

Soneto Nº 13

Hoy estoy ya fané y abandonada
pensando que vivir es mi condena;
haciendo rancho aparte con mi pena
porque la vida es una fantochada.

Y la felicidad una fachada;
una simple y vulgar puesta en escena;
un canto fayuteli de sirena
que te atraviesa de una puñalada.

Como el clown que vive la agonía
de provocar la risa cada día
sufriendo la sonora bofetada,

me vi, por cachirula o no sé qué
igual que aquel payaso y me quedé,
sin fe, sin vos, sin mí, sin sueños. Nada.

 

Soneto Nº 14

Sin fe, sin vos, sin mí, sin sueños. Nada.
Ni una huella quedó del metejón.
La viola que apoliya en el rincón.
La poesía que atorra encajonada.

El llanto que se escapa por la almohada.
Un gotán melancólico y llorón
corta el silencio. Por el callejón
crepa comme-il-faut, una carcajada.

La timba de la vida fue fulera.
Nos repartió una mano, de contrera,
que apostaba a matarnos sin clemencia.

Por eso, entre recuerdos y aflojadas,
entre reproches, broncas y rodadas,
el bulín se quedó junando ausencia.