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Poemas

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Leitmotiv

Quiebra el escudo
la imantada imagen.
Atraviesa lo pasmado celular.
El recurrir rumiante de rezos,
esos rezos;
míos no son.
Tuyos, creo que no.
Nos enseñaron a creer,
nos enseñaron a pensar temiendo.
El placer.
La bendita túnica,
cubre nuestro
escaso tiempo.
Aún no logro
romper el espejo de mis creencias,
descubrir el sol,
cabalgar la tierra.
Ojalá mañana
no amanezca.

(de Helor, inédito).

 

Helor

Mudo manco,
eléctrico relámpago.
El dios cieno
rodea nenúfares sinópticos;
muladares y labios
lluviosa blanca roca.

Retozando en las brumas,
veleidades belicosas.

El regazo de mujer gorda,
un cencerro pende de su ombligo
y cobija el uni-verso.

De tus amados rencores;
de tus sucintas pretensiones.
Helminto tu hijo;
reside jocoso
en las floraciones huecas.
El osario de tus labios, las cuencas
desastrosas.

Astroso, desértico,
padre oído
excelso pájaro
con rostro de niño amargo...
Marino en las dunas,
arenales pasajes del tiempo.
Odio.
Y
la gruta sabia, precipita cóncavos cuerpos.
Tus manos reciben el sacro vertedero,
emociones y
poesías ardiendo.

(de Helor, inédito).

 

Bastardaje

Fórmulas reptantes hondan la vanidad del llanto, esa críptica necesidad del yo
y la alteridad crucificada,
desnuda,
arrastrada por los confines del abandono.
Son los huérfanos del alma, los porno-míseros
que tienden su emoción,
cristalina
puerca
lista a engendrar el
alba cancerosa y
la brisa de noche cerrada,
todo pende de una sonrisa afable
y todo el tiempo,
de todas las otras noches,
menos ambiguas y descorazonadas,
le niegan
sin piedad.
Y como dios manda. Tu dios: el fuego,
se prende el terrón infame,
de esta maldita cumbre de primates grandiosos y elocuentes.
Y la ardiente negación regresa,
sintoniza la desconfianza
y en nuestra maldad encarada descansa un tango, hipnotizado por su gloria imbécil.

La sabia tentación de pasajes bellos,
aún no han sido recorridos por los pies rotos,
descalzos
y mágicos tallos
de la enredadera humana...

Por qué lloras madre, pregunto confundido
y luego corro,
entronizado me desbando por las callejuelas de mi desdicha.
Temiendo la respuesta,
soy yo la desgracia y poesía o sólo un refugio pasajero.
Soy yo la otredad que carcome tu vientre rutilante,
tu desaforada juventud que aguanta y vuelve al cauce de su inocente miedo...
Tan devastador es el reflejo, en verdad; saberse un sabedor.
Rata pensante, carcomida desde el rabo a la cabeza, por la furia de los dientes y esas millones de interrogantes.
Este roer y saltar vallas,
se ha vuelto un maratón y cataclismo... Idas y venidas,
tantos cruces y circunvalaciones.
Soy entonces un narciso erostrato,
un errado enamorado
cantando su imagen al viento.
Odiando al mundo,
sin nada mejor que hacer
que pasar al recuerdo.
Al inconsciente colectivo,
De la mano persigo el horror de mis arrebatos
y el tatuaje perenne. Se revuelca en mi delirio perpetuo.
Ese retorno constante y fallido.
La violación a la cordura.

Y de mis remansos atávicos,
de mis desviaciones genuinas,
nace este canto infame,
esta impúdica salvación a mi propio refugio
y la gesta de mi nacimiento nuevo, que se reconoce en los errores resurrectos
y la palpitación del henchido mal,
oculto en los numerosos
vacíos de una corriente desconectada,
drenan la rauda puerta
a mi propia destrucción.

Las uñas largas, el cabello como un océano de relámpagos.
No despejan,
la polvareda ominosa de mi abrevadero...
Allí,
Allá,
destronado en la esquina del sol,
desuso mis espasmos
y las variantes de la carcajada...

Tu desnudez empalma con mi sueño
y mi blasfemia, material, cruda en silencios,
tiende una red de solipsismo,
autoengaño y afirmación.
A quién engaño y afirmo,
si no es a mí mismo, a este íncubo fracasando
en las aceras delicadas, del yacer en soledad...

Y cuando la ausente caridad
Deje de ser viña para mi catadura,
palpo la codicia del amor,
es el horno macabro
en que miles de veces cae,
Caigo.
Esperanzado,
mi esperanza...
Alimenta,
Nutre
Y sacude,
la ceniza
de tu cama lengua.
Recibes la humedad
el trago...
La amarga sequedad
y el pago infecto de mi cariño.
Mutilado, cobrizo,
mudando
a cada instante
en cada rápida imagen
que tus cámaras
de carnicera,
cuelgan de sus dedos garfio...
La línea es una paralela,
oblicua oquedad,
túneles de cera
que en su costra fermentada,
revelan el rostro.
La enajenación bruja,
la paridad de nuestro sexo.
Allí preso de tu maraña
furibunda...
Soy cualquiera, luego otro,
Más tarde mientras
llueve mi costado,
vuelvo a ser yo mismo
y pierdo mi principio,
la identidad de mis ojos,
el color de mis pies,
la rapidez de mi boca
y ya no sé qué puede ser,
lo que rezo y como,
lo que tengo y dejé pasar...
pues en tu centro
gravitatorio
las partes de mi trizada
figura...
son un recordatorio,
opaco,
mustio,
anegado
de un retrato que olvidé...

Es el canto del pájaro mudo,
la sórdida difamación,
la carcajada irresponsable,
la droga en mi párpado
y nueva-mente
la mente re-nueva,
el friolento
trato,
el acuerdo tácito,
la violencia
de ese
útero a la moda,
que anda.
Pariendo
despojos...

(de Delusión, 2007).

 

Delusión

Y conjugada la palabra como el rito y gracia del cual todos bebemos, un aullido partió mi nada...
Y la del resto; cobró un cetro y voz de hierro, conquistando hasta la última carencia,
mi carente totalidad, amada inocente, postergada en cuclillas,
debió reclamar el silencio antiguo, la consuetudinaria razón de olvido, también fulminada por el rayo.
Ese opaco martirio y pentecostal obsesión.
Ese rellano compartido, lar de corderos, fagocitando al hombre, ladrón de almas, siervo atado a la madera y huérfano de río.
La palabra, su cuna, morfina, incensario, tumba, remanso, DIOS, sentido y anatema.
Y en los canales anfractuosos del gólgota hogar de locos,
no pude abrir la multitud como un mar de carne y huesos,
siendo inundado por la durmiente pasión y sopor castizo.
Desde el gozo entero, gradación urgente y medular desliz, debí reconocer el frío golpe
violáceo, humillado placer de convertirme en piedra al fondo del saco,
hundiendo al bebé, anegando el sentido, pobre niño mudo, víctima del Aleph.

(de Delusión, 2007).