Sala de ensayo
Miguel Ramón UtreraUtrera, entre la senda y la rueda

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Todo lo escrito en cursiva en este ensayo pertenece a Miguel Ramón Utrera.

“Es hora al fin, de referir este hecho. / Decir lo que hemos visto / a la vera del bosque, en la mañana”, así Miguel Ramón Utrera abre sus puertas de noble madera poética, y nos convida a situarnos en “los caminos de la sierra” al sur del estado Aragua, en el vivo diálogo de la naturaleza que atraviesa el alma del poeta y ahí anida.

¿Por dónde vas Utrera, por qué senda te has perdido?

“Ya tiene el día sin surcos / una blanca sementera”; “Juncos de cristal”; “espigó el silencio”. Situados donde estamos, bajo nuestra condición de hombre subordinado a la tecnología, en el umbral del siglo XXI, ¿cómo sentir las evocaciones de un mundo poético con plena vitalidad, con qué memoria olorosa y táctil? Si ahora mismo pudiéramos estar leyendo estas líneas mientras un saxo trepa por paredes que se multiplican, y estrepitosamente vibra junto a otros ecos de pronta distancia. Si la cacofonía de la nada nos confunde y la saturación de los sentidos es aun aturdida con ráfagas de puños imperceptibles, ¿indiferencia? Si la tecnología nos absorbió y respiramos y vivimos y morimos en ella. “En las ciudades populosas, con ese movimiento de gente y luces artificiales por todas partes, no se nota la noche”.

¿Por dónde vas, Utrera, por qué senda te has metido?

Nacido en 1908 en San Sebastián de los Reyes, Utrera dedicó su virtud poética a enaltecer el paisaje de su pueblo natal y de sus cercanías. Nombró el mundo que lo rodeó con el mismo vocabulario de sus pobladores, se hizo inteligible para ellos: “el norte viene, llorando / ternuras por los caminos”. Además de humanizar la naturaleza “para darle significación”, entendió, gracias a su férrea vocación de educador, que esos motivos poéticos servían para ilustrar: “El norte es una lloviznita menuda de la sierra que no se siente venir y que cae todas las mañanas cuando se acaba el invierno”.

¿Por dónde vas, Utrera, por qué senda de este siglo?

Henry Miller cree que “el poeta moderno parece darle la espalda a su público, como si lo despreciara... Justifican su importancia haciéndose deliberadamente ininteligibles”. Yo me pregunto, ¿no es acaso esa resistencia por mantener los vínculos con la naturaleza, por realzar el paisaje ante el cual se abrieron sus ojos, un verdadero reto para un hombre nacido en el siglo XX? Utrera tomó la decisión de escribir sobre estos temas nativos, consciente de la vida en las ciudades, es decir, que no por ingenuidad de los avances tecnológicos y sus ruidos, ofrendó su espíritu al campo. César Vallejo advirtió en uno de sus lúcidos ensayos: “La poesía nueva a base de palabras o de metáforas nuevas, se distingue por su pedantería de novedad y, en consecuencia, por ser compilación y barroquismo. La poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y a primera vista se la tomaría por antigua o no atrae la atención sobre si es o no moderna”.

Esta sensibilidad “simple y humana” es la que el poeta Utrera nos demuestra en toda su poesía, y que este fragmento de Estos pasos de ahora nos sirva de ejemplo:

Para pulsar el corazón del campo
debemos conocer todas las sendas:
la de sombra fugaz, agria y desnuda,
y la que purifica torvas huellas;
la que torna al silencio de los días
con las palabras buenas.

Preparemos los pasos. Nuevos pasos
para un camino impar, sin asperezas;
para un surco de sueños donde ahora
se colmará de luz la nueva siembra.

¿Por dónde vas Utrera, por qué senda del olvido?

Sobre la poesía de Utrera existe un manto de silencio en el país, a pesar de haber sido merecedor del Premio Nacional de Literatura en 1982, distinción de la cual, en un acto de dignidad poética, aceptó sólo el reconocimiento, pero rechazó el dinero. Este gesto demuestra su convicción de que no se escribe para concursar, por prestigio, ni por ninguna de esas fatuidades institucionales.

Sin embargo, entre sombras, Utrera poseía una clara visión de lo que era Venezuela. En su poema La sombra temeraria retrata la angustiosa situación que se vivía en el país durante la dictadura gomecista. “Desde muy niño escuché decir en la casa que teníamos una sombra encima”. Más tarde, pasada la adolescencia, viajó a Caracas a estudiar y se instaló cerca de la Federación de Estudiantes; pese a esto, no se involucró en la política. Durante esos años difíciles el poeta comenzó a padecer esa sombra que tanto escuchó mencionar de niño: “No hay vocación completa. No hay negocio completo. No hay nada que se pueda dar en el país en pro de un beneficio común que no sea interferido por esa sombra que por todas partes aparece”.

Esta sombra nos sigue, de puntillas;
se oculta en todas nuestras horas claras;
y así mismo se infiltra en nuestras voces
con leves ademanes de fantasmas.

La entrevemos, siguiendo nuestros pasos,
y trepando por todas las palabras;
inasible, fugaz, sin rumbo fijo,
pero presente siempre y siempre extraña.

Guardemos ya nuestras mejores voces.
Deshilando las hebras de este sueño,
esperemos la luz de la mañana.

Cuando el día retorne con sus sones,
en el diálogo puro —hombre y sueño—
se rasgará la sombra temeraria.

Para desgracia nuestra, los que creyeron que con la caída de Gómez la sombra se disiparía, tal vez no advirtieron lo que en esa época se estaba gestando: “Se fue el dictador, pero nos cayó encima el petróleo (la peor de todas las sombras) y los malos gobiernos”.

Me resulta imposible no acotar lo que dijera Hölderlin: “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa”, a propósito del “hombre y sueño” expresado por Utrera, cuyo “diálogo puro”, si bien no acabará totalmente con la sombra, porque sombras temerarias siempre habrá, sí es capaz de enfrentarla, y herirla.

¿Qué nos quiere comunicar Miguel Ramón Utrera? ¿Por qué el campo, los pájaros, los niños, por qué esa sombra en medio del amor? Nosotros, ahora, ¿seremos capaces de sentir realmente esa humanidad que él nos ofrendó en letras? Pareciera que cada vez nos alejáramos un poco más de ese mundo sencillo y encantado. “Dime de alguien que hoy día viva su vida. Dependen siempre de lo artificial que le rodea, todo desagradable”. Miguel Ramón Utrera.

Ya podrás ver, Utrera, ¡en qué rueda andamos metidos, y sigue girando!

 

Bibliografía

  • Utrera, Miguel Ramón. La otra claridad. Prefacio y selección: Harry Almela. Editorial La Liebre Libre. 1993.
    —. Obra poética. Publicaciones de la Alcaldía del Municipio San Sebastián de los Reyes. 2008.
  • Guédez, Jesús Enrique. Miguel Ramón Utrera. Documental. Ediciones Letra-Imagen. 1991.