Flor del sueño
Hacia donde se vaya mi interior,
hacia donde mi espíritu vuele,
y vuele, y vuele, y vuele, huyendo
del ayer, del agua, de nunca jamás,
de hojas secas que me persiguen
y vuelcan en el sueño su substancia.
Tú también la flor del sueño, esposa,
tú también mi guarida en llamas
donde un tenue zumbido de abejas,
y el llamado de débiles voces
que me reconocen en el tumulto
de los viejos años revoloteantes.
Hacia allá con mi ser incorpóreo,
hacia allá con mis pobres criaturas
de niebla, humo, cansancio y vapor,
haciendo señales ininteligibles
desde el más allá de los idiomas.
Árbol en llamas en la otra orilla,
árbol de otoño de color incendio
con tus hojas secas chisporroteando,
contigo en la ebriedad penetro,
y tu substancia yerta conmueve
mi interior en fuga por el tiempo.
Dejadme, mortales, aullar de olvido,
dejadme aullar de calendarios,
dejadme aullar de láminas muertas,
de frío, orfandad y castañas
en un país perdido en el tiempo,
perdido en la espesura de la niebla.
Secreta añoranza
Del mismo color mi añoranza
que las hojas inmolándose
en la pirotecnia del otoño.
Ellas rubor de tez mineral,
ellas opaco carmín irradiando
su mortuoria palidez sanguínea
hacia la ceniza del atardecer.
Secreta añoranza, enclavada
en lo húmedo del corazón:
del mismo color que las hojas,
de su misma atmósfera letal.
Y mientras caigan desde el otoño,
mientras se desprendan de su matriz:
amo las hojas de color mortuorio,
amo la herida supurando en mí.
Otoño de ceniza
En aquel otoño de ceniza,
mis grises habitantes asomados
al panorama de la orfandad
en el desamparo de las hojas.
Era en un país diseminado
entre el ruido de la lluvia triste
golpeando contra la hojalata,
y las embarcaciones zarpando
en mi memoria obnubilada.
Por el sendero de los descalzos,
entre las hebras de la neblina,
las figuras fantasmagóricas
de quienes alguna vez allí,
en la soledad de los castaños.
Hoy de regreso la ensoñación,
hoy, cuando otra vez las mismas hojas,
y otra vez la misma neblina,
y mis pasos perdiéndose en ella.
Era en un país a la deriva
entre el viento por los intersticios,
la escuela primaria quejumbrosa,
la capilla con Cristo sangrante,
y las embarcaciones zarpando
hacia nunca volver, hacia el olvido.
Hojas secas
Hojas secas revoloteando
en el viento juguetón de octubre,
aves de luto graznando,
—los espíritus en muchedumbre.
Nadie en el húmedo escenario
donde mis pasos vagando al azar
de las hojas revoloteando.
Nadie, ni yo mismo, mi otredad.
Tal vez mi interior desdoblado
en aquél que trémulo, durmiendo,
y el que por los grises campos
mientras las hojas en el viento.
U otro que yo el que deambulando,
otro que mi misma mismidad
extraviada en los calendarios,
cuando otras hojas secas al azar.
Brebaje
Turbio brebaje de amargas hierbas,
poción de substancias del olvido.
Afuera el otoño a campo traviesa.
En mi corazón un pájaro herido.
Morir de no volver a verla,
morir de no regresar jamás.
Madre, tus ríos llenos de estrellas,
tu atronadero en la orilla locuaz.
Quién el que leche de tus ubres frescas,
quién el que peces de tu mar feraz,
cuando a mi alrededor las hojas secas,
y frías mis manos de desheredad.
Un brebaje de amargas hierbas,
un trago de pócima otoñal,
de pura asfixia, de puro no verla,
de hojas secas y mi perdido hogar.
Postrimerías de octubre
En las postrimerías de octubre
con mi séquito de fantasmas,
rememorando una difusa edad
en la hecatombe de las castañas,
mientras las hojas revoloteando.
Siempre regresarás a mayo
cuando septiembre por la pendiente,
e intensifique el frío sus púas,
y arrebate el viento el botín
de los árboles tributarios.
También entonces la humedad pegada
a las láminas resplandecientes,
y en el velo gris de la niebla
un hombre cruzando las horas
con su corazón sangrando.
¿Quién eras cuando nadie junto a ti,
cuando solo en el escenario
de tu octubre en el frío mayo,
y las hojas transmigrando a ti,
a tu séquito de fantasmas?
Siempre regresarás a morir
cuando las hojas en la humedad
de la niebla nublando tus ojos,
en otro lugar de una turbia edad,
en las postrimerías de octubre.
Aves obscuras
Aves obscuras graznando
en la dispersión de las hojas,
cuando el viento gris del otoño
su aliento por entre las ramas,
por las láminas de la hojarasca,
aves que de remotos sueños
en oleadas migratorias,
de regreso a mi existencia
atrapada en las coordenadas
de niebla, humedad y hojas secas.
Ahora graznad otra vez,
ahora rodead mi existencia
nuevamente de broncos fonemas,
y abrid de repente el vuelo
hacia inalcanzables estrellas.
Y desde allí graznad y graznad,
desde allí acribillad mi vida
de roncas sílabas otoñales,
y precipitad mi corazón
en el clima de las hojas secas.
En la vejez de las hojas
No bien migren las hojas del ocre
al rojo exhausto de media tarde,
y crispen su materia exangüe
hasta caer a la desheredad
de pobres láminas resecas
aferradas a su pecíolo...
No bien, pues, experimenten
la ruptura de la clorofila,
y queden allí, petrificadas,
esperando en el aire suicida
las dentelladas de los cuchillos...
Claire, no salgas de casa ahora,
no pases por el sendero,
no te desnudes de júbilo
bajo la lluvia de vestes
vegetales cayendo a tierra,
no pises su color marchito.
Porque no bien palidezcan,
y cumplan el tránsito ritual
mudando de enfermos pigmentos
hasta la hoguera de la tarde...
No cruces por la arboleda,
no desnudes tu cuerpo lácteo
bajo la lluvia de la muerte
en la vejez de las hojas.