Mi padre
Mi padre murió en invierno
sólo sé que al fin descansó en la estrecha
cama de todos los días.
Ya no hay ruido, ni ceremonias,
ni pañuelos, ni rosas blancas.
Al fin, dije yo, descansó de las deudas,
de los vicios, de la burocracia.
Mi padre murió en una pequeña alcoba
donde sólo quedan remedios, jeringuillas,
alcohol, drogas,
sus manos frías, abiertas
y vacías que me tocan con ternura.
Unos ojos blancos y amarillos
inyectados de muerte.
Un cáncer que no silencia
su victoria de sangre, de carne,
de vejez inconclusa.
Todos los relojes dan la misma hora
y retroceden el tiempo,
cuando mi padre no era mi padre
y simplemente era un hombre
lleno de energía
que se abría paso ante esta vida.
Mi padre murió en una alcoba de hielo
y su cuerpo cada vez se adelgaza,
se empequeñece, se evapora,
se disuelve en el aire vacío de la nada,
la lámpara de la alcoba
juega con la materia de su piel.
Sus dientes amarillos
llenos de cáncer me sonríen
yo le sonrío
temblando de miedo
aunque de a poco
se convierta en polvo fugaz.
Mi padre murió en invierno
sólo sé que al fin descansó en la estrecha
cama de todos los días.
Mi madre
Mi madre llora
en un rincón de la cocina
su cuerpo se hace pequeño
muy pequeño
casi diminuto
sus manos tiemblan
sobre su mismo eje.
Su voz suena envenenada
por las palabras verdes de mi padre
yo trato de consolarla
pero no hay consuelo.
Mi madre desea marcharse de casa
yo trato de detenerla
pero no tengo resultados.
Mi madre es un río caudaloso
que no tendrá nunca
salida al mar.
Decadente descenso
Este andar de los huesos
este andar de la carne
este escalar los siglos
y venir de tan lejos en abuelos perdidos
Vicente Huidobro
Vagaremos sin rumbo
sin señas sin recuerdos sin infancias
por esta ciudad abierta de piernas
como mujer ninfómana y enloquecida por amor
con nuestros cansados soliloquios
para libertinos o yeguas del Apocalipsis
Vagabundear por esta ciudad
que nos mira con los ojos en llamas
y nosotros locos o borrachos
seguiremos prematuros
sin nervios sin párpados sin riñones
sólo para seguir en nuestro decadente descenso
y seguir naufragantes dispersos fantasmales
para tan sólo caer de cabeza y sin entrañas
perdidos golondrinos abandonados
suplicantes por seguir este viaje a ninguna parte
sin rumbo sin brújula sin mapa territorial
En busca tal vez del abuelo fallecido
del padre canceroso o de una puta asesina
en esta ciudad muerta o de muerte
tan sólo seguiremos como un soldado moribundo
o un apostador sin su as bajo la manga
ante el crudo aguacero que nos odia
o de la tormenta de acero que nos decapita
Cazadores violentos
La ciudad y Dios duermen
y yo sólo soy un vagabundo
que vive con horas extras
en su quinta guerra mundial
Soy un demonio de cuerpo invisible
que se sumerge en el dolor de sus asesinatos,
de sus heridas, de sus úlceras
Los muertos duermen en sus guaridas,
con hambre se vuelven cazadores violentos
Lo sé porque yo también soy otro muerto,
que en cada estación va dejando un amor falso,
un hijo mal parido, un muerto más para los obituarios
La ciudad y Dios duermen
y yo sólo soy un vagabundo
que tiene miedo de seguir viviendo
y que sólo pretende cerrar los ojos
a orillas del río X
Me dicen que estoy muerto
pero que debo seguir viviendo
Sólo sé que debo beber mi infancia
y desaparecer ante los millones de ojos
de aves rapiñas de esta ciudad.
El regreso
Yo soy el hombre
que se entregó con furia
y placer a sus amantes.
Donde ofrecí mis dones,
mis desequilibrios y mis locuras.
Si sólo pudiera escribir un poema
que me devolviera a la infancia
y pudiera sumergirme hasta los huesos
y no regresar nunca.
Y volviera a ser un niño
esperando la hora de jugar,
de reír o de bailar
esperando la gloria de este mundo.
Pero aquí estoy enfermo
y sólo caigo en este mar de la vejez.
Sólo te pido infancia que llegues pronto.
Te prometo que hoy
sí escaparé contigo.
Esqueletos enterrados
Ellos no llegarán a la cita
seguramente porque se fugaron
de la fiesta con la puta más barata.
Encontrarán alguna mesa
y beberán aguardiente
e intentarán cruzar al otro mundo.
Sé que no se escaparán
porque todavía les falta mucho por beber
por amar por copular por escribir.
Siempre los recordaré
como los pequeños magos de la miseria
que inventaron con su cuerpo desnudo
el mejor poema para ganar la victoria,
para no quitarse las máscaras
ante los monstruos de cinco cabezas.
Pero un día no volverán
y yo tampoco volveré a verlos
como los he visto.
Sólo serán decenas
de esqueletos enterrados en este mundo.
Algún día se sentarán a la orilla del mar
a leer sus mejores poemas.
No seremos nosotros.