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Sonetos a la vida

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Soneto al campesino

Brega y faena carga el campesino,
en espaldas hercúleas del titán,
lacerando su hombro, el tosco galán,
se enfrenta a su vida, fatal destino.

Sigue las sendas que la aurora alumbra
con un bostezo del forzoso ayuno,
pues es su alimento, la obra de Juno,
que le da sus frutos en alba y penumbra.

La fatiga quiebra sus duros huesos
por la jornada abnegada del día,
quedándole sólo heridas y abscesos.

¡No es suficiente el estrago que molía,
todo su cuerpo y rostro como lienzos!
También canas trazan su melancolía.

 

Las palomas en el árbol

Una bandada de palomas blancas,
hermosas estrellas, níveas lunas
revolotean jubilosas en cunas,
movidas por nubes, nodrizas mancas.

Acarician el recodo del ocaso
con alas perfumadas de incienso,
lavadas con rocío de un lienzo,
tendido a lo largo, por un regazo.

Parecen brumas en los altos árboles
matizando en contraste gruesas ramas,
dejan las plumas, parecen murales.

Llega lo negro y se tiñen sus camas
de ébano oscuro en noches astrales,
silenciando su voz, hueca de llamas.

 

Estación seca

Cuando en enero comienza el viento,
sopla impregnado de trémulo estío,
parece flotar claroscuro rocío,
y esfuma, lo húmedo, el frío opulento.

Se esboza en el cielo vasto y cerúleo
el prematuro crepúsculo níveo,
parece un algodón blanco y ebúrneo
desplegando el forzudo soplo hercúleo.

Abstraído por el hecho, alzó la frente,
y me impregnó de la irisación
lila e idónea inspiración vehemente.

Se unge mi cuerpo en sudor, y una esquila
amarra mi ser con calor candente,
oliendo sólo, y abriendo la pupila.

 

Estación lluviosa

Arremete lluvia, acercóse Abril,
el adagio prodigioso y beldad,
gota pequeña y divina bondad,
la vernacular diadema sutil.

Flotan en el aire olores sin olor
¿será un aroma?, ¿será un hedor?,
parece un bello cristal sin color,
traslúcido y diáfano su sopor.

Origen de tempestades, truenos,
y bienhechor del campesino riente,
que goza del agua dulce, y ellos plenos.

¡Qué mansedumbre hay en el ambiente!,
parecen lánguidos del aire, los trenos,
cantos prematuros, viento estridente.

 

Soneto al pájaro

Brincos da el vivaz pájaro pequeño
parece alegre, estará ilusionado,
su canto atribulado, aflora osado,
con fuertes pretensiones, sin desdeño.

Se empapa de rocío que hay en la rosa,
tiembla de júbilo, y el frío matinal
cuela sus manos por el pajonal,
en que espera su amada y buena esposa.

La tierna hembra acurruca los pichones
dándole amor, como una madre encinta,
¡qué paradoja!, si hay sacras unciones.

¡Señor!, sea tu mano, que marque en tinta
el epitafio siguiente, gorriones,
¡El fiel amor animal no se pinta!

 

Pena

Cerrero de mi boca es la pena,
que como hábil celador la vigila.
Su alarido de chacal la sigila,
urdiendo ardides en mi alma, su vena.

¡Ay cancerbero!, que siempre me inhibes,
será mi rústica facha, acicate,
será mi timidez núbil que mate,
el gran esbozo del joven dios Hermes.

Escabrosa celsitud descollante,
poderosa la magnitud interna
del escuálido hálito marchante.

Podrá ser la agonía siempre eterna
y el denuesto dejativo triunfante;
la acción, confianza y fe una veraz terna.

 

Agonía

El vago sueño plácido y fantástico
son rayos en la negra oscuridad,
compendio de toda la gran bondad
y quimeras del vil mundo semántico.

Agito mi mente como remedio
para todo el dolor que me embarca
en la triste y melancólica barca,
traído por marejadas de tedio.

Encallo en la ribera temblorosa,
absorto, en donde estoy desorientado,
camino con los pies hechos trozos.

Consumido en la fatiga escabrosa
de todo el dolor, ya acostumbrado,
mis miembros flaquean como destrozos.

 

Recuerdo penoso

La cadena secreta y muy encubierta
es la que arrastro, como un cruel reo,
yace mi cuerpo como Prometeo
devorando la bestia, a entraña abierta.

La pena de mi amor, como la de Orfeo,
es límpida, sufrida y descarnada,
cual de unas palomas, tan sosegada
y tan abnegada que hasta jadeo.

El recuerdo del deseo es tan amargo,
sagrado anhelo no realizado,
que me produce un sopor y letargo.

No hay malicia, sino el pasado,
que con trascender lúgubre y largo
trae aquel recuerdo desmemoriado.

 

Romance natural

Galope sonoro del caracol
que estremece las olas espumosas,
blande las corrientes muy orgullosas
que el olor a mar despide al sol.

Entonces del sol una fugaz flecha
atraviesa la bruma de nostalgia
que el cielo con su milagrosa magia,
conjura hechizando, del sol, su mecha.

Llega el atardecer, ruborizando,
pues sabe de su cita con la noche:
que se unirán en un solo e inmenso bando.

Que pareja tan hermosa, rumorando,
la vieja lechuza, que desde anoche
los espía en la vieja rama del mango.

 

Mi don

La fuente de mis locas pasiones
es tan indiferente al futuro,
pues hay un ensueño en cada grueso muro
deteniendo el avance de situaciones.

El encanto que gesta toda gracia
es mi numen amado y singular,
que lejano y cercano como el mar
regresa y se va, en pobreza y abundancia.

Es un privilegio que tengo en mi vía
aunque en mi vida tenga otro don,
pues me acompaña hasta la lejanía.

Vetusta alabanza de una oración
en cansancio de noche y desmayo en día,
la que doy al Señor por el galardón.

 

Grito

Es humilde este real panorama
latente, fatal y eternal verdad.
Se apaga una luz en la oscuridad
que ventura una cruel y cruda trama.

Hay una abundancia de resplandores
que vibran como las flores de loto,
navegando en el lago vago y roto
del bosque encantado de arreboles.

Con fruición huelo el oriundo aroma
incrustándome un profundo fulgor
de estela en mañana, sobre una loma.

La naturaleza, sí con furor echará
de su margen la saloma clamante
de auxilio por el pavor.

 

Soneto al río

Pregonan las rocas a voz en cuello
un canto matinal en las vertientes
diciendo al río, ¿qué tal tus afluentes?
¿qué pasó con tus aguas de buen resuello?

Al borde del río, con risas y amor,
las doncellas van a lavar enaguas
pues saben que su amigo moja en aguas,
cada sucinta prenda, innato color.

Prestancia loca es, y un fiel ayudante,
a las tiernas vírgenes, las bucólicas,
y el bohemio parnaso es su estro y amante.

Son rivales corrientes melancólicas
que cuidan la pureza y el buen talante
del río anacoreta, aguas lacónicas.

 

Soneto al maíz

Maíz dorado, base panameña,
dios fisiocrático del campesino,
que saca de la tierra, tierra istemaña
su elixir maduro, aire matutino.

Son las parcelas, canales dorados
que bailan cantándole al dios del sol.
Danza rítmica, parece el crisol,
de miles voces en campos segados.

Es el machete, osamenta latina,
que corta venas del maizal bermejo,
gotea savia, sangrando su ruina.

Es hora de moler afrecho viejo,
que antes fue al día y a la noche, cortina,
de amores prolijados con consejo.