Letras
Tres poemas

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Vade mecum

Tengo la idea de que mientras escriba no me voy a morir,
y duermo afilando navajas con el alba hasta expirar el día.
No permitiré que me maten fantasmas fatigados
o me despierten en las calles con fraudulosos violines de madera
Ya ves, ahora me la paso garabateando en los muros más altivos
de la tierra, araño las níveas puertas de las ciudades
y arrastro como obstinada pluma mis huesos por los sepulcros.

Tengo cubierta la frente de edictos que me mandan no morir todavía,
y de papiros con historias fantásticas para reproducir
en las páginas de los árboles y de las flores.
Tengo obcecados diccionarios trepanando mi cabeza
como trenes que bufan iracundos por túneles brumosos.

Para no desaparecer engullo miles de guías telefónicas de las naciones
más abundantes, y me baño a cada minuto en agua bendita
sin dejar de hojear los vade mecum que he acumulado
en los tantos tiempos de locura.

Voy en cada segundo deletreando mi nombre y los nombres
no inventados todavía de los otros, y creo canciones y novelas
prodigiosas y combato contra los tormentosos vientos del olvido
para no querer morirme hasta que me muera.

Yo pendido como araña de la tela frágil de lo infinito
y todo muere sin remedio. Ya ves, un día no me quiero ir y escribo.
Estuve maldito y orinaba mis insomnios por las noches
como si me pidieran que me quedara suspendido, con el corazón
atrofiado y sosegada la mirada.

Pero sigo escribiendo vade mecum en todas las paredes que conozco,
porque tengo la idea de que no me voy a morir mientras escriba.
Lo haré hasta no sé. Iré de nube en nube colgando discursos
y de morada en morada dejando testimonio de mi contrato con la vida
para que nadie dude de mis intenciones de morirme sólo cuando
me llegue la muerte. Nunca antes. Y es definitivo.

 

Ofrendártelo todo

Morir de pie descalzo tirado sobre la hierba no doblegada
por el huracán más iracundo. Descansar horizontalmente erguido.
En fin, correr dormido en línea entre tus sábanas albas
en las noches más frías del invierno.
Arrancarte los cabellos de raíz y quemarlos en una hoguera
de rosas rojas perfumadas malolientes.
Ofrendártelo todo.

Imprimir velocidad metafísica a los sentidos para odiarte
y amarte siempre, como nadie, más allá, más allá aun
del vaho untuoso de la habitud.
Más lejos todavía de mis mayores fuerzas infrahumanas y sobrehumanas.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: vísceras, células, corazón, pulmones, estómago, cerebro,
huesos
mis miedos
mis utopías
mi cesta de reciclaje.

Por el azul del arco iris ascender a lo más alto vestido de nácar y descender
oblicuo, aceleradamente, para ofrendártelo todo.
Llorar con desconsuelo de alegría. Reír sin mover un músculo.
Vivir de pie arrodillado blasfemando y orando, glorificando y maldiciendo.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: serenidad, ira, complacencia, odio, amor, pecado, paz,
desconsuelo
tus miedos
tus utopías
tu cesta de reciclaje.

En los túneles arcanos de tu alma, gritarte enmudecido hasta que la paloma
blanca emprenda el vuelo más abyecto. Delirar con cordura ejemplar
y devorarte los ojos en la noche más triste de amor abatido y despiadado.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: imaginación, pesadilla, paradoja, pensamiento, ilusión,
demencia
nuestros miedos
nuestras utopías
nuestra cesta de reciclaje.

 

Estoy contento

Estoy contento donde estoy contento
esperando que pase el tiempo
que pase sin verme, por el costado
sin posarse en mis rostros
en todos mis rostros distintos
en mis cuerpos degradados.

Tengo cubiertos los oídos de silencios
tengo el dedo que levanta una cruz en mi boca
y la lengua recogida como la resaca.

Aquí donde estoy estoy contento
esperando que pase el tiempo esperando
y no me quiero mover más
que lo necesario para no delatarme.

En estas manos oculto los días aciagos
y en estos pies sumerjo los zapatos vacíos
y en el armario de mi dormitorio
tengo encerrado todo el tiempo
todo el tiempo posible tengo.