Letras
Poemas antológicos

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El tiempo

Uno de tus días (Dios se apiade de ti)
hallarás de todos modos a ese viejo
de aspecto estúpido
que no se ha sacudido el polvo de encima
en muchos años
Gritando y blasfemando como en una taberna.
Sentado ante una mesa con tablero
de chaquete y dados.
Que, como no tardas en advertirlo,
juega con su mano izquierda
contra su mano derecha
y te asegura que —por todos los demonios—
siempre pierde
Y apostando tres veces a su mano izquierda
gana tres veces la derecha
hasta que no dudas más de su palabra
y te sientas a su mesa de juego
con la certeza de que jamás perderás
frente a semejante adversario.
Olvidando que cada mano a su turno
ganará para él lo que la otra ha perdido.

(de Combate del Carnaval y la Cuaresma)

 

Espejos

“Nos acecha el cristal”
(J. L. Borges)

Los espejos mienten para volver a mirarse
En nuestros ojos.

En realidad, somos su prole multiplicada
Otros espejos vacíos como una sala
Puertas abiertas a puertas adivinadas.
Corredores de tiempo sin fondo
Donde nos precipitamos cada mañana
A pesar de la medida y el hábito.
Mirajes del agua quieta
Bajo la que acecha la informe blancura.
Espectáculo de nuestros rostros simulados

Tableros del azar y el destino
Al que queremos implacable y ajeno.

(de La parte del león)

 

Visión invernal

La niebla era un enjambre
De abejas rumorosas
En el panal de la tarde.

A trechos, en el abandonado
Camino de la montaña
Se escuchaba el chirrido
De una puerta invisible
Al abrirse o cerrarse
Tras el caminante.

Unos hombres en zancos
Arrastrados por el viento
Desaparecían bajo el negro
Ropaje invernal.

La soledad era una vieja
Conocida, encorvada y diminuta.
Pájaro saltando entre algodoneros.

(de El dado virgen)

 

Amanita muscaria

En el bosque de pinos
Un cielo alado
Revoloteaba en torno
Al caminante

Sobre el piso de rojiza
Viruta invernal
Bebía un vino oscuro
Y resplandeciente

Pócima paradisíaca
O infernal
Guarda el velado
Secreto de la identidad.

¿Soy yo ese que vuelve
de entre los muertos?
Apenas el borroso recuerdo
De otras vidas
Tan ciertas como la presente.

Ah, el peso insoportable
Del cuerpo, frío quemante.
Afuera amanece.

(de El dado virgen)

 

La embriaguez

Embriaguez mía, seto de violetas.
Bandada de pájaros
Anidando la arboladura
De mis cabellos.
Al filo de una cuba de hielo
Me acechas con mil promesas
Lengua de la imaginación.
Locura mía: copa de oscuridad.
Bautízame en el vino
Hadas de las cristalerías.
Desata esas bebidas ardientes
En un volcán de sabores.
Pendón de claridad, lucero en el bosque.

(de Sol negro)

 

El desencuentro

El pasado deshila tu rostro
En hebras de soledad y olvido

En el remanso del tiempo,
Persigue mi memoria
Tu figura inasible,
La huella de tu aliento
En ese cristal
Que llaman desamor.

Y ayer te persigo mañana
Lebrel y libre a la vez.
En cada desencuentro
Encuentro ese rostro tuyo
Que es la vida, la única vida.

(de El partido del diablo)

 

El instante

Mañana gris, horas inexpresables
Retrato hablado de Dios.
Desapego que merodeas
A mi alrededor
Como hojas secas
Arremolinadas al viento.

Payaso dormido al fondo
De la escalera.
León enjaulado
Ante el que se desvaneciera
En éxtasis Ramakrishna.
Arrullo de palomas de Ibn Arabi

Fruto dulcísimo del instante
Santidad del instante
Tesoro incólume, grano de arena
Frente al que se bate
En retirada el tiempo.

(de El partido del diablo)

 

El silencio

¡Aire sonámbulo, blancura de las rosas!
¿Quién menciona la abeja
en el avinagrado
corazón de la noche?

El sueño no es más alado
Que esta vigilia
Acertijo y pabilo
Ceguera y deslumbramiento.
A mis palabras el silencio pone alas.

(de Sol negro)