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Ernesto CardenalCardenal premio Pablo Neruda

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Era hora, tiempo que el prestigioso premio Pablo Neruda fuera otorgado a Ernesto Cardenal, como efectivamente acaba de ocurrir en Santiago de Chile. En mi blog lo solicitamos hace un tiempo largo, porque la obra de Cardenal es indispensable en América Latina y en el habla castellana. Es un poeta fundacional en nuestra América, la voz de muchas voces apagada en nuestra castrada memoria ancestral. El jurado, integrado por la ministra de Cultura Paulina Urrutia, los poetas chilenos Oscar Hahn y Carmen Berenguer, laureada el pasado año, así como el argentino Jorge Boccanera, el colombiano Juan Gustavo Cobo y la española Selena Millares, de la Universidad Autónoma de Madrid.

La obra de Cardenal tiene como escenario América Latina, el cosmos, todos los espacios del espíritu humano, y es muy conocida por sus emblemáticos Epigramas, escritos por un hombre que se transformaría en sacerdote de la teología de la liberación. Viejo luchador antisomocista, ministro de Cultura del gobierno sandinista, ha escrito libros fundamentales para la poética castellana, como Cántico cósmico, que se suele citar muy poco por lo desconocido, al parecer, pero que es una Divina Comedia latinoamericana.

En Canto cósmico, Cardenal se refiere a poetas emblemáticos como Huidobro, Neruda, Borges, Nicanor Parra, Roque Dalton. En poco menos de 600 páginas, dije en una oportunidad, sopla el mundo como si fuera un polvo de estrellas errantes y se adentra en el hombre, la vida y la muerte.

El jurado le otorgó la premiación nerudiana por su “logro de remozar la tradición occidental clásica aplicándola a la actualidad contemporánea, y con este premio, se rinde homenaje a una obra plena, de muchos registros y a un país que puede enorgullecerse, como Chile, de sustentarse y perdurar gracias a la voz de sus poetas”.

El premio, el mayor que otorga Chile a nivel regional, lo habían recibido con anterioridad el mexicano José Emilio Pacheco y luego el argentino Juan Gelman (2005), el peruano Carlos Germán Belli (2006), la cubana Fina García Marruz (2007) y la chilena Carmen Berenguer (2008).

Con esta premiación ha ganado la poesía chilena, latinoamericana y de habla castellana, y se repara un olvido, porque la obra de Cardenal es universal y se estaba en mora con su autor tan vinculado a Chile, próximo a Neruda y que forma parte de los grandes poetas del siglo XX.

Cardenal, de 84 años, recibirá el premio en Chile de manos de la presidenta Michelle Bachelet, el 12 de julio próximo, día del 105º natalicio de Pablo Neruda. Este es un premio que prestigia al Premio Pablo Neruda y pone en la cima a la poesía latinoamericana nuevamente con un llamado de atención, en medio del bosque del mercado que con sus ramas no deja ver la poesía.

Algunos revisarán la obra de Cardenal, mirarán hacia el sur, festejarán este 12 de julio a Neruda, reflexionarán para qué sirve la poesía en estos y otros tiempos. Siempre es un buen paso entrar a un pozo en búsqueda de un poco de luz. la poesía sigue entregando esos reflejos, destellos, hallazgos, momentos y todos en algún minuto de nuestras vidas somos pescadores de deseos incumplidos.

Cardenal es un sobreviviente de un mundo que agonizó por décadas en la violenta Centroamérica, Nicaragua, tal dulcemente violenta, un sacerdote de la palabra, un inclaudicable del nuevo verbo. Afortunadamente este no es un premio al azar, sino a la poesía que ha indagado sobre el hombre americano y sigue reflexionando sobre el origen del futuro.

Sus Epigramas recorrieron América Latina y los leíamos con devoción, porque Cardenal cantaba también desde un corazón herido en el amor humano, material, además de luchar contra la tiranía dinástica de los Somoza, personajes dignos del horror. Su poesía no se queda en el espanto, Cardenal indaga en el exteriorismo, en el mundo real de lo palpable, que se ve y toca, donde la oscuridad no es palabra ni lenguaje. Su poesía es una coexistencia permanente entre el hombre y lo que le rodea, las cosas y el espíritu, el amor al prójimo y el erótico. Política y amor también coexisten en Ernesto Cardenal. Algo parecido a la obra de Pablo Neruda, no en el lenguaje, ni la visión, pero sí en los principios de ambas poderosas y a veces desprestigiadas palabras. No hay lenguaje sin sociedad / ni conciencia sin lenguaje / Lenguaje que nos une unos con otros / y a los vivos con los muertos. Las antiguas estrellas, que dijo Borges el ciego, dice Cardenal en Cantico cósmico.

Cardenal sigue diciendo en este libro su palabra: Pío XII fue para mí lo que Stalin a Neruda. El libro se detiene en pedazos de historia viva. Y lanza pequeñas sentencias: Sólo el amor es revolucionario. La palabra, digo, es un arca a punto de naufragar, pero permanece, contra viento y marea. ¿Después del diluvio, la palabra?

El poeta nicaragüense, mítico habitante del archipiélago de Solentiname, dice que del vacío brotan soles, flores y muchachas.