Sala de ensayo
Horacio QuirogaComentarios sobre el hombre y la naturaleza en dos cuentos de la selva de Horacio Quiroga

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Las relaciones humanas son un tema muy habitual en la literatura universal del siglo XX, fundamentalmente desde que tomaron cuerpo los movimientos sociales de origen marxista y mientras se va integrando en la literatura la filosofía existencialista. Ambos fenómenos señalan como objeto principal de sus estudios, o de sus creaciones literarias, la figura del ser humano. Por otro lado la presencia del entorno natural como factor agente cobra también en la literatura universal, y muy especialmente en la hispanoamericana, una preponderancia que ha de tenerse muy en cuenta por lo que llega a afectar al hombre que se mueve dentro de ella. Da ahí que hayamos escogido como puntos fundamentales de nuestro estudio el contacto entre los seres humanos y del medio ambiente para con ellos.

Uno de los primeros aspectos que nos llama la atención en los dos cuentos de Horacio Quiroga que hemos escogido, “Los mensú” y “Los desterrados”, es la sensibilización que presenta el autor ante las injusticias sociales, la denuncia ante la explotación del hombre por el hombre. Si bien, en un primer acercamiento a Quiroga, el lector podría tacharlo de autor esteticista ya que uno de sus textos más conocidos, “El hombre muerto”, ofrece un enfoque narrativo bien distinto. Como afirma el profesor Seymour Menton:

...el protagonista de “El hombre muerto” no es un peón mestizo ni muere como consecuencia de haber sido mordido por una víbora o de haber sido explotado por empresarios extranjeros. Lo inesperado está en que después de luchar y triunfar durante unos diez años contra las fuerzas de la naturaleza, el hombre, tal vez colono extranjero, dueño de su propia tierra, muere por casualidad, por un accidente sumamente improbable (225).

Esta afirmación nos podría hacer caer en un desavisado juicio inicial, que Quiroga actuaría ante la creación literaria de un modo ajeno al dolor humano. Sin embargo la impresión que nos llevamos en la serie de cuentos de la selva es muy diferente. En concreto, en “Los mensú” y “Los desterrados” encontramos a peones que trabajan en un sistema casi de esclavitud, en una tierra que no es la suya, hostigados por unos patrones ajenos y despiadados:

...la vida de los peones en la selva. La desgracia de estos hombres es señalada en toda su desesperación.

Los patrones, viles explotadores del trabajo humano, que engañan y roban a los mensú, son retratados con intención de atacar su crueldad y barbarie (Carrera, 21).

Tanto en “Los mensú” como en “Los desterrados” los patrones actúan a sus anchas sin expresar sentimiento de solidaridad alguno con los trabajadores, llegando a crearse en el corazón de éstos un resquemor que clama venganza, fundamentalmente en el caso de “Los desterrados”, o de acabar, de modo personal, con esa situación de injusticia y desgracia, por medio de la fuga, como sucede con los protagonistas de “Los mensú”.

A tal punto llega la comprensión de Quiroga hacia los peones que, incluso cuando actúan de manera salvaje dando la muerte a sus superiores, no emite juicio negativo alguno respecto a ellos:

Ante la pasividad o complicidad de las autoridades civiles, los peones humillados y atacados se ven obligados a hacerse justicia con sus propias manos. Esta venganza, natural dadas las desastrosas condiciones de vida de la región, no es vista por el autor con mirada condenatoria. Por el contrario la comprende y la explica... de manera directa y enérgica se condenan todos los aspectos de la explotación inhumana de que son objeto los mensú (Carrera, 21).

Así podemos verlo en el cuento “Los desterrados” en cuya primera mitad el autor nos presenta el ambiente duro y pendenciero de los obrajes, donde revólveres y machetes ajustan, entre los hombres, las cuentas que resultan invisibles a la ciega justicia. Así Joao Pedro en cuyo haber se cuentan tres muertes violentas de señores a quienes sirvió, y Tirafogo, del cual no se narra explícitamente que hubiera acabado con nadie, aunque del texto de Quiroga puede deducirse que sí. De esta presentación de los personajes puede derivarse en el lector un cierto desprecio hacia ellos. No obstante, una vez que nos introducimos en la segunda mitad, se advierte que el punto de vista da un viraje significativo centrando la atención en la vejez y la añoranza de los mencionados protagonistas del cuento. Habitantes de una tierra extraña a su lugar natal que ha ido deviniendo, con el paso del tiempo, en un territorio más ajeno si cabe:

Tirafogo... no se vanagloriaba ya de ser un antiguo en un país totalmente transformado.

Las costumbres, en efecto; la población y el aspecto del país, distaban, como la realidad de un sueño, de los primeros tiempos vírgenes, cuando no había límite para la extensión de los rozados, y éstos se efectuaban entre todos y para todos, por el sistema cooperativo. No se conocía la moneda, ni el Código Rural, ni las tranqueras con candado, ni los breeches. Desde el Pequirí hasta el Paraná, todo era Brasil y la lengua materna, hasta con los francéis de Posadas (Quiroga, II, 157).

De este modo, los dos viejos pasan de ser figuras dominantes a figuras dominadas y carcomidas por la ancianidad, lo ajeno y el progreso. Poseen en su fuero interno una inocencia, dentro de la inocencia general de los peones, que hace enternecer al lector y mostrarse propicio para con ellos. Un claro ejemplo de esta sensación puede verse cuando llegan a Misiones, lugar en el que habitan, los movimientos socialistas irrumpiendo en un terreno baldío de ideas y de conciencia reivindicadora:

Joao Pedro, vecino del pueblo, comprendió de todo esto menos aun que el bolichero del trapo rojo, y aterido por el otoño ya avanzado, se encaminó a la costa del Paraná.

También Tirafogo había sacudido la cabeza ante los nuevos acontecimientos. Y bajo su influjo, y el del viento frío que rechazaba el humo, los dos proscriptos sintieron por fin concretarse los recuerdos natales que acudían a sus mentes con la facilidad y transparencia de los de una criatura (Quiroga, II, 159).

Siguiendo con este tema, el segundo cuento que queremos comentar, “Los mensú”, nos trae muchas remembranzas de La vorágine, de José Eustasio Rivera (1924). Si en la novela del colombiano el ambiente de explotación se da en el trabajo de la obtención del caucho, en el cuento de Quiroga se produce en el obraje. Ámbitos distintos pero condiciones muy semejantes, cercanas a la esclavitud, pues los obreros han de liquidar, con el compromiso de su trabajo, una cuenta pendiente con la empresa y, en caso de fuga, la persecución a muerte es la ley que reina.

A diferencia del anterior relato, la pareja protagonista de “Los mensú” no trama el ajuste de cuentas contra los patronos o capataces sino la manera de desprenderse del ingrato modo de vida de los obrajes. Tras un prolongado tiempo de trabajo en duras condiciones, con leves pausas de solaz en las que malgastan el dinero ganado, Podeley, uno de los protagonistas del cuento, cae enfermo de fiebres y ante su empeoramiento plantea al mayordomo dejar el lugar hasta curarse, pero éste se niega tratando y observando al trabajador con desprecio: “El mayordomo contempló aquella ruina y no estimó en gran cosa la vida que quedaba a su peón... prefería hombre muerto a deudor lejano” (Quiroga, I, 78).

El segundo tema que destacamos y que se hace patente en los dos cuentos es el de la naturaleza como ente hostigador y destructor. Aún tratándose de narraciones cortas en las que no cabe la digresión de las descripciones, es fácil sentir la presencia del entorno natural, concretizado aquí en los ámbitos de la selva y el monte, lugares que el autor conoció en determinados momentos de su vida.

El cuentista presenta la lucha entre el hombre y la selva, entre la voluntad humana y los elementos naturales. El medio con sus efectos es uno de los principales personajes, y se encuentra en la base de todas las situaciones y cambios de mentalidades. La selva, impenetrable, despiadada, rige el pensamiento y la acción de los hombres. En “Los mensú” un peón vence a la selva. Pero en “Los desterrados” la selva devora a los que intentan atravesarla (Carrera, 20).

Efectivamente encontramos el caso de la muerte de los dos ancianos de “Los desterrados” que, dispuestos a regresar a morir a su tierra natal se internan en la selva, lugar otrora conocido para ellos y que, en este momento, se vuelve hostil y homicida. La humedad de la estación en la que atraviesan el boscaje los enferma y los consume antes de llegar a la tierra de promisión, a la cual se sienten arribados, por medio del ensueño o del delirio, instantes antes a su expiración. En “Los mensú” se da la mencionada victoria de uno de los peones fugitivos del obraje, Cayé, ya que su compañero Podeley no consigue sobrevivir. Empeora en el pajonal y en las frías aguas del Paraná mientras ambos permanecen sitiados por la crecida del río y la selva, que se interpreta en dichas circunstancias como un muro impenetrable.

En este punto final de la narración podemos destacar la confluencia de los dos temas que tratamos. Por un lado acabamos de ver el acoso del medio ambiente hacia los mensú, pero se subrayan, a continuación, los efectos retroactivos de la explotación humana a la que sido sometido Cayé. Aunque salga victorioso de la difícil travesía efectuada durante la huida, fracasa en lo que al aprendizaje personal se refiere. Rescatado del pajonal en el que se guardaron del Paraná él y Podeley, vuelve a puerto más para reincidir en las habituales andanzas que realizaba en sus semanas de descanso. El hecho de ser un obrero alienado lo conduce a caer de nuevo en manos de patronos y capataces. Quiroga lo expresa de un modo implacable al final del cuento:

El Silex, que pasó por allí al atardecer, recogió al mensú ya casi moribundo. Su felicidad transformóse en terror al darse cuenta al día siguiente de que el vapor remontaba el río.

—¡Por favor te pido! —lloriqueó ante el capitán—. ¡No me bajen en Puerto X! ¡Me van a matar!... ¡Te lo pido de veras!...

El Silex volvió a Posadas, llevando con él al mensú, empapado aún.

Pero a los diez minutos de bajar a tierra estaba ya borracho con nueva contrata y se encaminaba tambaleando a comprar extractos (Quiroga, 82-83).

De todo lo dicho anteriormente y como colofón a nuestro trabajo, podemos expresar la cercanía de los dos cuentos, y de los temas que de ambos hemos extraído, a la temática de civilización versus barbarie, tan presente en algunos periodos de la literatura hispanoamericana. La solución no sería tan sencilla como encuadrar a los propietarios, algunos de ellos europeos, como se puede hallar en “Los desterrados”,como representantes de la civilización, en todo caso del progreso, y a los nativos como los bárbaros. Haciéndonos eco de un ensayo de Mario Vargas Llosa sobre Heart of Darkness (1899) de Joseph Conrad podemos afirmar que la verdadera barbarie se encarna en los patronos y compañías que explotan el medio natural y a los hombres originarios, y no en el medio ambiente en sí ni en las personas que lo habitan (Llosa, 42).

 

Textos citados

  • Carrera, Gustavo Luis. “Aspectos del tema de la selva en Rómulo Gallegos y Horacio Quiroga”. En: Revista Nacional de Cultura, 127. 1958: 12-22.
  • Menton, Seymour. “El cuento hispanoamericano”. México: Fondo de Cultura Económica, 1964.
  • Quiroga, Horacio. Nuevos cuentos de la selva. 3 volúmenes. Buenos Aires: Solaris, 1997.
  • Vargas Llosa, Mario. La verdad de las mentiras. Madrid: Alfaguara, 2003.