Entrevistas
Diego Ramírez Gajardo
Hay mucha poesía decorativa

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—Diego, ¿cuándo y por qué empiezas a escribir poesía?

—Empecé muy joven, quizás a los 12 años, pero ya más serio como a los 15 años en talleres literarios, tuve la suerte de formar parte de un centro cultural Balmaceda 1215 que realizaba talleres gratuitos, donde pude relacionarme con una serie de escritores muy importantes para mi proceso de formación, con ellos además de acercarme a la poesía y a ciertos autores también me vinculé con un grupo de poetas jóvenes que eran parte de los mismos talleres. Creo que también un paso importante fueron los concursos literarios que le dieron cierta formalidad a mi trabajo, el haber recibido mi primer premio a los 17 años por un concurso de la Municipalidad de Santiago de Chile me significó valorar más esto y darme cuenta de que tan mal no lo hacía, y de que al menos podía recibir un incentivo económico que me ha permitido durante este tiempo entender que esto, además de una necesidad, puede ser un trabajo, entonces también tomarlo con la seriedad y el oficio que requiere.

—¿Qué poetas son tus referentes y cuáles son tus autores de cabecera?

—Creo que partí con el recorrido clásico de los malditos, los beat, y termino con cierta escritura chilena de la generación de los ochenta, pero si tuviera que mencionar cierto mapa literario, mencionaría dos obras que me parecen fundamentales para cualquier persona que se inicia en el ejercicio del escribir, pienso en Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud, y Rayuela, de Julio Cortázar, y a eso iría agregando autores de cabecera, esos que nunca he dejado de leer y a los que cada cierto tiempo vuelvo, como Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Reinaldo Arenas, Néstor Perlongher, Diamela Eltit, Ginsberg, Faulkner y así varios otros.

—En una sociedad chilena que todavía sigue siendo “cartucha” y muy regida por la iglesia católica, tu poesía no debe ser bien recibida, ¿es así? ¿Cómo ves el panorama chileno-poético actual?

—Sí, puede ser, en realidad hay ciertas segmentaciones que molestan y que son muy chilenas, el decirnos “el poeta marginal”, el del discurso minoritario, lo de la poesía queer y todas esas cosas que uno no entiende porque en realidad están lejos de tu forma de amar, de sentir o de mirar tu país que es lo que al menos a mí me hace escribir. Todas esas categorizaciones tienen que ver con el neoliberalismo patrocinado por la academia y el canon masculino literario en Chile, que necesita clasificarte, relegarte al cajón de las rarezas para respetarte pero de lejos, así como una discriminación vedada, peligrosamente democrática. Entonces se acepta pero de lejos, muy lejos, sin embargo uno trata de moverse en ciertos lugares, hacer alianzas con estrategias de escrituras más cercanas a uno, igual las cosas han cambiado un poco pero peligrosamente, estos discursos de la diferencia se han hecho discursos masivos, vendidos, consumidos por estrategias de mercado, por ejemplo hablo de las estéticas urbanas, las tribus urbanas era un tema que yo quizás trabajaba cuando muy pocos en Chile sabían que existían, ahora ya es un tema televisivo, ahora son parte del mercado, en las grandes tiendas se vende esa ropa y esas estéticas que antes eran huérfanas y perdidas. Personalmente creo que si mi poesía ha sido bien recibida, ha sido siempre desde esa distancia, esa rareza que a veces gusta, es cierto, pero también da mucho miedo. Hasta han aparecido algunos señores que (creen que) escriben, que se atreven a decir que por instalar una escritura de género estás más considerado que ellos, eso es no entender nada de la vida, es no tener lecturas, es casi una falta de respeto a esa noche en que algún neonazi me golpeó en la calle, o me gritan maricón en algún lado, a mí, a mis compañeros de baile, y mis amigos poetas cercanos a estas escrituras. Entonces es como que te invitan pero no, es como que te tienen que mencionar pero sólo un poco, yo creo que lo que pasa con estas escrituras es que no pueden negarlas pero no saben qué hacer con ellas, ojalá las pusieran en la última pieza de la casa nacional, y esa pieza a mí me gusta, no me molesta, porque tiene que ver con tu vida, con lo que te pasa, con la sobrevivencia, con tu manera de querer, con tu biografía, no puedes pedir más que eso, la última pieza oscura de la casa.

—Tu poesía se nutre de una gran gama de imaginarios sociales, idiomáticos, políticos, culturales muy diversos, ¿qué me puedes decir al respecto sobre tu propia poética?

—Yo creo que tiene que ver con el neoliberalismo salvaje, con estos cuerpos como collage de estéticas, pintadas, tatuadas, miles de referentes, colores, estéticas. Eso es lo que veo en mis calles, en las plazas donde tengo algún romance, o en los lugares donde voy a bailar, desde ahí está mi relación con ese lugar del que soy testigo, esas rebeldías a mí me parecen latentes, esos ruidos, esas extrañas metáforas de rebeldía, dolor, abandono, y hablo de un grupo casi adolescente que me sorprende mucho y que siento que están haciendo cosas hermosas y siniestras en Chile el último tiempo, hay un grupo de jóvenes que ha llevado al límite su cuerpo, su sexualidad, y han matado a sus padres, a las escuelas, se han tomado todos los colegios de Chile, han incendiado el país cuando algo no les gusta, son tantas cosas que a mí me parece imposible no escribir de eso, mi contexto es tan fuerte, tan intenso que siempre está latente en mi poesía, siempre me han gustado los borrones, lo sucio, lo mal hecho, el desborde, las marcas, entonces me interesan esos cruces culturales, esos quiebres sociales, la belleza de esas minorías, esos territorios son los que a mí me interesan.

—Sé que tienes inédito el libro Mistrala, ¿qué me puedes decir de este libro?

—Es un libro donde trato de experimentar en formato y lenguaje, quise rescatar la cita de lo femenino pero afeminando el apellido Mistral, a partir de eso citarla, pero también en ella, la poeta Nobel, citar también ciertos lugares olvidados y perdidos. También tiene un cruce biográfico que no puedo dejar de escribir. Pero es un trabajo que estoy en proceso de escritura, hay cosas que aún no defino del todo, pero tiene que ver con el trabajo del cuerpo, un cuerpo castigado y lacerado, desde lo biográfico, desde la cita a la escritura de mujeres como lugar de complicidad, y también con el referente político de los jóvenes de hoy que agreden y torturan sus cuerpos con piercings, con tatuajes y con esas hermosas estéticas del dolor que para mí metaforizan lo que pasa en el país, ese abandono que está presente en una nueva generación sin padres, con madres histéricas y con un discurso político huérfano, es decir cuántas calles más vamos a incendiar si ya está muerto el Dictador, entonces cambian las luchas, pero también está la memoria, el recuerdo, la necesidad de seguir incendiando las mismas calles para que no se olvide nada de lo que pasó en Chile con su dictadura criminal, me parece que es un texto muy íntimo por lo corporal, pero también muy político por esas evidencias, esas marcas que nos deja un poco la historia, la estética, lo doméstico, las madres, todo de alguna manera.

—Sé que diriges los talleres literarios Moda y Pueblo y El Arte de la Resistencia en el centro cultural Balmaceda 1215, ¿qué me puedes decir al respecto?

—El trabajo en talleres literarios es muy importante para mí, ha significado conocer nuevas voces que tienen una potencia maravillosa, es alucinante presentarles por primera vez escrituras con que los chicos tiemblan de amor, de rabia o de rebeldía, es hermoso poder leerles por primera vez El aullido de Ginsberg, o hacerles escribir su propia Cuarto propio citando a la Woolf, o invitarlos a tomarse la ciudad, hacer una acción de arte o acción de amor o como se llame; y verlos que se permiten la posibilidad de ser revolucionarios y frágiles; todo eso es muy lindo, inventamos una editorial que se llama Moda y Pueblo, el nombre es una cita a un disco de Fito Páez, y que sirve para darle a la escritura ese gesto romántico y estético y a la vez independiente, hacemos libros objetos diseñados por nosotros, los fotocopiamos, los armamos todos, y somos absolutamente felices, lejos de todo mercado editorial, esos riesgos son importantes, a mí me han permitido mucho, he aprendido mucho de ellos, me encanta saber que se está formando algo muy potente con adolescentes y jóvenes que traen un discurso impresionante, tiene una fuerza envidiable, y el trabajo de taller es para mí muy serio, yo no creo en los talleres literarios como una instancia para juntarse con amigos a hablar de literatura, y creo que esa seriedad da los resultados que busco, yo en cada clase enseño un autor y una técnica, los hago ejercitar, escribir, corregir, y así se van armando voces hermosas. Hay chicos que me han sorprendido mucho, ahora hay un grupo de alumnos que está armando sus propios libros cada uno, y nuestra colección de poesía se llama Decoración para Dueñas de Casa como una cita de complicidad con lo femenino y con esos lugares donde jamás podría entrar la literatura.

—He escuchado en numerosas ocasiones de que supuestamente la poesía sólo la leen y la consumen los mismos poetas, ¿crees que es así? ¿Cómo crear mecanismos para que la poesía llegue a otros sectores de la sociedad, pero sin que pierda su parte radical o subversiva?

—Sí, en realidad nos leemos entre nosotros, yo no creo mucho en esa democratización del arte, a veces se vuelve un poco aburrido, un poco mediocre. He visto discursos culturales muy abiertos, muy patrocinados por ese arte para todos que nunca será tan así, no se trata de elite, se trata de sensibilidad, en ese sentido los libros llegan a los lectores que deben llegar. A mí no me aterra que me lea un par de personas y nadie más. Me aterraría mas ser objeto de consumo social, la poesía es subversiva desde siempre porque el acto de escribir lo es, por lo mismo a veces uno cae en panfletos y esas cosas, no sé, quizás estoy equivocado, pero no me gusta mucho el discurso tan abierto, he visto lugares donde se supone que hay mucha poesía, pero toda es muy mala, y es por eso, hay gente que escribe y que no tiene que decir, hay tantos chicos escribiendo para que la mamá se sienta orgullosa, o para enamorar novias, es un acto prefabricado, hay mucha poesía decorativa.

—¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?

—En estos momentos estoy preparando la reedición del libro Brian, el nombre de mi país en llamas, un libro que autoedité el año pasado y que tengo la posibilidad de volver a publicar en una editorial más grande acá en Chile. Esto me permitirá mover un poco más el libro. El gran problema de las autoediciones, que a mí me parecen heroicas, es precisamente la difusión, cuesta mucho mover los libros, y creo que Brian, mi librito, merece leerse un poco más. También armando antologías, unas lecturas, a veces uno necesita juntarse con amigos, leerse, y quererse que es un poco parecido, quizás.

 

De Corazoncito / Noche (2002)

Yo podría ser tu Frida

Yo podría ser tu Frida

Porque me dejo el pequeño resto de púber / pelillo todo femenino / barbilla toda de machito / descuidada en mi labio superior

Yo podría ser tu Frida

Y someterme, toda postergada a tu sonrisa para dejarte instalado el retrato de familia con los hijos que no tendremos

Yo podría ser tu Frida

Y vestirme con traje de caballero para que puedas unir cada pedacito ceniciento de mi pelo / Y llevarte en el pensamiento / Y dejar tus sueños arriba de la cama, como la muerte / como tu cuerpo

Yo podría ser tu Frida

Para perforarme las orejas, para sellarme la columna con tu metálica entrecruzada de piernas, y dejarme hambrienta de Rivera, arrebatada de india / híbrida para la noche

Yo podría ser tu Frida

Y declararme las tristezas en el pelo (me lo borras, anudado, reconvertido, me armo trenza desperdicio)

Yo podría ser tu Frida

Y llevarte a compartir la oralidad en los lugares públicos donde nos encontramos casi siempre y dejarte aniquilado, perdido/ arrinconado de besos sucios, para escribirte como si no nos conociéramos

Yo podría ser tu Frida

Porque me tienes esperándote, para atravesarme con lo que me queda de tu cuerpo / metal / sangrando / surcado / como marca.

 

De Cariñoniñomio (2007)

II

Bellos y desamparados en medio del mito inaugural de las
masturbaciones afectivas, el desmonte y el acople de la larga
separación carnal, y yo soy el único responsable de esa imagen.
Y el dolor parecía una película que no vimos, en la felpa rosada
y angosta que se cuela por tus manos cremosas y tus bocas cansadas.
Ahí estábamos, jugando a ser novios nuevos y lastimar
a los otros que quieren bailar con nosotros,
y a pesar de lo delicado que te salen los abrazos,
a pesar del desencanto y la burla, estás felizmente discriminada,
rechazada por la ropa y mi maltrato.
Muerto de miedo, despacito, siempre despacito,
te llevo a bailar donde alguna vez me dejaron solo.
Te llevo a todas las partes de mi vida del antes que te conociera
y ese antes de conocerte se vuelve siempre tan terrible de pensarte
en el pasado detenido a ese inicio sin mí
ahora de lejos te veo crecer y bailar en la rutina mortuoria
de otros cuerpos ofreciendo poemas sin terminar
Ahora te veo la cicatriz del abuso que te gusta tanto
sobre marcar como víctima
para que te quieran más,
todas estas las abandonadas del continente.