Robin Wood es, probablemente, uno de los más prestigiosos creadores contemporáneos de historietas; tenemos que añadirle casi un centenar de personajes nacidos para sus trabajos en los que podemos inducir una profunda filosofía existencial que se traduce en actos y hechos factibles en el contexto histórico en el que centra sus obras. Entre ellos una larga retahíla de nombres, a veces impronunciables para el lector hispano, aunque él sea un paraguayo poco corriente: de padres australianos (pero nunca conoció a su progenitor según las diferentes biografías consultadas), nació en Nueva Australia (San Cosme, Caazapá, en 1944) en el seno de una colonia de ascendencia irlandesa en plena selva paraguaya; su abuelo fue quien alimentó sus años de infancia con relatos cargados de exotismo en los que explicaba sus viajes.
Tras finalizar sus estudios primarios, a los doce años abandona su casa y parte en busca de futuro: ejercerá los más diversos oficios, desde el clásico campesino a conductor de autobuses; emigrante, al fin, llega a Buenos Aires donde conocerá la triste realidad de esa gran ciudad rodeada de campamentos de desarraigados y en donde ni la propia policía bonaerense se atreve a entrar. Entonces decide entrar en la Escuela de Bellas Artes, se forma como dibujante y guionista; conoce a Luis Oliveira que lo introduce en el sector y hacen posible uno de los personajes más emblemáticos de la historieta en el Cono Sur: el filosófico general sumerio Nippur de Lagash (sello de 3.000 guaraníes) con el que acaba triunfando a mediados de los noventa.
Seguramente los exóticos relatos de su abuelo le han hecho también trotamundos, de tal guisa que no tiene lugar fijo y lo mismo lo encontramos en Barcelona, Buenos Aires, Asunción o Australia, aunque su residencia oficial con su mujer e hijos sea Copenhague; habla danés, español, francés, inglés, italiano, portugués...
En España teníamos hace años la célebre Editorial Bruguera; en Argentina era la Editorial Columba la que suministraba gran parte de la producción de tebeos en América del Sur. Entre las historias que montó este autor paraguayo (pero de formación argentina), tenemos Anders, Chaco, Gilgamesh, Dago, Dax, Dennis Martin, El Cosaco, Helena, Jackaroe, Kayan, Kevin, Pepe Sánchez, Savarese, Mark, Martin Hel, Mojado, Morten, etc. Toda una pléyade de historietas que han alimentado sucesivas generaciones de lectores y, entre los autores de culto, Wood que se ha mantenido en candelero durante décadas, sin duda porque ha sabido tejer historias con grandes dosis de metáforas, con el recurso a la moraleja más evidente pero, sin embargo, concediendo pocas escapatorias a la ambigüedad y un mucho al entretenimiento; al guión que atrapa y hace que el lector se convierta en devorador de historietas una vez que cae, seducido, en su fascinante mundo.
Robin Wood no sólo es guionista de historietas, se trata de un autor polifacético que alterna sus trabajos con fotonovelas, teatro, cine, televisión, estudios históricos, etc. Incluso participó en las celebraciones del V Centenario. Asimismo, en determinados momentos de su carrera, también firmó como Carlos Ruíz, Noel McLeod, Roberto Monti, Robert O’Neil o Mateo Fussari. A finales de los sesenta fundó el Estudio Gráfico y Editorial Nippur IV (Wood y dos de los hermanos Villagrán).
Con casi 40 años de exitosa carrera, un centenar de héroes creados y sus historietas vertidas a una veintena de idiomas, es una de esas figuras que salen de vez en cuando y el éxito no les desborda. Producir y continuar en candelero es algo consustancial a su carrera en este género considerado menor pero de imprescindible culto si aspiramos a que los jóvenes se adentren en el maravilloso mundo de la lectura porque, a fin de cuentas, ¿qué es lo importante? ¿El continente o el contenido? Cuando tratamos de que los chicos se aficionen por la lectura en una etapa histórica en donde sobran los estímulos, la facilidad, frente a la dificultad del esfuerzo que requiere convertirse en lector, la historieta puede ser uno de los mejores recursos aunque, lamentablemente, no tenga muy buena prensa.
Wood ha sido honrado con los más altos galardones reservados a los autores de las historietas, entre ellos el prestigioso Yellow Kid (especie de Oscar en este especializado mundo). Previamente había obtenido el premio al “Mejor guionista del mundo” en la Bienal de Córdoba. El laureado guionista tiene el don de la descripción perfecta, engarza el texto con las imágenes que nos llegan como una bocanada de aire fresco y nos hacen sentir el momento como si estuviéramos allí. Detalles concretos y toda la poesía imaginable al servicio del texto, aunque intercale imágenes breves y sutiles donde todo se conjuga como las piezas de un mecano.
Podríamos centrarnos en su prolífica obra publicada, lo que nos llevaría a tener que profundizar en la mayoría de sus personajes, pero sería una tarea ardua y, posiblemente nos quedaríamos cortos. Así que, conscientemente, nos centramos sólo en los que le ha dedicado su país de nacimiento en formato de sello de correos. Tomaremos, como hilo conductor, el facial de los tres que aparecieron en sellos.
Con 1.000 guaraníes tenemos a la princesa india Anahí (al fondo las inigualables cataratas de Iguazú), fue la salvadora de una muerte segura para otro de los héroes filatelizados (Dago). Wood nos muestra la vida y la historia de la pueblos aborígenes en tiempos de la conquista, aunque lógico sea decirlo, quizá como historiador no esté muy de acuerdo con su relato que, llegado el caso, se sumerge en el clásico libelo o panfleto populista sobre el teórico daño que los españoles causaron en América hace 500 años y del que nos culpan, en algunos casos, a nosotros. Cuando hay países que alcanzaron la independencia hace mucho tiempo y vivieron más tiempo en esta situación que como colonia y, curiosamente, fue en esta segunda etapa donde también se cometieron grandes estragos con las poblaciones autóctonas, en algunos casos, incluso desaparecieron a finales del XIX y principios del XX: nada que ver con los españoles del XVI (la corona de Castilla) y, quizá, sea ese el punto débil de esta encantadora historia. Si alguien se interesa de verdad por ese mundo, creo que lo mejor es entrar en las misiones jesuíticas que inspiraron la célebre y celebrada La misión. Ahí descubrirán muchas claves, entre ellas la de los jesuitas que inspiraron y trabajaron con inusitada pasión con los pueblos aborígenes y mueren (llegado el caso) con ellos. Se necesita profundizar y, lamentablemente, esta no es precisamente la mejor opción de la historieta que, a pesar de todo, debemos entender como lo que es: una historieta.
Nippur de Lagash, facial de 3.000 guaraníes, nace en 1967, se trata de un héroe del imperio sumerio cuya vida transcurre en el tercer milenio a.C. y cuyas aventuras llegan hasta 1995. En total aparecieron más de 400 episodios y, oficialmente, el personaje no se dio por finiquitado. Los dibujantes han sido varios en el largo período en que mantuvo su presencia en el mercado (casi tres décadas), Lucho Oliveira, Enrique Villagrán, Jorge Zalfino, Ricardo Villagrán (hijo de Enrique), Sergio Mulko y Muller. En este personaje, Wood nos ofrece una de sus clásicas y características narrativas: la historia y la aventura, con su tono épico, confieren al personaje una grandeza que atrapa al lector desde la primera a la última viñeta; lo dota al mismo tiempo de una ironía y un desencanto que, a la postre, marcan el estilo clásico de su creador. Aunque, es lógico decirlo, Nippur es el aventurero incorruptible, pero evoluciona, cambia, madura, con el paso del tiempo, con la transformación física (pierde el ojo) y la llegada de Hiras (su hijo). Nippur se convirtió en el filósofo divertido y sabio que diseccionará la condición humana a lo largo de sus certeras observaciones en los miles de páginas que se realizaron con este peculiar personaje que brilló con una fina prosa y nos hizo notar que se puede ser “autor de literatura” en un género considerado “menor” por el mundo de la crítica.
El facial más alto de esta serie está reservado a Dago (5.000 guaraníes); el personaje llega en 1981, fue otra de las grandes obras de Wood, con toda seguridad es el más famoso de sus “hijos literarios”, está ambientado en el Oriente de Europa (XVI) y narra las aventuras del veneciano Césare Renzi; fue tal el éxito que en 1995 tenía su propia cabecera en el exclusivo mercado italiano. Dago es el renegado actor de las grandes guerras europeas, era el joven noble que sobrevive a la matanza de toda su familia perpetrada en 1510 y que, recogido por una nave pirata, será reclutado como esclavo; en una de las mil batallas llega a salvar a Barbarroja que le devuelve la libertad y se embarca para el Nuevo Mundo en los tiempos de la conquista, llega hasta Perú y después a las cataratas donde acaba conociendo a la que será su salvadora, la bella india Anahí.
En cuanto a temas hispanos o al menos relacionados con España, en 1991 produjo Ibáñez, fue la primera colaboración de Wood con el gran ilustrador Enrique Breccia, se trató de una larga historia ambientada en la España de Carlos V. En 1995 produjo para el mercado italiano L’impiccato con diseño de Leandro Sesarego, una historia centrada en un marinero que viajó con Cristóbal Colón a la conquista del Nuevo Mundo. También podemos encontrarnos otra cita española en El ángel, que se desarrolla en Toledo. Puede que exista más material, lamentablemente no conocemos la totalidad de su producción.
Los sellos fueron realizados por Carlos Gómez (Anahí), Luis Oliveira (Nippur) y Alberto Salinas (Dago). La emisión se puso a la venta el 27 de mayo de 2004, fueron lanzados en pliegos de 25 efectos y se imprimieron 20.000 series completas.
Referencias