Letras
Acerina y Tanausú

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Se escuchó su voz,
dicen algunos.
—¡Vacaguaré!—, grito el mencey,
prefiriendo morir a ser cautivo.
Y se negó a comer
para llegar más pronto
a su destino.

Sería el último rey
de aquella isla, de Aceró,
en La Palma canaria sacudida
por la fuerza imperial
de aquellas huestes
de la Castilla dominante
y expansiva.

Y la mujer cuyo amor
le había ganado
a un pedazo de cielo, Mayantigo,
con el mismo grito,
desafiando suerte,
eligió también la muerte
por camino.

Y echóse a la tumba
estando viva,
arropada con pieles, Acerina,
la de los ojos negros,
la de palmera sangre,
que encuevada hacia la muerte
honró la vida.

Y murió Tanausú,
murió Acerina
feneció la libertad en esos días
pero aquel “vacaguaré”
—¡quiero morir!—, la muerte digna,
impregnó el alma toda
de la isla…

Él murió de honor,
maldiciendo a la traición
por su ignominia.
Ella ofrendó al amor
el tributo pleno de la vida;
y trocaron en leyenda del dolor,
la virtud y la injusticia.

 

Nota del autor

Existieron pobladores en las Islas Canarias antes de que el expansionismo del por entonces reino de Castilla se adueñara del lugar. En la isla bonita, La Palma, el rey Tanausú era, para 1493, el último líder de resistencia a los conquistadores, pero fue víctima de una trampa de aspecto conciliador y capturado, dejándose morir en las circunstancias. Su pareja, la princesa Acerina, cuyo amor había ganado en combate con otro líder llamado Mayantigo (Pedazo de Cielo), optó por el mismo camino que su esposo.

A partir de esta historia y en homenaje a aquella resistencia honrosa y los vínculos personales que hoy lo unen a la vida palmera, he escrito unos versos que no tienen pretensiones épicas sino simplemente humanas y sociales.

Más información sobre la princesa Acerina, el rey Tanausú y Mayantigo, puede hallarse en Wikipedia: