Letras
Esperando a Claire
Extractos

Comparte este contenido con tus amigos

Alucinación

Alucinatoria pócima
de raíces amargas arrancadas
al húmedo subsuelo del bosque,
en las postrimerías de agosto,

del cazo ardiente a mi garganta
un viaje por zonas oníricas,
por pantanos, selvas, cavernas,
por marañas inextricables,
ardiendo de fiebres palúdicas.                                                                                                                      

Moriré de consunción, de llamas,
de bestias palustres persiguiéndome
por ciénagas y junglas vírgenes
en la edad sáurica del planeta.

Dame la mano tú, esposa, Claire,
dame la mano desde la luz,
y arráncame de un fuerte envión
de esta pesadilla criminal
rodeándome de ratas y ofidios.

Oh viajar por este aquelarre
de demonios, trasgos y brujas,
gritando ensordecedoramente
en su danza en torno a las llamas
con mi cuerpo sobre la hoguera.

Alucinación, delirio,
desvarío de mis sentidos
atrapados en el narcótico
de una poción de raíces amargas.

 

Finales de agosto

A fines de agosto las zarzamoras,
los hongos de súbita aparición,
el vaho vesperal del relente,
y la mudez de los pájaros
desconcertados en la transición.

De prisa por entre los árboles
en el bosque cercano a casa,
antes de que el atardecer
arroje su túnica azabache,
y extravíen mis pasos el rumbo
vagando entre espíritus y aullidos.

Nadie habrá, sin embargo, en casa
cuando llegue exhausto, perseguido
por mi propia sombra y la imagen
de pupilas febriles observándome,
clavándome su ardiente mirada.

¿Qué haré cuando la casa toda
se pueble de musitantes voces,
y vaya por las habitaciones
buscando tu vital alianza
de violín apagando conjuros?

¿Y cómo podré penetrar en el sueño
rodeado de tanta fantasmagoría,
acribillado de rojas pupilas
de seres demoníacos
asediando mi nocturna casa?

 

Impreciso

Impreciso de color ensueño
con todas sus letras dispersas,
rebosante de sólido misterio
en el entrecruce de las cábalas,

bardo, apaga tu vieja cítara
en la gruta de las apariciones,
y míralos avecinarse
desde lo profundo de los sueños,
míralos tomar forma y contorno
sin delatar su identidad
de tránsito por las máscaras.

Volátiles seres de la hora vesperal,
quienquiera que seáis o estéis,
o no seáis, ni estéis, ni existáis
en la presunción de los no-videntes,

llamadla desde vuestra entelequia,
llamadla desde vuestros números
invisibles revoloteando,
desde vuestras dispersas entidades.

Bardo apagará su cítara
en la mudez de los destinatarios,
y los verá acercarse, acercarse
hasta casi tocar la realidad,
hasta casi adivinar sus rasgos,

y ella prófuga por lo transitorio,
prófuga por máscaras y ensueños.

 

Para que vuelvas

Para que todo tenga sentido,
para que el sol se levante
por el orto, y alcance su cenit
en el mediodía ecuatorial,
y siga su marcha hasta hundirse
entre las llamas del poniente;

para que los ríos desciendan
desde las cimas coronarias,
y crucen raudos las llanuras
irrigando los sembradíos,
hasta deponer sus turbias linfas
en la embocadura de los mares;

para que las abejas liben
en el cáliz vegetal su néctar,
y vibre de gozo la colmena
en el roce sexual de los élitros,
hasta que la miel cuaje y las celdas
reverberen de rubia ambrosia;

para que las rosas carnales
destilen su perfume insigne
en su alambique prodigioso,
y se emborrache el jardín de efluvios
paradisíacos emanando
desde las entrañas de la tierra;

para que repiquen las campanas,
y cante el ave en el atardecer,
y lleguen los trenes a su destino,
y comiencen a caer las hojas,

regresa amor a tu tibio nido,
donde alguien idéntico a tu amado
escribe por mí estas palabras,
para que sí, para que vuelvas,
para que todo tenga sentido.

 

Persigo tus huellas

Por los mercados bullentes de idiomas,
a través de los bosques poblados
de vuelos, murmurios y raíces,
en el silencio ensordecedor
de los cementerios y museos,
sobre las islas desperdigadas
por océanos, lagos y mares,
en cada porción del espacio terrestre

persigo tus huellas, poesía,
sigo tu rastro invisible dejando
un reguero de púdico perfume.

En el huerto irisado de pétalos
abrí los brazos para atraparte,
y ya habías huido, poesía,
en las playas del atardecer
tracé tu nombre sobre la arena,
y te borró el mar lleno de voces.

¿Adónde irán mis pies infatigables
en pos de tu deidad ubicua
que llena el mundo de música sublime,
y callas oculta en la flor y el remanso?

Divina doncella desnuda,
a tus senos desnudos acerco
mi boca sedienta de ambrosia,
pero antes de apretar los labios
ya no estás, o estás y no te toco.

Novia fugaz de mis febriles sueños,
seguiré tu rastro invisible
hasta que la edad me arroje su manto,
y quiebre la muerte mi perseverancia.

 

Setas

Ya las primeras setas
emergen desde la tierra,
como una aparición
de seres intraterrestres
viajando desde el subsuelo
hacia la húmeda dimensión
del temprano otoño.

Extraña su figura
de gnomos vegetales,
o de catedral silvestre,
con su turgente cúpula
sobre una única columna.

Las veréis en su súbita
aparición matinal,
diseminar por el bosque
sus solitarias torres,
o agruparse en colonias
de monjes afanosos,
rezando en silencio
en su comunidad.

Vendrá la graciosa ardilla,
y roerá con descaro
tu techo de sombrero alón,
o manos desaprensivas
te arrancarán de raíz
arrojándote a un cesto,

y terminarás tus días
como exquisito manjar
en la cacerola,
en un suculento guiso
de ingredientes vegetales,
sin pena ni gloria en la mesa
del amo y señor del planeta.

 

Veredicto

De la poesía a la eternidad,
un largo camino por una jungla
de ojos ensañados en tu grafía,
destilando sangre, ira y veneno.

Caerán sobre ti como aves de presa,
no dejarán letra sobre letra,
te arrancarán las pausas, los adjetivos,
vomitarán sobre tus mejores piezas,
y a lo largo de tristes decenios
te concederán una tregua
admitiendo tus pobres engendros.

¿Dónde estarás tú, amada criatura
de temblorosos pies y contorno,
cuando tu padre legítimo sea
sometido a juicio y arrojado
al sótano de tinta muerta?,

¿quién, en el temporal de cuchillos,
hará leña del árbol caído,
y arderá tu substancia excelsa
en la chimenea hacia el olvido?

Pero tú me sobrevivirás, poema,
tú tomarás el camino nocturno
en la clandestinidad de los proscritos,
y al final del tortuoso túnel
una luz de luminal fulgor
te rescatará de los escombros.

Yergue, pues, tu cálamo, poeta,
yergue tu grafía en el testimonio
de quién arrojó contra el tiempo
un puñado de trémulas palabras,
y espera el veredicto en su tumba.