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Vieja verraca: la madre del supernarco Pablo Escobar

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“Verraco”, una de las palabras más fuertes y cargadas de nuestra civilización, nació entre las tribus vetonas de Celtiberia que hace más de dos mil años esculpieron en granito grandes figuras zoomorfas que representaban al jabalí, al toro, al oso y al carnero, y se erigían como protectoras del campo sobre el que velaban desde el punto más alto. El término pasó de España a América en la forma “berraco”, sobreviviendo en México con la acepción de ferocidad y fuerza sexual, y en Colombia donde aún designa a la astucia y los recursos del animal salvaje al ser acorralado.

Al borde de la muerte pero aún llena de ferocidad, la matriarca colombiana Hermilda Gaviria, ambiciosa y vengativa, da su última batalla, incapaz de contemplar el desplome de su familia. Doña Hermilda lleva una docena de años salvaguardando la labor comunitaria realizada entre los pobres de Medellín por su difunto hijo, el narco que organizó el tráfico mundial de cocaína, el mismo que no pudo lidiar con la clase política colombiana a la que enriqueció. La vieja berraca es heredera de varias generaciones de “paisas” que desafiaron a los “godos” dueños de la tierra, hija de un alcalde/contrabandista y de una actriz que sobrevivió al exilio y mantuvo a la familia con un espectáculo del folklore antioqueño. Hermilda misma arriesgó la vida en su juventud al intentar alfabetizar a los campesinos y hasta sobrevivió un ataque del ejército recién parida, con su hijo Pablo en brazos. Ahora, sumergida entre recuerdos, enfrenta en sus últimos días a sus dos peores enemigos, vengativas euménides que amenazan destruir su materno propósito. Uno es su propio sentimiento de culpa como madre corruptora. El otro está representado por los propios familiares de Pablo Escobar, dispuestos a vender la memoria del padre y esposo, para así escapar de la ruina económica y de los demonios familiares que les asolan: una esposa infantil, una hija adicta a los antidepresivos, y un hijo que duda de su masculinidad. Al lado de la doña sólo queda de una pieza su sirvienta Nubia, rescatada por Pablo del basurero donde vivía con sus hijos y que ahora tiene su propia casita que “el patrón” le dio y un trabajo firme con Hermilda en casa de ésta. O al menos eso le parecía a Nubia hasta que entraron por la puerta los Escobar.

Rubén Amavizca-Murúa, dramaturgo y director de Las mujeres de Juárez y Frida, tomó el toro por los cuernos en esta tragedia edípica de una familia que representa a la corrupta y violenta sociedad colombiana de los 70 y, por extensión, a las nuestras, herederas del consumo de drogas, del consumismo como valor supremo de la familia, de la corrupción y la violencia. Es una obra de sólida estructura y honda base dramatúrgica ensamblada con un lenguaje llano y un tema que la hace asequible al público de Los Ángeles. Surgió en colaboración entre Sinergia, compañía de Amavizca de firmes raíces angelinas, y Ta’yer, del productor colombiano Fernando Castro, de quien provino la idea de Una vieja muy berraca. Protagonizada por la actriz argentina Mary Nieves, secundada por actores de varias compañías angelinas, debutó en junio en el teatro Frida Kahlo de Los Ángeles, en español, y a mitad de mes continuarán las funciones en inglés.