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José Emilio Pacheco recibe homenajes por sus setenta años
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La Medalla Bellas Artes, honores en El Colegio de México (Colmex), la Medalla 1808 del Gobierno del Distrito Federal, una lectura maratónica de sus textos y hasta un concierto de rock, son algunos de los homenajes que recibió en junio el poeta mexicano José Emilio Pacheco, en ocasión de arribar, el martes 30, a su 70º aniversario.

El miércoles 24, la Sala Alfonso Reyes de El Colegio de México acogió la actividad “Rescritura en movimiento: homenaje a José Emilio Pacheco”, que consistió en dos mesas redondas, la intervención del poeta y la entrega de manos de Javier Garciadiego, director del Colmex, de una réplica de la escultura Semina motum, de Luis Palacios Kaim.

Pacheco se declaró “exhausto” de los premios literarios y homenajes por sus setenta años, aunque afirmó aceptarlos gozoso y agradecido. El escritor tomó la palabra para abordar un collage de asuntos, anécdotas y comentarios a la decena de intervenciones de investigadores que lo habían precedido, entre ellos el chileno Hugo Verani, Rafael Olea Franco, Carmen Dolores Carrillo, Ivette Jiménez de Báez, Edith Negrín, Luz Elena Gutiérrez de Velasco y María Elena Isibasi.

Habló de su relación con el Colmex y de la edición del primer libro referente a su narrativa: Ficción e historia, de Negrín, Jiménez e Ileana Morán; de El reino fantástico de los aparecidos, de Olea Franco, y de otros de próxima aparición dedicados a sus poemas y ensayos, escritos por Isibasi, Carrillo, Anthony Stanton y otros investigadores.

Pero sobre todo, el escritor, acompañado de su esposa, la escritora y periodista Cristina Pacheco, hizo gozar al público con la infinidad de detalles de la vida cotidiana que lo han deslumbrado y lo siguen llenando de asombro, como que en un puesto de periódicos su abuela le tuvo que explicar al pequeño José Emilio, ante el encabezado “El pan, por las nubes”, que ese alimento no se elevaba por los aires y que se trataba de lenguaje figurado, recurso que sería constante en el futuro escritor.

El 25, el jefe de Gobierno del Distrito Federal mexicano, Marcelo Ebrard Casaubon, otorgó a Pacheco la Medalla 1808, creada en recuerdo del Ayuntamiento donde se debatió por primera vez en la Nueva España el tema de la soberanía mexicana.

“Para bien o para mal soy un producto de esta ciudad”, dijo Pacheco al recibir la distinción. “Todo lo que he hecho y he dejado de hacer es consecuencia de ello. La ciudad de México fue mi cuna, es mi casa y será mi sepulcro. Estoy unido a ella por un lazo indisoluble”. Advirtió que ser habitante de la ciudad de México “es un calvario, y ser escritor, en cambio, es un tesoro y un desafío”, y comentó que su humilde aporte a la ciudad es hacer su trabajo lo mejor que puede, “a sabiendas de que, lo quiera o no, será un testimonio oblicuo o directo de cuanto nos ocurre”.

Pacheco reconoció el apoyo que le ha brindado su esposa, Cristina Pacheco, quien en su opinión merece mucho más que él esta medalla, “porque nadie como ella ha documentado en prosa, en diálogos y en imágenes lo que han sido los pasados 30 años de la vida de esta ciudad”, dijo, agregando que “ella le ha dado voz a los que forman el coro de esta ciudad sin límites ni fronteras”.

Su propuesta minutos después fue apropiada por el mandatario capitalino. “Es muy atendible, la ciudad sabrá tomar nota. Ya se votó con aplausos, fue arrollador, y es cierto, nadie como tú conoce mejor a la ciudad de México”, manifestó dirigiéndose a la escritora, quien se encontraba sentada en la primera fila.

En su oportunidad, el gobernante capitalino se refirió a Pacheco como un orgullo para la capital mexicana, y lo responsabilizó “de la adicción a la ciudad de México que se ha venido generando en todos los que aquí vivimos; eres parte de esa corriente, esa vivencia que nos hace ser adictos y gozosos en nuestra ciudad, con todo lo que tenemos, con todos los gobiernos federales que van y vienen, y aquí viven, de todas maneras cada vez que te leemos nos llenas de optimismo y cariño por nuestra ciudad”.

Por su parte, el coordinador de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, Enrique Márquez, advirtió que las metrópolis casi no premian a sus poetas, “porque a veces ellos, seres inescrutables o escurridizos, no sólo desconfían de los premios, sino de contar con los méritos de una obra. Las ciudades casi no premian a sus poetas, porque ellos, a la hora de escribir sus inventarios, suelen ser los críticos más punzantes del poder y de su tiempo”.

Por ello señaló que entregar la Medalla 1808 al poeta José Emilio Pacheco “es un día especial para el gobierno de la ciudad, de esta ciudad abierta y libertaria, donde germina toda suerte de vanguardias y en la que existen mil y una razones para creer en ella”.

Uno de los homenajes más singulares recibidos por el escritor fue el concierto de rock que, al grito de “¡Pachecos, uníos!” y tras una maratónica lectura de sus poemas y la proyección de un video-homenaje realizado por Rocío Cerón, protagonizaron durante cerca de seis horas, el domingo 28, diversos grupos de rock como Nine Rain, Panteón Rococó, Los Magníficos Impostores y Clorofila (Nortec), en las áreas verdes del Centro Nacional de las Artes (Cenart).

Las palabras de Pacheco hacia los jóvenes, que empezaron a llegar alrededor de las 11 de la mañana, fueron breves y cálidas: “No voy a leer un discurso. Me limito a dar las gracias por su presencia y a rogarles que me disculpen, porque, contra mi voluntad, no puedo acompañarlos. La temporada de lluvias exigió un horario que se cruza con el momento en que debo recibir la Medalla de Bellas Artes. Por tanto, contra mi voluntad, no puedo estar con ustedes. En cambio, el martes no habrá problema, tengo el día entero a mi disposición. Qué mejor manera de celebrar mi cumpleaños que con esta compañía”.

Acompañado por su esposa, por la titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Consuelo Sáizar; por la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Teresa Vicencio, y por el director del Cenart, Benjamín Juárez Echenique, consideró: “En el fondo, creo que está bien así. Lo de hoy es una fiesta de la juventud y uno debe tener la discreción de permanecer al margen y cederles todo el escenario. Ustedes me han dado el mejor regalo: apropiarse de lo que escribí, hacerlo suyo, prolongar su efímera vida desde perspectivas que yo ni hubiera alcanzado a imaginar”. El poeta recibió un aplauso de los jóvenes presentes antes de bajar del templete y partir hacia el Palacio de Bellas Artes.

Allí, en la Sala Manuel M. Ponce, Pacheco recibió la Medalla Bellas Artes de manos del secretario de Educación Pública de México, Alonso Lujambio. El escritor agradeció el gesto asegurando: “hoy es el primer día del resto de mi vida”. Se dijo emocionado “al doble o al triple” y recordó que a lo largo de su homenaje nacional había hablado “como nunca. Ahora, ha llegado de nuevo la hora de guardar silencio, de seguir trabajando”, expresión ovacionada por el público que lo cobijó con cariño.

Insistió en que el éxito que se le atribuye por su desempeño dentro de las letras de México e Hispanoamérica, no se debe a él mismo, sino a sus libros y a sus lectores, quienes siempre los han recibido con infinita bondad, tanto a los títulos de narrativa como de poesía y todas sus traducciones.

Lujambio subió al escenario acompañado por la titular del Conaculta, Consuelo Sáizar, para entregar al homenajeado la presea referida. “En víspera de sus 70 años entrego la Medalla Bellas Artes al poeta, al narrador, al ensayista, al periodista, al miembro destacado de El Colegio de México y al traductor José Emilio Pacheco”, apuntó el titular de Educación Pública.

Recordó que su generación leyó Las batallas en el desierto, libro de Pacheco que, dijo, lo marcó de manera definitiva. “Yo, personalmente, debo mucho a este autor, uno de los más grandes pensadores mexicanos de esta época”. Luego impuso la medalla y entregó el diploma respectivo.

Antes, el intelectual Carlos Monsiváis transmitió, en la misma ceremonia, un mensaje del escritor Sergio Pitol, en el sentido de que “estoy a favor de los homenajes a todos nosotros. Que nos despidan, ¡pero que nos despidan bien!”, recado que Pacheco agradeció al tiempo que asintió con la cabeza.

Monsiváis agregó que Pacheco es un escritor que sin protagonismos ha sostenido por más de medio siglo su compromiso con la literatura. Va del rigor al sentimentalismo, dijo, y se manifestó convencido de que, si algo lo define, es su vínculo con las tradiciones.

Por su parte, Elena Poniatowska, autora del emblemático libro La noche de Tlatelolco, tomó la palabra para leer un texto de su autoría en el que se refiere a la relación que existe entre José Emilio Pacheco y los jóvenes lectores, y aseguró que éstos “se arrodillan ante este poeta y escritor”.

Otra amiga entrañable del homenajeado, Margo Glantz, pidió que los textos que Pacheco escribió en su columna “Inventario”, sean reeditados, pero exigió que, por favor, “José Emilio no les meta mano”. Eso, en referencia a que se trata de un autor que permanentemente se corrige a sí mismo.

Invitada también fue Francisca Noguerol, de la Universidad de Salamanca, quien actualmente tiene la tarea de elaborar la antología de Pacheco y quien mencionó que el galardonado es un polígrafo caracterizado por la vitalidad, pluralidad y continuidad de su quehacer dentro de las letras.

El moderador de la mesa fue el académico Vicente Quirarte, quien recordó que hace 20 años, en ese mismo sitio, un grupo de amigos se reunió para celebrar los 50 años de vida de José Emilio Pacheco. “Hoy, lo celebramos, nuevamente, para felicitarlo por sus 70 años y su Medalla Bellas Artes”.

Fuente: La Jornada