Artículos y reportajes
Mario Benedetti
La tenacidad de un sueño

Mario Benedetti

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En un encuentro de momentos poéticos y vivenciales se va envolviendo la lírica de Mario Benedetti. Nostalgia de la cotidianidad dejada en su lar nativo, del amor compartido con la soledad del exilio. Poesía y prosa que fertilizó ante el deseo de redención de odios políticos y la utópica calma y convivencia a costa del olvido.

La repercusión de su sensibilidad por el país se manifiesta en una actitud crítica tanto hacia los determinismos políticos como ante los deshumanizados cambios profundos, que carecían de esperanzadas estridencias sociales propias de las grandes propuestas transformadoras. Reflexiones expresadas en su obra literaria, sobre todo en Despistes y franquezas, collage de géneros literarios con que el escritor metaforiza, a través del juego discursivo, la desarmonía y desaciertos del mundo actual. Siente que cuando se pierden las huellas es muy difícil rescatar y realizar los sueños.

Poeta que aún al final de sus días creía que la reconciliación debe superar la desesperanza originada en la involución deformante que ha sufrido el ser humano. Ideas que nos llevan a profundizar en su código personal, subjetivo, que se afilia a propuestas de diálogo entre las circunstancias sociales del Uruguay de los años setenta, y su concepción poética con rasgos neorrománticos, según leemos en La casa y el ladrillo. Poesía de memoriosa ternura cuando dice en Bodas de perlas: “Siempre hay un finísimo llanto un placer / que a veces ni siquiera tiene lágrimas / y es la parábola de esta historia mixta / la vida a cuatro manos / la alegría en que nos apoyamos”.

Su pasión por la actualización de la poesía asoma en la palabra sencilla, cotidiana, ágil, escrita posiblemente en la penumbra de un hotel o en la solitaria multitud de la antesala de algún avión, a pesar de lo difícil que le resulta interpretar el “No sé qué dice el viento del exilio”. Un acaso lleva a suponer que el tono confidente del recuerdo pueda matar la melancolía, a sabiendas de que la poesía es su catarsis; porque “El poeta es consciente de que la palabra es su instrumento; nada más ni nada menos”. Pienso que es un acto introspectivo de desencuentro con el presente que rechazaba. Un expresionismo poético transformado en un “Yo” vivencial elimina toda posibilidad de mímesis, para buscar la intratextualidad en su propia vida abrumada por el contexto político uruguayo, metaforizado en los versos que dicen: “De tanto mirar al país se me fue desprendiendo la retina”.

Más allá del traumático exilio se define un agudo lector de los signos que definen el tiempo de Latinoamérica en la década del setenta; un Benedetti fuerte ante la adversidad. La poesía de entonces no es un mensaje melancólico y epitáfico, es la lírica de auténticos valores tejida con hilos de libertad. A veces descontextualizada a causa del deambular, como paseante obligado, por lugares que se entrometen en los poemas, como un aquí extraño pero inmediato o el allá fragmentado por el barroco dramático de una dictadura militar; siempre en búsqueda de un camino hacia mundos y vidas solidarias y compartidas, porque “Cuando ya nadie sea capaz de retomar el hilo de la antigua oración. Habrá que empezar a tejer otra, a compaginar otra en que las palabras no serán las mismas, que en ese entonces aparecerán como debiluchas, anémicas, vacilantes, excesivamente cautelosas, pero con el tiempo irán recomponiéndose, inventando”. El escritor nos habla de un cambio de sintaxis en una sociedad nonata. Fragmento que desde Primavera en una esquina rota suda el dolor testimonial del perseguido político. Sin perder el fondo sensible que siempre lo trasciende, Benedetti acude al metadiscurso para hablar, entre otras cosas, de “Palabras flamantes desde las cenizas de otras prematuramente calcinadas”. Sobre todo para renacer “Sin la amargura que es torva, y además nos recluye y segrega”.

La exteriorización de sus pensamientos y la urgencia por escribirlos revela que la formulación verbal pudiera condicionar un futuro soñado y diferente; más allá de los no lugares: rascacielos, aeropuertos, intramuros citadinos, estaciones de tren que se convierten para el poeta en la violencia espiritual de la pérdida de identidad y pertenencia. Por eso lleva un ladrillo a cuestas: “Para no olvidar cómo era su casa”. La imagen literaria trata de despertar la somnolencia de un momento social enfermo mediante el traslado del tiempo histórico al tiempo estético. El ladrillo es la respuesta alentadora para construir un mundo posible con las huellas que preservan el patrimonio espiritual. Es el discurso perseverante para que, a pesar de la fragmentación social, se pueda lograr la armonía, más allá del odio, un hondo humanismo que asume el escritor como respeto por las ideas en Latinoamérica.

Quien busque en Benedetti la agrietad sectaria o la alienación propagandística ignora que el espíritu del escritor se muestra inalienable, en un terreno de conciencia social donde la imagen literaria se conjura alrededor del poder mágico del respeto humano, del amor y la amistad. Su concepción dialéctica se expresa en la espera de que las contradicciones puedan llevar a su país a una convivencia entre sociedad, pensamiento y naturaleza. El socialismo no dogmático de Mario Benedetti logra en su literatura el rechazo a la antipoesía deshumanizada de la violencia, para repensar un mundo hecho de conjunciones que superen los fundamentalismos y el pensamiento único. Una actividad creadora que sólo en libertad logra ser arte.

Arte literario que en los últimos años del escritor uruguayo se va transformando en un sentir irónico acerca de lo cotidiano en el vivir del hombre actual. Siente que las transformaciones sociales y el desarrollo tecnológico superan la disposición humana para comprenderlo e interiorizarlo. Un nuevo contexto donde la educación, la amistad, el amor, la literatura se hallan distorsionados, destituidos o perdidos, su preocupación lo lleva a decir “No estoy seguro de poder habituarme”. Su formación espiritual no le permite concebir la literatura como un puro estimulante erótico y sexual; hablar del amor no en función de la comunión íntima entre dos personas sino un objeto de placer momentáneo.

Leer Despistes y franquezas es adentrarnos en un Benedetti que profundiza la presente problemática humana, sin metas ni logros espirituales; tanto en el Tiempo que no llegó y en los demás capítulos reflexiona, a través de personajes, en los cuales la carencia de libertad restringe la evolución del ser humano. “Todo es transitorio... todo es provisional”. El hasta ayer exiliado en otro país es ahora un exiliado en su propio tiempo y espacio. Sin embargo la condición espiritual de Benedetti esperaba y desde la eternidad de los poetas esperará un cambio de actitud en el juego de la vida.

 

Bibliografía

  • Benedetti, M. (1976). La casa y el ladrillo. México: Siglo XXI.
    —. (1983). Primavera en una esquina rota. La Habana: Casa de las Américas.
    —. (1990). Despistes y franquezas. Madrid. Alfaguara.
    —. (1991). La realidad y la palabra. Barcelona. Destino.
    —. (1996). Andamios. Buenos Aires. Seix Barral.
  • Yurkievich, S. (1978). La confabulación de la palabra. Madrid. Taurus.
  • Sánchez Vázquez, A. (1993). Las ideas estéticas de Marx. La Habana. Instituto Cubano del Libro.
  • Vázquez Montalbán, M. (1992). “Benedetti o el romanticismo ante el tercer milenio”. En: Anthropos (132), 61.