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Divagando en torno a la música de acordeón y bajo sexto

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A Viridiana

La memoria colectiva,
la política y la mafia
retadores de la muerte
cuántos vamos a quedar

(Montoya, Retadores de la muerte, 2008).

Los Alegres de Terán1

Soy hijo de dos pasiones: la historia y la música, particularmente de aquella que muestra su rostro más acabado en Los Alegres de Terán, en Los Relámpagos del Norte, en Los Troqueros, en Los Hermanos Banda de Salamanca, en Los Regionales del Bravo de Margarito Calero Martínez, en Carlos y José, en Los Invasores de Nuevo León y por supuesto en Los Tigres del Norte.

 

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Manifestaciones populares como la música de acordeón y bajo sexto han sido, desde hace siete años, objeto de nuestra investigación. Los actuales estados de Nuevo León, Tamaulipas y el valle de Texas, constituyen la región en la que surgió dicho género musical. Su vigencia radica en las funciones sociales con las que cumple, sin omitir el papel que desempeña la industria cultural. Destacando el señor Servando Cano, empresario regiomontano que tomó la estafeta dejada por Felipe Valdés Leal, otrora defensor y promotor de la música de acordeón y bajo sexto.

 

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La música de acordeón y bajo sexto proporciona identidad a los habitantes del norte de México, región configurada a partir de las migraciones europeas durante la primera mitad del siglo XIX —musicalmente hablando—, provenientes de territorios que en la actualidad son Alemania, Polonia, Austria, Rusia. Con estos migrantes llegaron también el acordeón, la polka, la redova y el baile de salón. Con el trascurrir de los años y las décadas esta música de origen europeo se adaptó a una realidad distinta involucrándose diversos factores como la geografía histórica, el clima, la alimentación, los problemas sociales que, ni duda cabe, eran distintos a los europeos, lo que orientó las temáticas en otro sentido.

 

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Crecí viendo en casa —sobre todo cada 10 de mayo y en los onomásticos de mi abuelita materna Concepción Cano— a varios de los citados intérpretes de dicho género regional mexicano. Lo antes mencionado es entendible si consideramos que mi madre Pascuala Arias Cano y mi tía María Arias Cano, a finales de 1970 y principios de 1980, ejercieron la interpretación musical de manera profesional, desenvolviéndose en palenques y en caravanas que recorrían el centro y sur de la República Mexicana.

 

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La música de acordeón y bajo sexto se configuró durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX a partir de la influencia europea. El norte, un territorio relativamente nuevo, no opuso gran resistencia a las propuestas musicales provenientes de países como Checoslovaquia, Polonia, Austria y Alemania, principalmente. Es muy probable que esa “inmediata” aceptación de los ritmos europeos en boga tales como la mazurca, el schottisch (que derivó de chotis), la varsoviana, la polonesa y la polca, se debiera al florecimiento de la minería por la creciente demanda de acero; por las posibilidades de transporte creadas con las vías férreas y por la colaboración de gran numero de ingenieros franceses, alemanes, ingleses y norteamericanos. De los “salones” y fiestas de esa burguesía extranjera, los ritmos pasaron pronto a la calle y a la cantina, donde mineros, peones y comerciantes, los diseminaron por todo el territorio.

 

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En lo que se refiere a la historia, sin el afán de legitimarme ante nadie, es tan valiosa como la musical pues mi abuelita materna tuvo la fortuna de ser testigo durante la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera en el Bajío mexicano, en Pénjamo, Guanajuato. A su vez fui bendecido con sus experiencias y charlas que por muchos años me compartió cuando niño. Amén de lo señalado, la familia Arias es descendiente consanguínea de Miguel Hidalgo y Costilla.

 

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Ramón Ayala Garza conoció a Cornelio Reyna Cisneros en la cantina El Cadillac de Reynosa, Tamaulipas, allá por 1950. En aquel entonces el primero se desempeñaba como bolero y el segundo al lado de Juan Peña daba vida al Dueto Carta Blanca. Quién diría que aquellos dos chamacos con el correr de los años se convertirían en uno de los iconos de la música de acordeón y bajo sexto, al lado de Los Alegres de Terán, Los Montañeses del Álamo y Los Doneños.

 

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José Juan Olvera, en su ensayo Música, frontera e identidad en el noroeste, afirma que no debemos denominarla “música norteña”, sino “culturas musicales norteñas” o “músicas norteñas”. Pero qué es el norte, para quién es el norte; la percepción va cambiando entre más al sur del continente nos encontramos. Cuáles son las características que comparte ese norte, musicalmente hablando, y es que las delimitaciones geográficas no son suficientes para separar a los colectivos humanos que comparten un pasado y un presente cultural que no pueden ser borrados por la división política. Un país es una delimitación política producto de intereses, pero el sentimiento de pertenencia a una cultura se determina por factores intemporales.1

 

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Con “música norteña” nos referimos a distintos géneros, estilos, ritmos, arritmos, arreglos. Ésta puede ser Julieta Venegas, Los Tucanes o el Colectivo Nortec en Tijuana; pasando por Ciudad Obregón, Sonora de donde son los Hermanos Vega. De ahí nos vamos a Ojinaga, Chihuahua con el Conjunto Primavera; en Nuevo León con Marrano, Celso Piña, El Gran Silencio, Gloria Trevi, Dueto Estrella, Pesado; en San Luis Potosí con Severiano Briseño y Elías Chessani, y terminamos en Tamaulipas con Rigo Tovar y Reynaldo Martínez. Es un término vago, demasiado amplio; el espectro que abarca es tan grande como el Golfo de México.

 

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Si ustedes escuchan con atención al conjunto de Ojinaga es muy diferente al de Reynosa, al de Tijuana, al de Monterrey e inclusive al del Bajío mexicano, porque aunque muchos lo ignoren, Guanajuato, por ejemplo, ha hecho aportaciones trascendentales a la “música norteña”: instrumentos como el bajo sexto, melodías como El Pávido Navido, agrupaciones, intérpretes y compositores de la talla de José Alfredo Jiménez.

 

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Propongo conceptualizarla como música de acordeón y bajo sexto, sobre todo si consideramos que éstos son los instrumentos base del enunciado género musical mexicano, asociado, por cierto, a los grandes conglomerados humanos. Inclusive me parecen válidos los términos “Chirrines” y/o “Troqueros”, el primero de ellos aplicado en Sinaloa y el segundo referido en León, Guanajuato.

 

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Es cierto que regiones del sur de Estados Unidos comparten como característica el uso del bajo sexto y del acordeón. Sin embargo hay diferencias: el idioma, las temáticas, los arreglos, los estudios de grabación y hasta la vestimenta. Mientras que para las agrupaciones mexicanas es fundamental el salir bien presentables a cada una de sus actuaciones, los intérpretes de Tex Mex trabajan ante su público de una manera diferente, para ellos no es tan importante cuidar la apariencia, salen desfajados, según nos compartió Javier Benavides de Los Invasores de Nuevo León.

 

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En 1821, Moisés Austin fue facultado para colonizar Texas con 300 familias estadounidenses, otras de origen alemán y polaco. Esto puede explicar por qué en el norte de México se cultiva un género musical que usa acordeón y tiene cierta similitud con el estilo sureño de los Estados Unidos. La mezcla de estilos y composición orgánica puede rastrearse a través de la propia historia de México en el siglo XIX.

 

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Mientras las agrupaciones Tex Mex tienen un sentimiento de pertenencia texano, las agrupaciones al sur del Bravo se asumen como “norteños” y como mexicanos. Mientras los primeros se hacen llamar: Boby Pulido, La Mafia, Los Palominos,Valerio Longoria,Jenifer Peña, Selena Quintanilla,Flaco Jiménez; la inmensa mayoría de las agrupaciones mexicanas anexan a su nombre el complemento del norte, por ejemplo: Los Huracanes del Norte, Los Tigres del Norte, Los Bravos del Norte, Intocables del Norte, Relámpagos del Norte, Amables del Norte, Astros del Bajío, Pingüinos del Norte, Regionales del Bravo de Margarito Calero Martínez, Hermanos Banda de Salamanca, Los Ases del Norte, Los Troqueros de Jesús Nila, Los Halcones de Valle, Los Hermanos Quintanilla. Esto debemos entenderlo y explicarlo en la Segunda Guerra Mundial y en el programa “Braceros”, mismo que implicó un complejo proceso de migración, impactando “el norte” en el imaginario del pueblo mexicano.

 

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Esto nos explica por qué, con el correr de los años, la memoria colectiva, sobre todo de los habitantes del centro y sur de México, fuera representando a este género como “música norteña”. Si nos remitimos a la historia nos vamos a percatar de que la consolidación de lo que hoy se conoce como “música norteña” se dio a la par con la Segunda Guerra Mundial y por ende con el programa “Braceros”, lo que implicó migración e intercambio musical, reitero. Fue en esta época cuando comenzó a configurarse una idealización del “norteño”. Sin duda alguna el hecho de que desde sus inicios el mote de agrupaciones e intérpretes tuviera que ver con el norte, influyó en la conceptualización de “música norteña”. Había entre líneas un sentido de pertenencia a una región, en este caso, al norte de México.

 

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Basta que comparen al grupo Intocable, de Zapata, Texas, en todos los aspectos antes mencionados, con Ramón Ayala, por ejemplo, y ustedes mismos observarán las diferencias tan marcadas. Me parece que la clave está en vivir la música y no sólo en tratar de entenderla, como alguna vez me lo dijo el líder de Los Tigres del Norte, Jorge Olegario Hernández Angulo.

 

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El corrido es referente histórico que marca diferencia entre las agrupaciones mexicanas y las texanas. El corrido cumple en varias regiones de México con una función social, por eso sigue vigente, muy a pesar de nuestros gobiernos y de la prohibición partidista que busca acallar la voz del pueblo, transmitida a través de sus trovadores.

 

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El rompimiento histórico clave para entender el momento actual de la música de acordeón y bajo sexto es 1940, cuando Los Alegres de Teránde Tomás Ortiz y Eugenio Abrego graban “Carga blanca”, de Manuel Valdés, por dos razones fundamentales: porque significó la comercialización a gran escala de este género musical, y porque se grabó un corrido de gomeros, es decir, aquel que narra historias de traficantes de drogas. El corrido es parte de la poesía popular de los mexicanos. Este hecho fue un intento por mantener vivo el espíritu de un pueblo que ha sabido reír, llorar, gritar y delatar injusticias a través de la letra cantada.

 

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Los Alegres de Terán y Felipe Valdés Leal marcaron pauta a intérpretes y agrupaciones posteriores que hicieron del corrido y de la música de acordeón y bajo sexto una forma de vida que proporciona identidad al “norteño”. A partir de ellos, dicho género musical sufrió una transformación adaptándose a los nuevos tiempos, reflejando a través de sus letras las preocupaciones y problemas propios de nuestro tiempo y de nuestras sociedades. Después de ellos vinieron infinidad de intérpretes, destacando Los Relámpagos del Norte, de Cornelio Reyna Cisneros y Ramón Ayala Garza.

 

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La aceptación y auge que vive actualmente este género musical debe explicarse en los contenidos auténticos de vitalidad y vigencia que la letra de sus canciones ofrece con respecto a las problemáticas que día con día afronta el mexicano, dentro y fuera de nuestro territorio nacional.

 

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El origen del acordeón se encuentra en la edad media, donde existía un instrumento muy parecido. La existencia de éste se conoce por algunas reproducciones como son vidrieras de catedrales, tapices y lienzos. En Occidente aparece en 1829, bajo la patente de Cyrillus Demian, quien diseñó su propio modelo en Viena. La construcción se realizó sobre el principio de la guimbarda.2 Sin embargo, es hasta 1835 cuando el nombre “acordeón” se unifica.

 

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Existen dos tipos de acordeón: el de teclado o piano y el de botón o cromático.3 El primero se extiende a lo largo de Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Checoslovaquia y Polonia, mientras que el cromático se clasifica según el acomodo de los botones, en tonos y acordes; existen varios sistemas, entre ellos el italiano, el finlandés y el nórdico.

 

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La música de acordeón y bajo sexto constituye una fuente para el estudio del habla popular del mexicano, no sólo del “norteño”, sino también del habitante de Guanajuato, de Michoacán o de Zacatecas, dada la influencia que provocan las migraciones a los Estados Unidos.

 

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Pesado y Duelo, iconos de la nueva generación de la música de acordeón y bajo sexto, grabaron y ahora mismo están comercializando Corridos: defendiendo el honor, e Historia de valientes, respectivamente. Pero no sólo ellos, otras agrupaciones e intérpretes que sorprendieron con el regreso a sus raíces, es decir, al corrido, son Lalo Mora, legendario ex vocalista de Los Invasores de Nuevo León, Cardenales de Nuevo León, Palomo y, por supuesto, Los Bravos del Norte, de Ramón Ayala Garza, con su álbum Almas perdidas, donde podemos deleitarnos con cuatro corridos de excelente composición y arreglos musicales; me refiero a “El Saguaro”, corrido de Arnoldo García, “La confesión” y “Pancho el negro”, de la autoría de Julián Garza Arredondo, mejor conocido como Viejo Paulino.

 

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El caso de Pesado y Duelo sorprende porque se da en el mismo año (2008); en Monterrey, cuna de la música de acordeón y bajo sexto; en una situación política y social complicada, en un país donde reina la violencia provocada por los cárteles de la droga. Y aunque Pesado ya había sacado una producción de corridos en sus inicios, donde se incluía un corrido intitulado “Cruz de marihuana”; ambas agrupaciones regiomontanas estaban avocadas a temáticas poco relevantes, recurriendo a un discurso gastado, limitado y acartonado.

 

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Incursionar en los corridos no sólo da un vuelco total a sus carreras, sino que los compromete y colabora grandemente a rescatar del olvido aparente en que se encontraba el corrido en buena parte del noreste de México. Antes de grabar corridos, ambas agrupaciones estaban entregadas a complacer a un público joven y aburguesado. Hoy amplían sus horizontes, identificándose con el pueblo puesto que el corrido es una creación de los de abajo. ¡Qué friega! Hasta en la música hay clases sociales.

 

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Festejo la decisión tanto de Pesadocomo de Duelo, y por supuesto reconozco la vigencia y trascendencia histórica de la obra de Los Tigres del Norte, porque gracias a ellos el corrido sigue vivo trascendiendo todas —literalmente— las fronteras políticas y geográficas del mundo occidental. ¡Amén!

 

Notas

  1. García Aguilar, Idalia. “Miradas aisladas, visiones conjuntas” en Defensa del patrimonio documental mexicano, Unam, 2002.
  2. La guimbarda es un instrumento de lengüeta anterior al acordeón, surgida en Europa en siglo XIV.
  3. Este tipo de acordeón presenta la ventaja de versatilidad, con él pueden tocarse diferentes ritmos.