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Michael JacksonMichael Jackson, rey y ¡pop!

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No pertenecí a los fans de este singular artista. Eso no quiere decir que no lo admire. Que no haya gustado de sus aciertos y me haya dolido de sus debilidades. El gran escenario que es el mundo se iluminaba y estremecía de orgullo cuando la magia de sus pies, de sus zapatos brillantes, de sus piernas, de su cuerpo, de su cara, de sus brazos, de sus manos, de sus ojos, de su gracia, levitaba sobre el tablado. Fue un robot humano, inteligente, imaginativo, colosal como la Estatua de la Libertad.

Hizo lo que quiso con la música, la danza, los discos, el espectáculo, el teatro, el cine, los videos, de la producción y las ventas. Las diosas griegas del Arte se habrán levantado juntas a llorar su muerte pues jamás nadie las había representado a la altura, como MJ. Fue un monstruo de casi todas las artes. Fue escritor, poeta, músico, atleta de la danza, arquitecto de la escenografía y su nombre estará escrito para siempre no sólo en los Guinness World Records sino en los ojos y oídos de generaciones posteriores.

En su creatividad desenfrenada se dio el lujo de ser blanco aunque la piel que le había dado el destino era la negra. Desbordó los cánones del arte y diseñó extraños movimientos, vestuarios y coreografías, y pintó en el aire y en la historia revoluciones que nunca nadie habría imaginado. Fue amado hasta el delirio y rompió los récords de personas desmayadas en conciertos. Fue odiado y perseguido, debió sufrir desde su infancia hasta su muerte, pero ello no impidió que buscara y encontrara el éxito a sus puertas cada mañana y lo acompañaba a su derecha en la limusina.

Disfrutó los placeres del aplauso, de los viajes, de la mesa, de los besos de sus fans, de las lágrimas por sus desvaríos. Fue un héroe norteamericano y jamás estuvo en una guerra. Mientras estuvo vivo, empresarios, mandatarios y la farándula estuvieron inquietos y se beneficiaron del halo de su fama y de sus giras. Ahora, muerto, paradójicamente ha despertado como un mito y se convierte en una leyenda. Ni Churchill, ni un papa, ni el malogrado Kennedy, ni la Piaf, ni los Corleone con todo su imperio han dejado su puesto en el mundo tan desierto. Difícilmente en mucho tiempo se olvidará y hará falta su figura decidida y sus hits insoportables.

El dinero lo persiguió, las ventas se rompieron, fundaciones se lucraron con su trabajo y la sed indómita que lo carcomía. La impiedad lo acosó más que un lobo ensangrentado. Nadie supo la tragedia que vivía desde chico y la necesidad de afecto que necesitaban su garganta, su cuerpo y su destino. Hoy, su vida cedió al mundo los despojos más preciosos que el platino, los Grammy que muchas veces lo coronaron.

Quienes no teníamos parte en su testamento, hoy callados ante su memoria adquirimos sus conciertos, sus pasos, su quietud ante las cámaras y las luces en fila en Japón, Los Ángeles o Bucarest. Yo me uniré a su compañía serena y danzaré en silencio con las coristas, las guitarras y los bajos.

Michael Jackson seguirá viviendo en los CDs, en las retinas, en los teatros y en los grandes escenarios del alma popular y de quienes aman el Arte y a quienes lo engrandecen. Ha triunfado y sobrevivirá a su vida.