Letras
Viejos años del bolero

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El bolero es una especie en extinción. Su aparente camino es desaparecer con las últimas generaciones que lo vivieron, lo sufrieron, lo disfrutaron y lo bailaron en la emoción del amor o del despecho a flor de piel. Con aquellos que lo escucharon desde una iluminada rockola, la cual era el objeto más brillante de los salones oscuros, bebiendo en solitario o acompañado de un amigo o de alguien dispuesto a cobrar su tarifada cercanía. Al bolero también lo está matando el peligro de las calles, la falta de cantantes que realmente lo vivan o así lo hagan sentir en sus voces y la música fast-food que a diario suena por la radio. Como la memoria falla con el tiempo he escrito estos textos para recordarme en el futuro los viejos años del bolero.

 

I

Duras las lágrimas que pasan hacia dentro de mis ojos, un par de gotas que caen en la profundidad del tanque vacío de mi corazón, donde un eco doble resuena en el espacio abierto entre dos canciones del long play, hasta que vuelve a comenzar otro golpe sutil de la muerte llamado bolero.

 

II

Curva la copa que me embriaga, curvo el espacio que la colma, curvo este dolor sagrado, curva la deseada geometría que entregabas sin freno y sin recato, curvas mis manos vacías que hoy te buscan en el espacio vacío que existe hoy aquí, a mi lado.

 

III

Bolero, canción desgarrada y disuelta en la copa de tinto despecho, herida abierta donde el dolor se amansa y reposa en la barra del bar, música en la penumbra de mis nublados ojos, pas de deux imaginado, perdido en el soliloquio de mi voz interna que resuena en la caverna de mis desvariados pensamientos. Así como yo lo siento lo siente el que está cantando desde ese otro lado del tiempo guardado en el acetato. Flujo de alcohol que desata un llanto que nadie mira, una pasión que respira un aire de condenados por perder toda la suerte de tener al ser amado.

 

IV

Amigo que cantas mis penas como si fuesen las tuyas en letras donde desangran palabras de dulce amargura. Tito, Marini o Contreras, cada voz como ninguna para acompañar el trago que sorbo a sorbo me tortura. Solís, Jaramillo, Santos, compañeros de mi aciaga fortuna, brindo por todos ustedes y por ella, aunque sea el efecto y la causa de mis nuevas desventuras.

 

V

Rockola que batallas contra la fuerza de gravedad de mi etílico desequilibrio y alumbras de multiplicadas luces la oscuridad de mi momentum, no te detengas ni un instante que el silencio es el peor de los castigos y si bien no me consuelan las voces de estos amigos que cantan desde otro tiempo, es preferible saber que otros mortales pudieron sentir lo que ahora siento por mujeres que sellaron su corazón para ellos, como tú lo hiciste ayer dejándome sólo los recuerdos.

 

VI

Saco tu foto de mi billetera para pagar mis deudas de sufrimiento, miro tu rostro sonriente y unos ojos que parecen sentir un placer inmenso al ver el estado en que me encuentro, desmoronado y desecho, una piltrafa de ser, sólo la sombra de mi cuerpo. Guardo el retrato nuevamente pero sé que volveré a verlo antes que acabe el bolero como un ejercicio gimnástico para fortalecer mi desespero.

 

VII

Nuestras almas se sostienen una contra la otra para no caer tan rápido en el abismo creado por el incesante giro de nuestra danza, un espiral infinito y vacío porque este cuerpo que se entrelaza en brazos y piernas contra el mío, de sexos apartados por sociales vestimentas, no es el tuyo, es tan sólo una tarifa, un billete de inútil consuelo que pasará como la noche, pasará como pasan los sueños.

 

VIII

Por el lado oscuro de tu corazón que impulsa cada gota de rencor en un río interminable y con el tiempo detenido, porque sin ti no tiene sentido vivir como hasta ahora lo he hecho y para ti soy sólo un desecho que se pierde entre la nada, una sombra diluida en una noche nublada y sin estrellas, sobre mí quedan tus huellas como si fuese un camino de un viajante sin destino que vaga por los espacios, vacío y desconsolado, huérfano de tu cariño que alimentaba mi ser, daría la vida por ver tu imagen entrar por la puerta de esta habitación ya desierta y donde nunca llega el olvido.

 

IX

Mira mis manos que se agrietan en el desierto de tu ausencia, muero de sed con el recuerdo de la humedad de tus labios, fuente inagotable de tus besos acoplados a los míos en insaciables movimientos de caricia lubricada que absorbe y fluye en lengua y labio, en profundidad y en superficie, en la química de los mezclados alientos cuya reacción se expande por la piel y por el aire, por el tiempo que lo llevo en mi memoria como retrato colgado en la pared de mis más lúcidas nostalgias.

 

X

Quiero volver a amanecer en ti, como si fuese parte de tu cuerpo, sin un espacio entre los dos que no lo anule el deseo. Quiero escuchar el latido de mi corazón en tus adentros, ritmo de pasión y sangre, de sudor y sexo. Quiero guardarte en el tema de un bolero, como un tesoro escondido en la arena de mis recuerdos, para que nunca te olvide aunque te marches tan lejos.