Viejos papeles
Un sábado por la tarde
dedicado a la limpieza de la baulera a poner en orden trastos viejos
descubrí entre unas cajas de cartón un paquete envuelto en papel madera
atado con grueso hilo de cáñamo
oscurecido -----empolvado por el tiempo
Al abrirlo
encontré algunas cartas de mi abuela —recetas de cocina
facturas amarillentas de comercios que ya no existen
prospectos médicos
recortes de diarios
—principalmente de la página de avisos fúnebres
—estampitas de santos
[entre otros tantos registros
de su ordenado universo doméstico]
y varios cuadernos
correspondientes a sus últimos años de vida
en los que anotó en prolijas columnas
sus gastos —semana a semana
en el mercado —la panadería
—el pago del periódico
las cuentas de medicamentos
—del pedicuro
—del oculista —de sus médicos
También estaban asentadas las sumas que donaba regularmente
a la parroquia de San Patricio
a estas entradas les sigue la leyenda:
“le dejé una botella de whisky al párroco”
y el precio correspondiente de compra
Testimonio fáctico de una estrategia personal para ganarse un lugar
en el cielo
La fotografía
El marco de plata trabajada de unos 14 x 10 cm
estuvo olvidado dentro de un sobre
en uno de los cajones de un mueble
vaya a saber cuántos años
Hasta que un día fue descubierto por una de mis hijas
quien sacó de él una vieja fotografía
lo limpió —le dio brillo
y lo utilizó para colocar la foto de su novio
—ya no recuerdo cuál—
Esa fotografía antigua —de color sepia
de una mujer joven y una niña
con largos vestidos —abrigos con cuellos de piel
sombreros —de fines del XIX o muy de principios del XX
botines acordonados —tacos casi imperceptibles
anduvo dando vueltas por la casa
—habitó rincones sin luz
No sé quién volvió a encontrarla y la dejó sobre la mesa del comedor
entre un montón de papeles
Una tarde de domingo con lluvia
decidí poner orden y archivarlos
entonces llegó mi turno de enfrentarme con esa imagen
la miré detenidamente
-----me inquietó la adustez de los rostros
la tristeza en sus miradas
En el reverso mi abuela había escrito
/era su letra no había dudas/
en tinta negra y con pluma fuente
“Tiíta Flo y Helen Kathleen,
quien murió de fiebre escarlatina,
a los once años de edad, en St Cloud, París”
(Aunty Flo & Helen Kathleen, who died when 11 years old,
of scarlet fever, in St Cloud, Paris)
Tenía también el sello algo borroneado del fotógrafo
Gilbert Frères (peintres photographes)
Quiénes eran
esa mujer joven y esa niña
retratadas en las afueras de París
Qué hacía esa fotografía antigua
entre los recuerdos familiares
—ya desaparecida
la generación de nuestros abuelos
nunca llegaré a saberlo
Quizás alguien en un suburbio dublinense
o en algún pueblito en el condado de Longford
tenga una vieja fotografía de una joven pareja
sonriendo ante la cámara
en un estudio fotográfico de Buenos Aires
o en la rambla de Mar del Plata
y se esté haciendo preguntas similares a las mías
“Mirá eso, pronto no lo volverás a ver”
El sol arde en los rastrojos de trigo
rebota en la ruta ---------------forma espejismos en la distancia
Estábamos saliendo de la curva anterior al cruce de la laguna
la cupé se afirma decidida en la larga recta
repentinamente mi padre comienza a bombear los frenos
antes de clavarlos
Las cintas chillaron en las campanas
las gomas quemaron caucho
y casi me golpeo contra el parabrisas
cuando con un volantazo firme
bajó a la banquina poceada
casi gritando: “Mirá eso, pronto no lo volverás a ver...”
Eran Martín Gálvez y Degregori —el viejo— como lo llamaba don Cancela
reseros de oficio
montados en caballos bien mantenidos —un colorado de troncos
negros y un tobiano
Arreaban por la cuneta una tropa de vacas gordas —30 y pico o quizás 40
—algunas machorras en el lote
“Las llevan a lo de Cardoner...
hoy —hay remate especial...”
dijo mi padre al tiempo que levantaba su brazo para saludarlos
luego de ser correspondido
se calzó con firmeza el panamá de ala angosta
acarició dos o tres veces con la punta de la bota gastada
el acelerador de la Chrysler
-----una baturé descapotable del 36 —6 en línea
—con radiador de aceite
y llantas de rayos----------------
que rugió ronca antes de morder nuevamente el concreto de la 205
Primera ----segunda —el bramido del motor flotaba puro
en la mañana caliente
tocó la palanca de cambios —punto muerto —aceleró en vacío
—antes de enganchar la directa
me da un golpe de vista y comenta satisfecho
que estaba tirando los cambios sin usar
el embrague
clava los ojos en el cemento y el cielo de nuestro horizonte inmediato...
.......y nos perdemos hacia el futuro
Chacareros
Han caminado entre los surcos observando
con detenimiento —la floración del maíz
Uno de ellos escarba la tierra con sus manos
y se dice en voz alta “le está haciendo falta agua”
El tendido manto verde que se hamaca suave en la brisa tibia
absorbe --- se traga sus palabras
El otro toma con los dedos —pulgar e índice— su gorra de la visera
y la eleva a manera de pantalla— sobre la cabeza
enfrentando al sol —mira el cielo —el horizonte
“ni una nube, si no cambia el viento —hoy no lloverá” murmura
Luego salen del potrero sembrado
se acercan a un molino donde dejaron la camioneta
—una vieja Ford —desteñido su rojo original por soles y heladas
Se apoyan sobre uno de sus lados —se hacen silencio
sus ojos
estáticos —fijos —parecen vigilar el maizal
Cada tanto emiten una frase —cada tanto callan
Si alguien los hubiera visto
habría imaginado
que estaban conversando amablemente
--- pero no
— no hablan entre ellos
sus expresiones — que incluyen las palabras
seca —tormenta —granizo —desgracia —pérdida
—destino
también
costos —deudas —crédito —banco—
no se sabe a quién están dirigidas
quizás a los elementos
o al mismísimo universo
Estos hombres en su templada —serena —desesperación
recuerdan a ese jugador que después del no va más del croupier
les ruega en secreta confidencia
----con un —ya apagado fervor----
les pide cosas
-------a los números
---------los colores /----las docenas
El avión negro
Es asombroso cómo en ocasiones el color de un objeto cualquiera
—un sonido
—la estela de perfume que deja una mujer
—alguna palabra —el estribillo de una canción
o la transparente y cálida luz
de esta mañana de septiembre
—por ejemplo
gatillan en la arbitraria superficie de la memoria
hechos-acontecimientos ---tendidos en el olvido
Hoy el aroma del césped recién cortado de un jardincito
mezclándose con el olor a combustible mal quemado
de los automóviles detenidos en el semáforo de la avenida
me devolvió imágenes de la infancia en Lobos
de una tarde en particular —en el bar de Ferraresi
un local con mucha madera —en el edificio de la Sociedad Italiana
Allí
me llevaba mi abuelo al término de los remates de hacienda
en la Feria de Cardoner
me hacía sentar en una mesa frente a las carameleras
y a cambio de buenos modales
—estarse quieto y mucho silencio—
me dejaba pedir toda la Bidú y el helado que pudiera consumir
Él ocupaba su lugar en la mesa acostumbrada en el centro del salón
compartida habitualmente con don Antonio —don Arturo —don Jorge
todos dones
a quienes atendía el patrón del bar
siempre y en todo momento— el Señor Ferraresi
que —entre pedido y pedido —llevaba cuentas interminables
en una libreta de tapas de hule negro
semioculto detrás de botellas de whisky —gin— y licores
expuestas en un extremo de la barra
Fue allí
donde por primera vez escuché hablar
del avión negro
---Sí ----fue ahí-----podría jurarlo
Era verano —las ventanas estaban abiertas
y las persianas entrecerradas
filtraban los restos de un sol agobiante
Los Magnetti Marelli de techo
con el lento giro de sus grandes aspas
removían el aire caliente —el humo de los cigarros —de los cigarrillos
Eso creo ............ o así creo creer
No puedo precisar quién se refirió a él
mucho menos explicar por qué esa imagen quedó grabada en mi mente
Lo cierto es que —como tantos otros— repentinamente desarrollé
un apresurado interés por los aviones en vuelo
A partir de ese momento —sin importar dónde estuviéramos
en el aula —en el patio de la escuela —o en la libertad de la llanura
cada vez que oíamos el sonido de motores en el firmamento
hallábamos el modo de rastrillar el cielo con la mirada
tratando de definir el color de las lejanas aeronaves
Hoy a décadas de distancia mientras espero para cruzar una calle
en una Buenos Aires
—crecida —sucia —ruidosa
el avión negro es ya un acontecimiento anecdótico
pero es también esa pregunta nunca contestada
acerca del color elegido
Acaso con el paso del tiempo —no se transformaría
en ese otro de vivos colores
un avión de una aerolínea de bandera
del que —un día de lluvia
descendió el viejo general exiliado
declarándose “un león herbívoro”
Anécdotas de la historia en el país del tenemos de todo
de la riqueza fabulosa
el hogar de los mejores del mundo
mezclándose con el sonido de las palabras
------graves —acusadoras—
amenazantes
de unos y otros ---------- propios y ajenos
que en esta hermosa mañana de septiembre aún flotan en el aire
—como lo hicieron aquel día
bajo las grandes aspas de los ventiladores
en el bar de Ferraresi
Los boliches
Lo de Apellio —La blanqueada —La porteña —lo de Valerga
se cuentan entre los boliches —despacho de bebidas y almacén
establecidos en la llanura tendida —abierta al horizonte
/a los cuatro vientos
que solían congregar los domingos y feriados
a vecinos —forasteros —trabajadores de paso
Esos días podían verse en sus inmediaciones vehículos de todo tipo y
/tracción
sulkys —carros —motos —autos —camionetas
En los palenques frente al portal —el mejor de los espectáculos
/ caballos bien mantenidos
/luciendo las mejores prendas de sus propietarios
también algún parejero cubierto con su manta de color
/y el morral puesto
A los boliches los días domingo solían concurrir el peluquero
vendedores de ropa a plazos y en ocasiones algún oftalmólogo
quienes trataban de hacer su agosto mientras los parroquianos
/se ejercitaban en la cancha de bochas
/o en la mesa dispuesta para la partida de truco
La conversación lenta y pausada se refería generalmente al tiempo
/las tareas rurales / el estado de las cosechas
/enfermedades —accidentes —hechos de sangre
/domas /yerras /jineteadas eran también temas de preferencia
El heroísmo el valor la audacia de algunos de los personajes de las historias
/que se narraban
aumentaba en relación al vino o la ginebra consumida
No había mucho más los domingos para estos hombres curtidos
/por soles —tormentas —heladas —calores agobiantes
quienes hacia el atardecer regresaban a sus casas a iniciar una nueva
/semana
de madrugones y jornadas de sol a sol con los animales los tractores las
/máquinas
/sin mayores quejas
Hombres orgullosos del trabajo —la ocupación —el oficio
su único bien ----la tarea realizada a conciencia
Crónica de estos días
“Eloí, Eloí, ¿lama sabachtani?”.
Marcos 15, 34
Lo quebraron...
las promesas olvidadas en las rojas alfombras de la casa de gobierno
los músicos que les cantan a los funcionarios en los salones del poder
las fingidoras que no le ponen ni un poco de corazón al beso a sus manos
los que saben que el pasado es pasado noticia de ayer —sin embargo.......
Lo quebraron...
los sumisos que declaran no tener opciones salvo la propia conveniencia
los discursos de los políticos/as que se imponen la noble tarea de guiarnos
en pensamiento palabra y obra
Lo quebraron
aquellos/as que pretenden soñar nuestros días nuestras noches
aquellos/as que luego de cada cambio de gobierno ajustan sus principios
/a los tiempos que vendrán
aquellos/as que por unos pesos —un puestito en la administración pública
/descubren nuevas —ardientes lealtades
aquellos/as que con ignorante soberbia desde la pantalla televisiva opinan
/opinan-------------------opinan
no escuchan a Lao Tsé quien se refirió a ellos
/ hace ya más de veinticinco siglos
Lo quebraron...
las divas los famosos los artistas que por mucho menos de treinta monedas
degradados talentos— devaluado metal
dan fe pública de consignas —productos —empresas
Lo quebraron...
la utopía de aquellos/as que no comprendieron la utopía —su falta de
/compasión
nada tiene que ver con el relato de Raphael Hythloday
Lo quebraron...
aquellos/as que no han entendido que perdonar nada tiene que ver
/con el olvido
a ellos/as Sam Hamill les diría: “Caritas, Caritas” por el amor de ningún
/dios o partido Albert Camus les susurraría al oído: “Ni víctimas ni verdugos”
– [“Ni Victimes ni Bourreaux”]
Lo quebraron...
la desesperante angustia de comprender que sus deseos como los de tantos
/nunca formarán expediente
caerán en el abandono de las tinieblas
del silencio... del polvo
Ahora...
el cuerpo rígido —descansa en la cama revuelta
En la serenidad de la muerte
nadie ya
—ni dios —ni hombre
podrán causarle dolor alguno
In memoriam Alejandro Javier,
a quien le disgustaba que lo llamaran Bocha.