I
Quien no haya escuchado a Pedro Emilio Sánchez cantar “Brisas de Apure” digamos que no se ha acercado a la fiesta de las canciones de amor del llano, es un primor de canción y en la voz del inmortal tinaquillero que aquí vivió y murió, es para no olvidar y buscarla para incorporarla a los tesoros de la casa, una necesidad.
II
Hace unos años, ya bastanticos, parrandeábamos Alberto Arvelo Ramos, Humberto Febres y yo por los barrios de abajo, los que están por la vía que conduce a Torunos; teníamos que dar con la casa del Carrao de Palmarito; de bar en bar preguntamos hasta que un paisano nos informó que esa tarde cantaría en la Casa del Llano y de un tranco como los de Humberto, llegamos, y palos son y El Carrao sentado con nosotros, dígame eso, tres borrachos contra uno que estaba bueno y sano, con aquella guerra peticionaria para que cantara “Furia”, y “no, chamos, no puedo complacerlos, el arpisto no la sabe”, y nosotros nada, que sí, que era necesario escucharla en ese momento antes de que nos venciera la “pea”. Estando en el rogatorio al Carrao, se acercó uno: “yo la sé, la toco y usted la canta”, y se fajaron los músicos y soltó su voz El Carrao enseñoreándose en el recuerdo que hasta hoy disfrutamos, ese momento afortunado, Alberto y yo, que quedamos vivos pues como sabemos Humberto y Juan de los Santos Contreras, “El Carrao de Palmarito”, se aburrieron de estar aquí.
III
El Pollo de Guasdualito, Ramón Piñero es su nombre cristiano, se fue a cantar a una población colombiana, a la vuelta paró en Periquera y como los amigos son la perdición siempre del camino del hombre, lo indujeron con halagos y chanzas de la juventud a entrar a un bar; estando en la echadera de vainas se acercó un “guate” flaquito y con la cara cortá, lo agarró por un brazo y, pistola en mano, le dijo: “alas sino se va de aquí y se lleva a Rosita, es hombre muerto, toche”. Claro, para el Pollo fue una sorpresa aterradora, cuándo iba a pensar él que su canción éxito le iba ocasionar tal enredo casi de muerte, “señor, de qué Rosita me habla usted que yo soy un hombre de respeto”, y déle con más excusas hasta que el “guate” le vuelve a hablar: “como qué no sabe alas, si todos los días la llama por la radio, descarao: El Pollo de Guasdualito les canta Rosita, y es que se le olvidó, güeno, pues vaya, búsquela y llévesela que pa qué la tengo yo, si ella salta cuando vusted la llama por la radio y sepa que no la he matao por un tris, vaya, está en la plaza maletiá”, los amigos tuvieron que intervenir porque sino El Pollo hubiese tenido que casarse a juro. Esto me lo contó José Vicente Rojas y así lo cuento, son cosas de la vida de los artistas.
IV
Una vez en Elorza, Régulo Cerezo, que es de allá, invitó a Lucía Salerno que es nativa de San Fernando y a mí que soy de El Samán, a una conversa en la Barranca del río Arauca, que a su paso por el pueblo es realmente hermoso; entre birra y birra llegamos a puerto, es decir, al elemento que nos convocaba, la poesía, y de primero, don Eneas Perdomo, que es un nombre hecho de poesía, obligación nuestra conversar de las glorias que don Eneas Perdomo nos había dado y así lo hicimos, primeramente, a nosotros los apureños y después al país en general, así lo consideramos Régulo, Lucía y yo, escuchamos su voz, que se escapaba de unos discos compactos, con especial deleite; el maestro Perdomo es nativo de El Yagual pero nosotros los apureños somos gente de horizontes, de lejanías, por eso somos de todas partes, al final de la tarde también convinimos en que en Venezuela a los que consideran grandes poetas se leen mejor en autores extranjeros y que sí tenemos poetas magníficos, y entre esos el que más sería Ángel Eduardo Acevedo, ese muchachón nacido en Garcitas, estado Guárico, y hermano de nosotros, los que tenemos cielo, sabana y ríos, para soñar. Esto fue hace tiempo ya, durante el IV Festival Mundial de Poesía, allá en Elorza, escuchando “Adiós Barrancas de Arauca”.