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Memoria

A mi madre

Bajo tanta lluvia de Dios te recuerdo camino de la aldea, llevando de la mano un niño asombrado, tu rostro sereno, tu sonrisa; mientras el río se inflama, ruge; crece arrastrando a su paso la tarde que se desploma entera, el viento, la montaña, la aldea toda.

Memoria erguida en una bella garza.

 

Puente

Para alcanzar la otra orilla del sueño, es preciso tender un puente de metales y brebajes, sobre el vacío tembloroso de la noche, dispuesto a resistir el peso de las huellas, que pueda mantener el equilibrio de la memoria, capaz de esquivar la bruma de los abismos.

Es necesario atizar el fuego, afilar los cuchillos, atrapar el grito con las manos desnudas.

Para alcanzar la otra orilla del sueño, pesadilla del sol, es prudente tender un puente de hechizos y milagros, ignorar la llave, el hilo extraviado en el ojo de la aguja, aceptar en silencio el asombro y el arcano.

Es ahora que despierta la vigilia.

 

Pescador

A Jaime Guerra

Teje la red para atrapar el sueño
de fique y bruma
en tardes de verano

La extiende sobre la noche del río
al amparo de la luna
luego de espantar a la bruja
que le borra los pasos
que le esconde el camino

Después de conjurar el bosque
claroscuro universo de señales
        aleteos
extraña música de vuelos
        alaridos

Teje la red para atrapar el sueño

La arroja sobre el cuerpo
de la madre del agua
la bella mujer que lo lleva hasta el fondo
a su cueva de encanto
y entre piedras que brillan
lo ama en silencio
con su cuerpo de pez

 

La mirada

Por la ventana de la noche
larga como el recuerdo
asoma la mirada

busca un bosque, un río
aguas tranquilas donde se mece
el viento de la infancia

busca un camino perdido
en la montaña, la aldea
rostros ausentes en la sombra

Por la ventana de la noche
en la hora que envejece
pregunta una luz, y una luz
se anuncia en la distancia

es la casa
donde el fuego se enciende
para abrigar el sueño
y ahuyentar los fantasmas

es la casa
en que la madre teje
los vestidos del viento
mientras canta en voz alta
la canción del silencio

                casa vegetal
donde un niño asombrado
abre la ventana
la noche

 

Anticuario

A Jorge Eliécer Pardo,
Fanny Vélez, Nicolás Carvajal
y Federico Cóndor

El tiempo resbala, escapa
por entre los curtidos dedos
del anticuario

Él precisa la edad de los objetos
tasa el polvo que cubre su existencia

Risa y llanto de lejanos dueños habitan este mueble
tenue luz de hogar se agita en esa lámpara
imagen de la niña que fue
en el espejo

El piano recorre, discurre
por notas de Chopin o de Beethoven
y la tienda se puebla de ausentes

Hay un lugar dispuesto para todos
en el comedor de cedro
donde cenaron los héroes
antes y después de las batallas

Hálito de vida en cada cosa
respiración, vaho, latido
desfile de siluetas invisibles
siglos que observan en la sombra

Un concierto de voces y murmullos
asalta cada noche la tienda del anticuario

El precisa la edad de los objetos
mide la herrumbre que calla su silencio

Allí los estribos con aire de galope
los floreros de Cupido o de Llorente
la máquina en que el poeta escribiera
nocturnos memorables
los jarrones de plata, los pebeteros
los candelabros

La silla de Van Gogh
que contiene el mundo

El tiempo resbala, escapa
por entre los curtidos dedos
del anticuario

Candil que alumbra los rincones de la infancia

¿dónde el baúl en que abuela
atesoró sus más íntimos
recuerdos?

 

Viaje

1.

Bruma cubre las notas
del paisaje que avanza
por música de predios y parajes
entre las estaciones del sueño.
Caminos se alargan,
se pierden en llanuras humeantes.
Pasan mujeres con pesadas cargas.
Hombres ciegos se inclinan,
recogen semillas que lanzan al viento.
Como el arcano cero,
mi maleta cuelga del extremo de una vara,
por estos lugares de pantano que arde.
¿A dónde va el camino en la oscuridad ceñida,
acaso hay camino
o sólo es la huella bajo el cieno?
Como el arcano cero mi destino es incierto.
Tal vez al final,
en medio de todos los escombros,
antes de huir,
el oráculo pronuncie la respuesta,
y el bosque guarde el eco,
el secreto intacto,
entre hojas y alas verdes.
Ojalá entonces la bruja
haya conjurado el sortilegio
del agua en el lago,
donde bestias primigenias observan,
vigilan.

 

2.

Un ave escapa,
huye de la sombra,
sus plumas se encienden en el vuelo,
iluminan la distancia.
El que busca la verdad en el despojo,
hurga la basura,
remueve los escombros,
viaja en la fuga de sus alas.
Allá la meta entre el ruido
de los sueños que se angostan.
Itinerario de la hora,
nada alcanza, nada satisface la conquista.
Acaso el cielo oculte la mirada
a nuestros pasos desteñidos como vestigio,
a la nube por donde asoma el rostro de Dios.
Tal vez el índice que señala la partida
o la llegada
es la verdad que se cuece al calor de su retiro.
Ocultamiento de los Hados,
¿quién camina en sigilo por la noche descalza?
¿Quién vigila la puerta que se abre
al encanto de encajes
de visos y matices;
acaso el guardián de lo sagrado,
del misterio que guarece en el postigo,
o del polvo que se cuela por las hendijas del verbo?

 

3.

Arañas ascienden las lisas paredes del abismo.
Serpientes aladas persiguen la huella.
Alguien grita mi nombre,
intenta detenerme,
atraparme en sus membranas frías y viscosas,
en su reino de miedo:
entidad de oro y verbo,
de carne y espejismo,
de fuego y viento.
Vengo del lejano interior.
Precipicio sin fondo,
hondo silencio.
¿Para qué la luz si contiene la sombra?
¿De qué sirve la piel si el alma se lastima?
¿A dónde los sueños que la vigilia espanta?
¿Quién mueve los hilos de este juego,
laberinto donde se pierde el frío
con su antorcha de abrigo apagada,
albedrío o destino,
pecado o inconsciencia?

 

4.

Vengo del lejano interior.
Vengo, o voy.

 

Monólogo del pájaro

En este árbol construiré mi casa
lejos del ruido que apaga la aurora

Más allá del polvo que cubre las alas
sepulta los sueños
ahoga el silencio

En este árbol construiré mi casa
lejos de la esquina azarosa
donde la noche tiembla

Nido de verano
sobre este árbol en que retoza el viento
y el paisaje cuelga
racimos de distancia

Casa y canto en este árbol lejos de la calle
más allá de la esquina
donde la huella gime
el vuelo sangra

 

Grito

Madera dentro, en la entraña,
aún el grito.

Ignora el carpintero la savia derramada,
el llanto contenido,
el dolor en cada rama,
todo lo que cuesta al árbol
la felicidad del hombre.

¿Sabe acaso el carpintero
que la escalera lleva un gemido por peldaño,
que para ascender al cielo
es necesario un crimen?

Pobres de nosotros
que descansamos en cómodos cadáveres.

Pobres de nosotros:
en cada verso la sombra fallecida,
cada libro un funeral.

 

Fuga

Aquí la meta es partir.

G. Ungaretti

Nubes diluidas
viento que pasa
ya el horizonte no es el punto azul
la línea que enmarca la distancia:
es aquí y ahora
flor en celo
colibrí palpitando

Nubes desleídas
niebla que se marcha tras de un puerto
puerta que se abre
para que salgan los adioses
entre el silencio
ya el horizonte no es advenimiento:
es partida
camino que se aleja
huella que huye

 

Albedrío

A Mauricio Contreras Hernández

De los escombros elige el que te guste.
Hay azules cielo despejado,
para aquellos que sueñan paraísos,
donde la luz no alcanza.
Hay verdes, como el vientre del bosque,
colmados de hojas y de alas.
Los hay rojos como la sangre
que se vierte en cada guerra, en todo vino.
De los escombros elige el que te guste.
Hay variedad de grises olor a bruma.
El negro escondido en algún lugar de la tiniebla.
El blanco páramo.
El que inventa el calor de la canícula.
Puedes llevar los colores del sol y de la flor,
acaso el lila, el magenta, el rosa.
Puedes llevar los colores de la luna y la semilla,
los oscuros colores de la tierra.
Puedes llevar el amarillo dorado,
como el alba o la tarde,
como fruto maduro,
como ese viento que danza en los trigales.
De los escombros elige el que te guste.
Sólo tú sabes el color de tu miseria.