Huir es adentrarse
cuando el verde inunda los ojos
y los tuyos ahondan en tallo
que no logro vislumbrar
Sonámbula y aterida
con mis sentidos hacia tu cuerpo
lleno la aridez de palabras
y del fulgor queda el sonido
perforando mi memoria diaria
Qué decirte de haber roto el ovillo
o de perder el olfato
o de no haber adivinado la calle
donde estarías
¿Será quizá la cadencia del cuerpo
lo que lleve a bailar a otros ríos
quemarse en cristales
cuyo estupor poco significan
cuando el destino de tu rostro
ilumina las ruinas?
Limpiarse los ojos
con la luz que revela
los actos mínimos
Borrar la silueta del pie
cuyo pliegue
serpea el laberinto
Transparentes miran
sin lo vivido
y lúcidos arropan lo que se ama
Ojos que son árboles
y no atalaya
que quisieran ser otros
para abrazarte
pero son árboles
que no saben ser aire
y se empalabran al ramarse.
La inmovilidad de la voz
no detiene el pensamiento
Acecha y rasga la materia
para hacer del verde una memoria fallida
Quizá otro día
Aquél donde el trino
no sabía su virtud de navaja
ni de la piel que en llanto arde
por no mojar los brazos
por no romper la brisa
Atardece y no es aquel día
ni la hora precisa
donde tu voz decía
lo que silente se mecía
y la rima burda se encrespa
porque se astilla el ojo
y el pulso se desborda
Difícil ser equilibrista
entre una nube y el arrecife
y qué buscar sino papeles
que señalen la verdad de lo vivido
la sensación del labio que se abre
para sacar el alma y ofrendarla
sabiendo no volverse
cuando sea rayo
Quedan las notas agudas
el reclamo que aburre
y se arrastra en cansancio
Queda la rabia de entregar el tiempo
y fallar la apuesta
Pero qué hermoso
el destello
la adrenalina
el azar
cuando el dardo detenido en el aire
todavía no condenaba
ni a la vida
ni a la muerte.
La moneda entre las piedras
sigue ritmo líquido
qué ajeno su movimiento
al ondular de los dedos
o al sorbo de café
Los ojos en el vericueto
de la redondez
pierden la sensación de horizonte
y traspasan el ventanal hacia la arena
Nada saben de las huellas
ni del olor del sol
pero algo recuerdan
al descifrar las señas
¿Retornar?
¿una vez andando
a dónde se ha de volver?
y los rostros resultan añejos
y el vaho amargo
incluso los montes parecen riscos
ahí donde el pinar fue ruina
los ojos en la piel
se asombran de la tesitura
quisieran ser los de otros
y mirar sin el cansancio del polvo
el pueblo y sus puertas
correr con el centelleo titilante
y tirarse al mar
pero el paso se aletarga
y el cuerpo se ensemilla
sin saberse aún
forma o fruto.
Bórrame de tus ojos
que no sepas mi rostro
de la multitud
ni el camino de mi mano
sobre tu piel
Rastro en la duna
los días nuestros:
la palabra-luz
el bien herido beso
el café quemado
el cine de lluvia
Espacios y distancias
Y aún las horas
retienen tu nombre.
El tiempo se abre
grieta abajo de mis pies
Del antebrazo
se desprenden alas
que confirman el vahído profundo
al caer en lo oscuro de la luz
Se hace vacío la materia
Grito que bordea
el despeñadero de piedra
Mirarte después en el margen
con las cartas echadas
más azar que destino
cuando en la noche sólo corre
el aroma de las hojas
y esperar a que el sonido
gobierne este no tiempo
que rezuma ojos y alba
No dominar la mano que tantea vuelo
ni la pierna que alza los músculos
al asumirse temblor en jacaranda
que espiga el monte
Manchas en la visión
desanudando los actos
fragilidad ascendente del cuerpo
en la pura blancura de la luz.
Fuego rojo de canto
que adentra la garganta
para después soñarse instante
arrancando de tu labio
la sal del horizonte
luego de tarde
semilla silabándose en nombre.
Canta pausa de antes
para templarte en rayo
fulgor que ilumina la arena
mi mano caracol en danza
y rompo las palabras hasta su nacimiento
desesperación de luz que aleja mi pie
del círculo donde se beben
nuestros ojos
y separo cada raya para hallar
entre sus letras
piedra en vendaval
verde miel de pozo.
Borra el viento de mis ojos
lávalos de su limpidez
para que germinen
en la añoranza tuya
como tuyas son las voces
que nombran mi nombre
y mías las venas
que prodigan tu cuerpo
Nunca entendida
esa masa de nervios y músculos
esa traición de entraña
Tanto sosiego para sólo envejecer
Borra la arena
los trazos de esgrima
el olor de Granada
el fulgor
Tú sabes lo que nostalgia el Silencio.