Sala de ensayo
Salieron de San Ysidro
Auge, censura y consumo del narcocorrido (1970-2000)

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El corrido funciona como una de las expresiones populares que tienen como función principal difundir acontecimientos, en las que se involucran personajes y situaciones en particular; sobre su origen existen diversas versiones, lo importante a destacar aquí es que éste forma parte de todo un proceso histórico que está inmerso en una dinámica constante, producto de su transformación y evolución, un elemento que surge como resultado de ello es el narcocorrido.

La incorporación del tema del narcotráfico en el corrido inicia en la década de los 70;1 la historia principal trataría asuntos de contrabando hacia la frontera en donde los narcotraficantes eran en algunos casos personajes ficticios, formando parte del imaginario popular.

Uno de los grupos musicales distintivos de esta época son Los Tigres del Norte; aunque sus integrantes son oriundos de Sinaloa, gran parte de su popularidad inicia sobre los límites del Río Grande. Fueron ellos quienes se encargaron de inmortalizar algunos de estos temas, tal es el caso de “Contrabando y traición” (1973) o “La Banda del Carro Rojo” (1975).

De acuerdo al contexto de la época, durante estos años Culiacán tenía que soportar hasta diez asesinatos diarios, y es que los gomeros tenían el armamento más moderno proveniente de los Estados Unidos, millones de dólares, poder político, autoridades compradas y carros robados con vidrios ahumados y sin placas.2

Sin embargo, las ganancias eran a tal grado que se veían pasear día y noche por el centro de la ciudad vehículos último modelo sonando música regional y descargando armas: M-1, .38 Super, 45 y R-15. Las colonias que fungían como centros de operación eran la 6 de Enero, Gabriel Leyva, Lomas del Boulevard y Tierra Blanca, de fama internacional por la difusión de sus corridos.

Los capos de la época, como Ernesto Fonseca Carrillo, Eduardo “El Viejo” Lalo Fernández, Pedro Avilés Pérez, Pedro Heliodoro “El Culiche” Cazares, Rubén Cabada, Roberto Alvarado y Rafael Caro Quintero, por mencionar algunos, hacían acto de presencia en Tierra Blanca para cerrar negocios y hacer nuevos acuerdos.

Una gran cantidad de gomeros eran asesinados; los que tenían suerte y sobrevivían eran sacados a la fuerza de los hospitales, previa eliminación de testigos. Las fugas del penal de Culiacán eran pactadas con las autoridades estatales y municipales, por lo que la sociedad no sabía si cuidarse de los delincuentes o de los policías, puesto que eran la misma cosa, salvo honrosas excepciones.3

Era una etapa en la cual el narcotráfico llegaría a su máximo apogeo; los narcotraficantes de la época eran por todos conocidos, los únicos que no sabían o fingían no saber su paradero eran las mismas autoridades que continuaban sus labores de combate sin mucho éxito, a sabiendas de las prácticas delictivas de los llamados “gangsters de guarache”.

Para la década de los 80 los traficantes, en su mayoría sinaloenses, dejan de ser personajes ficticios para convertirse en individuos identificados por la sociedad; en muchos de los casos, las composiciones dedicadas a ellos funcionan como una biografía en la cual se dan a conocer; de igual forma esto sucede gracias a los medios de comunicación.

La regionalización en cuanto a la producción de corridos de traficantes comienza entonces a ampliarse; ya no son exclusivos de la frontera ni de Sinaloa; estos mismos éxitos son interpretados y difundidos hacia otros lugares en los cuales encuentra aceptación y apropiación, permitiendo extenderse hacia el noroeste mexicano.

Fue tal la popularidad de “Camelia la texana” que, más allá de narrar una historia que reflejaba una realidad social, aunque los personajes y la trama fuesen hasta cierto punto ficticios, lo interesante a analizar es que se convirtió en símbolo e inspiración para futuras composiciones, posteriormente aparecerían otros títulos como “Pollitas de cuenta”, “Margarita la de Tijuana” o “Los traficantes”, por mencionar algunos.

Así, la composición de Ángel González, interpretada por Los Tigres del Norte, abandona la frontera para trastocar otros espacios donde encontraría igualmente popularidad, pero no sólo eso, sino que en esos lugares —como es el caso del noroeste de México— se fomentaría la producción musical y discográfica de este tipo de composiciones, apareciendo nuevos grupos e intérpretes y, con ello, nuevas temáticas, que han entrado en el gusto popular de la población.

Dentro de esos espacios surgen nuevos intérpretes y agrupaciones de los cuales se pueden destacar Rosalino “Chalino” Sánchez,4 Eduardo “Lalo El Gallo” Elizalde, Los Incomparables de Tijuana, Dinámicos del Norte, todos de origen sinaloense; con ello se daría la libre circulación de los corridos de traficantes hacia un público más amplio, ahora de Sinaloa hasta Tijuana, incrementando entonces la producción discográfica y de igual forma su presentación tanto en eventos masivos, organizados por empresas publicitarias y de espectáculos, como en fiestas privadas.

Es en esta época donde se discute sobre la apología del narcotráfico a través de los narcocorridos; el 2 de marzo de 1987, el entonces gobernador de Sinaloa Francisco Labastida Ochoa presentó un programa estatal de justicia y seguridad pública.

En él convocó a la radio al cambio de programación, suprimiendo la exaltación de la violencia que según él promovía el corrido de traficantes en todo el estado;5 años después, Baja California Norte haría lo propio; estas dos entidades sirvieron como punto de partida para que en otros lugares de la república se tomara la misma medida.6

Se prohíbe su transmisión mas no su producción y mucho menos su consumo, pues tenemos que, para 1989, Los Tigres del Norte sacaron a la venta su disco Corridos prohibidos; este disco es el segundo más vendido en la historia de la música de acordeón y bajo sexto, el primero es Jefe de jefes de la misma agrupación.7

Con esto damos cuenta de que los corridos de traficantes cambian sus temáticas según la temporalidad en que fueron creados, sin ignorar el contexto histórico en el que se desarrollan; además hay que notar que la prohibición solamente disparó su consumo e incluso, a partir de entonces cobraron mayor popularidad.

De tal manera que, más allá de toda la polémica que se genera sobre si los narcocorridos son o no una apología al narcotráfico, lo cierto es que en la región del noroeste de México se viven y se sienten de manera distinta; la gente sabe que se trata de temas relacionados con el narcotráfico; sin embargo, son bailados y hasta cantados; en los estéreos de los carros, las cantinas, las fiestas, los salones de baile, incluso en las casas, es común escuchar los corridos de traficantes, de aquellos que “se burlan de la muerte y de la ley”, “gallos finos”, “buenos pa’ disparar”.

Según la posición del emisor del juicio, estos corridos pueden ser vistos como aberración ética y estética, como degradación moral y artística por lo tanto censurables. Pero también pueden ser percibidos como un retorno de lo reprimido en el nivel de la discusión pública; como ejemplo de una mayor visibilidad de lo permitido o tolerado; como producciones simbólicas que actúan a manera de catarsis8 colectiva.9

Es una sociedad predispuesta a aceptar ese tipo de mensajes, sobre todo a través de la música y los discos; con esto volvemos a hacer referencia al consumo que se hace en relación a los corridos, pues aquellos que los graban y producen, los incluyen en los discos porque saben que la gente buscará adquirirlos.

Puede haber muchas razones por las cuales a una persona le agrade un corrido: el tipo de melodía, el gusto por el grupo que lo interpreta; incluso puede que no le agraden todos los corridos de dicho grupo musical sino sólo unos cuantos, lo importante a destacar es la riqueza simbólica de estas producciones musicales que se han impregnado dentro de la población.

El que hace el corrido y graba discos y casetes lo hace porque sabe que va a vender muchos, que va a obtener ganancias. Explota la forma musical del corrido para hablar de “narcos” porque si ese mismo músico grabara una sinfonía de Beethoven no vendería ni veinte discos. En cambio, un “corridote” de esos de Lamberto Quintero se venden todos y hasta faltan.10

Todo esto implica hablar del corrido de traficantes como un medio de expresión de todo aquel que lo consume, esto indica que no habrá que tomarlos como simples objetos desde el punto de vista comercial; sino tomar en consideración todo lo que éstos representan ante una sociedad que encuentra parte de su identidad en ellos, llevando así a su aceptación y apropiación.

Durante la década de los 90 y el 2000, el narcocorrido continúa vigente; sus temáticas e interpretaciones siguen variando, ahora en ellos se habla no solamente de tráfico y “grandes capos” sino, además, se hace referencia al consumo de drogas, en alusión a los excesos y ostentaciones que involucra dedicarse al negocio del narcotráfico, en algunos casos en forma apologética, y en muchos otros advirtiendo sobre los riesgos que esto implica.

De igual forma continúan surgiendo grupos como Los Tucanes de Tijuana, sinaloenses, y sus ahijados, Explosión Norteña, de la ciudad de Tijuana; en Sonora, Los Hermanos Vega, que si bien en un principio interpretaban baladas norteñas, luego incorporarían los narcocorridos a su repertorio musical, algunos de éstos inspirados en el éxito que cobraron anteriores agrupaciones.

 

Conclusiones

El territorio del noroeste de México es pues un mercado atractivo para el consumo de estas producciones musicales, pues es parte de todo un acontecer histórico ligado a la vida cotidiana de la sociedad, formando parte de su cultura y haciendo de la letra de los narcocorridos un producto de su expresión.

Pero más allá de tratar sobre su evolución temática y el contexto social en el que se da la escritura, difusión y prohibición del narcocorrido, es preciso analizar que existen razones menos obvias para explicar el arraigo del narcocorrido en el noroeste que el hecho de ser históricamente una zona de producción y tráfico de enervantes, además de ello demostrar que dicho arraigo no es exclusivo solamente de una entidad sino que existe una diversificación del narcocorrido permitiéndole impregnarse en otras regiones.

El narcocorrido no es exclusivo de una entidad federativa en particular, pues su arraigo se extiende hacia áreas geográficas más amplias, como es el caso del noroeste: no solamente por considerarse una zona productora de estupefacientes, sino por ser un lugar en donde dichas producciones musicales juegan un papel importante para la construcción de una identidad.

A pesar de las contrastantes opiniones generadas en cuanto a la censura y difusión de los mismos, de lo cual toman parte tanto la sociedad como los medios de comunicación y la industria musical, su producción y distribución persiste, lo cual indica la existencia de un público consumidor; todos estos elementos ayudan a que el narcocorrido continúe vigente dentro de la región y temporalidad en la cual centraremos nuestro estudio.

 

Fuentes consultadas

Bibliográficas

  • Astorga Almanza, Luis Alejandro. Mitología de un narcotraficante en México, Plaza y Valdés, México, 2004.
    —. Los corridos de traficantes de drogas en México y Colombia, ponencia presentada para la Asociación de Estudios Latinoamericanos, Guadalajara, abril, 1997.
  • Bonilla Vélez, Jorge Iván. Violencia, medios y comunicación, otras pistas de investigación, Editorial Trillas, 1995.
  • Lazcano Ochoa, Manuel. Una vida en la vida de un sinaloense, Universidad de Occidente, Los Mochis Sinaloa, 1992. p. 39.
  • Montoya Arias, Luis Omar. Corrido de gomeros en Culiacán (1940-1990): explicación histórica de sus cambios generacionales, tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, diciembre, 2006.
  • Tinajero Medina, Rubén, y María del Rosario Hernández. El narcocorrido: ¿tradición o mercado?, Universidad de Chihuahua, 2004.

 

Hemerográficas

  • La Voz de Sinaloa, 1975.
  • Noroeste de Culiacán, 1975.

 

Notas

  1. Aunque existen algunas referencias que destacan composiciones en años anteriores, es en esas fechas cuando el corrido de traficantes cobra mayor auge; sobre el particular, véase: Luis Astorga, Los corridos de traficantes en México y Colombia, ponencia presentada en Meeting Latín American Studies, Guadalajara, abril, 1997.
  2. La Voz de Sinaloa, 21 de febrero de 1975; Noroeste, 1, 5 y 28 de febrero de 1975.
  3. Luis Omar Montoya Arias, Corrido de gomeros en Culiacán (1940-1990): explicación histórica de sus cambios generacionales, op. cit., pp. 34-42.
  4. Intérprete del cual se ha dicho mucho, pero en realidad su fama comenzó a crecer tiempo después de su asesinato ocurrido el 15 de mayo de 1992; en Culiacán, Sinaloa, a partir de entonces surgió una gran cantidad de intérpretes de música campirana y narcocorridos, buscando imitar su estilo y voz; algunos de ellos lograron consolidarse, otros tantos, a diferencia de Rosalino quien aún penetra en la memoria colectiva de la población, han quedado en el olvido.
  5. Luis Omar Montoya Arias, Corrido de gomeros en Culiacán (1940-1990): explicación histórica de sus cambios generacionales, op. cit., p. 72.
  6. En Sonora sucede un caso especial, algunas radiodifusoras transmiten narcocorridos; tal es el caso de la estación La Kaliente 90.70 y La Raza 105.1, de la ciudad de Hermosillo, donde hace apenas un año se transmitía un programa especial de tres horas, cuyo contenido musical incluía narcocorridos, esto en horarios nocturnos, con ciertas restricciones.
  7. Op. cit., p. 73.
  8. “De tal suerte que hablar de catarsis significa poner a funcionar lo instintivo, aquello que debe ser satisfecho para ser liberado”, Bonilla Vélez, Jorge Iván, Violencia, medios y comunicación, otras pistas de investigación, Editorial Trillas, 1995, pp. 25, 26. Véase también: Rubén Tinajero Medina y María del Rosario Hernández. El narcocorrido: ¿tradición o mercado?, Universidad de Chihuahua, 2004, p. 113.
  9. Luis Astorga, op. cit., p. 139.
  10. Manuel Lazcano Ochoa, Una vida en la vida de un sinaloense, op. cit., p. 213.