Artículos y reportajes
Ilustración: Digital VisionEl color de los sueños

Comparte este contenido con tus amigos

En un valioso texto aparecido en la vieja colección “Arión” de Editorial Sudamericana con el título de “Cielo e infierno”,1 de Aldous Huxley (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1957), me encuentro, oh algarabía de la ingente lectora, éxtasis del fausto lector, con un informe del profesor Calvin Hall quien estudiara miles de soñantes y sus sueños. Después de analizar años de semiología onírica el profesor Hall concluyó lo siguiente: la mayoría de los mortales soñamos en blanco y negro y cuando la paleta de nuestras alucinaciones utiliza colores lo hace en tonos desvaídos como las viejas fotografías coloreadas que se maquillaban a mano sobre la base en sepia. Según el profesor Hall (citado por Huxley) sólo 1/3 de los soñantes ve colores y esto parece ser una particularidad de cada uno, como la de ser zurdo, sordo o detestar el gusto acre del pollo.

En este libro, Huxley propone un poco maniqueamente la división teórica entre contenidos de la conciencia (lo que vendría a ser el Cielo), poblada de vecinos, perros, escuelas, supermercados chinos y otras habitualidades, por un lado, y los umbrosos contenidos inconscientes (lo que vendría a ser la antípoda, o infierno, en esta pequeña alegoría), donde se afincan dragones, fantasmas, demonios, asesinos seriales e inspectores impositivos. Como nunca falta gente suspicaz, Huxley alega que nada extraño puede haber en un mundo que de un lado cobija vacas, cerdos, gallinas, patos, caballos, palomas y del otro (en sus antípodas) alberga kiwis, canguros, jirafas y hasta el extravagante ornitorrinco sobre el que aún no podemos acordar si se trata de un ave mamiferizada o un marsupial extraviado entre los pájaros.

Siguiendo el razonamiento que Huxley expone en el libro sospechamos que los sueños coloridos provienen en forma directa del Infierno, ya que aparecen nítidamente, según Huxley, bajo efectos de la hipnosis o la mezcalina que él mismo comulgó para constatar sus efectos. Describe colores intensísimos y hasta desconocidos en la vigilia normal que el autor no duda en calificar de “preternaturales” y dice que transfiguran los objetos como si se iluminasen desde adentro.

No estoy seguro de tener el deseo de cruzar las “puertas del paraíso” para ver esos tonos psicodélicos, o quedarme en el mundo en blanco y negro de mis sueños normales. Hojeando y ojeando un magnífico libro de fotografías en blanco y negro de Marcos Zimmermann de la “Patagonia, un lugar en el viento” tuve la extraña sensación de haber visitado en cuerpo y alma ese sitio casi inhóspito de imágenes desafiantes, soledades infinitas y hielos como murales entre éste y quizás otro mundo; creo haber atisbado otras antípodas sin ardillas, canguros ni necesidad de intoxicarme con mezcalina.

Hojeando y ojeando el libro zimmermianno empecé a sospechar que Dios malogró su propia obra de arte al agregarle colores; el mundo en blanco y negro tiene la intensidad de la belleza en estado puro. Como decía uno de mis personajes: “los colores no son más que vicios de refracción de la luz”, lo cual me espantó considerando que las pías monjas que me criaron me enseñaron a rehusar toda forma de vicios para llegar al Cielo.

Ahora, viviendo las imágenes de la Patagonia zimmermianna, creo que tenían razón.

(Fragmento de Los sueños de la eternidad)

 

Nota

  1. Aunque me resisto, escribo “infierno” con minúsculas porque así figura en el original, dando fábula y argumentos a papas, cardenales, popes y pastores que niegan existencia real a la áspera geografía del castigo.