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Poemas con fondo de agua

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Complicidades

Hay un puente
de madera
que nos separa,
frontera.

Cruzarlo es un
desafío
y debajo
corre el río.
Todas las tardes
de sol,
en casa duermen
la siesta.
Cruzo el puente
y estás presta
escondida
en la floresta.
Jugamos a ser
señoras
y así pasamos
dos horas
en banquete
improvisado.
Tu varita
se ha empeñado
en convertir
a los grillos
en pasteles
amarillos
que acompañan
la reunión.
Merienda y despedida
hada escondida
entre lilas,
bosque con secreto
en flor.
Tu paisaje
no es el mío,
sólo nos separa
el río.

 

Nenúfar

Nace flotando a la vida
en aguas de sortilegio.
Nada orillas encantadas,
húmedas casas de hadas.

Sola de estanque en la aurora
entre rosada y azul,
creyó ver detrás de un tul
a otra flor que la miraba.

Espejismo tan sutil,
resignación vegetal,
sueña un abrazo triunfal
de raíces enruladas.

Destino de algunas flores
que sufren encantamientos.
Viejas leyendas de cuentos
en la aldea medieval.

 

Pan y cebolla

Un galeón que se reía
en profundidad azul,
escondía aquel baúl
tan buscado por piratas.
Ojo, pañuelo y muñón
gruñe detrás de la vela
—¿Por qué el mar embriagador
me confunde con embates,
y con berrinches de oleaje
no deja mi barco en paz?
Enojado como estaba,
no notó mientras gritaba
que una criatura encantada
lo miraba deslumbrada.
—Hombre de un solo ojo,
ni cíclope ni kraken.
No es de esta fauna marina,
tampoco elfo del prado,
si usa dientes dorados
tal vez sea algún hado
que por descuido, perdido,
amaneció en el navío.
¿Necesitará mi ayuda
o un cortejo de sirenas
más delicadas y buenas
ya lo habrán enamorado?
La nereida pensativa,
soñaba una casa alpina
en profundidad marina
con ese ser tan extraño,
original y ermitaño.
Cuando lo vio sumergirse
con escafandra plateada,
creyó ver concretada
su fantasía nupcial.
—¡Ya me vio!
¡Viene a buscarme,
y yo sin maquillarme!
No importa, el amor es ciego,
yo no tengo buena vista
y él no precisa oculista.
Lo llevaré a conocer
mi casa entre los corales,
aunque modesta y acuosa
nos dará una vida hermosa.
Si quiere hacerme un regalo,
voy a elegir unos aros
que sirvan de compromiso
a tan fulminante hechizo.
La ninfa monologaba
y a las algas agotaba.
—Todos los días un cuento
con tanto náufrago suelto...

Ya el buceador se acercaba
al galeón que se irritaba,
ya el cofre divisaba,
ya saboreaba riquezas...
cuando entre burbuja y burbuja
la nereida le dibuja
una sonrisa rosada
y lo abraza ilusionada.
Flotando bailan felices
entre bosques de arrecifes.
Pirata ya suavizado,
le regala aros dorados.

 

Ingratitud

Sirena, espejo de nácar,
peinecito de diademas,
canta y solloza sus penas
entre las sales del mar.

—Anoche, con luna nueva,
me enteré por pescadores
que hay un castillo con flores,
con torre pero sin princesa.

¡Urgente quiero ir allí
a conocer nuevas tierras!,
sin agua, arena ni piedras
que opaquen todo mi brillo.

Mujer metamorfoseada:
¿No te gusta este jardín?
—dijo el pez globo entre dientes—
No aprontes tanto tu fin.

—No me importan los rumores
de tanto pez sin cintura.
yo nací para princesa,
tengo antojo de realeza.

Por eso, una mañana
con sombrilla y equipaje
salta olas y hace un viaje
largo, difícil y solo.

El atlántico nadaba
y a sus primas recordaba.
Tan despeinada y maltrecha
cuando la costa asomaba.

—Llegué, por fin, qué aventura,
ahora a caminar.
Pies de cola tan plateada
que encandilan al andar.

Salta arena, salta piedras,
salta médanos dorados
y salta un bosque asombrado
sin luna como farol.

—¿Cómo no hay luces de guía
que reconforten mis pasos?
Perdón, es bosque tupido
y no mar embravecido
—dijo irritada la araña
molesta en su telaraña—.
No nos gustan las visitas,
ni tampoco gente extraña.

Ya tenemos la casita
de una tal Caperucita,
dos por tres hay unos líos
con cazadores impíos.

Sirena pelo de estrellas,
ignoró a la tejedora
y fue saltando en la aurora
hasta la muralla real.

¡Cuánta piedra, cuánto gris!
¡Cómo extraño mis corales!
Un salto y los pastizales
del jardín mudo y servil.

¡Qué naturaleza extraña,
tan quieta, tan calladita!
No se oyen ni las vaquitas
de San Antonio cantar.

—Creo que te equivocaste,
no es esto lo que buscabas.
Encanté castillo y dama,
sueño profundo de cama.

—Vengo de un viaje muy largo y...
—No me conmueve tu queja.
¿Te olvidás que ya soy vieja
y paso el día volando?

Sirena y arrepentida
sueña anémonas danzantes
y naufragios y arrecifes
y hasta con cantarle a Ulises.

Sirena tan deslucida
desanda triste sus pasos.
Pero el mar le abre los brazos
de una fiesta familiar.

Ya le acerca peinecito
y collares de turquesa,
para nombrarla princesa
de lo profundo del mar.