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Sherezade. Ilustración: Frances Brundage (1893)Las palabras de la doncella

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Sherezade, la formidable narradora que para salvar su vida del implacable decreto del rey teje un extenso mosaico conocido en occidente con el nombre de Las mil y una noches, es el mejor ejemplo de la eficacia de la palabra en tiempos de crisis. Hilvanados con singular maestría, los relatos salen de la boca de la doncella con el vigor necesario para recordarle al monarca los límites del poder. El detalle más inquietante del libro es la idea de concebir el lenguaje como centro real de la sociedad. Fascinado, el soberano pospone la ejecución una y otra vez para conocer el desenlace de una narración que indefectiblemente conduce a otra. La astucia de la mujer consiste en dosificar las revelaciones y dejar varios temas ocultos para esgrimirlos en una mejor oportunidad. Sin dar tiempo para la meditación, el frenético ritmo de acontecimientos obnubila el juicio del gobernante. Mucho de Sherezade tienen los medios de comunicación. Hipnóticos, construyen a su arbitrio el escenario de la realidad. El discurso informativo sirve de telón de fondo para las faenas cotidianas. Cada informe noticioso trae consigo una avalancha de coloquios domésticos. Muchas de las conversaciones que tienen lugar en las habitaciones y comedores de los ciudadanos modernos nacen en las salas de redacción. De ahí el compromiso democrático de los periodistas de informar con rigor y neutralidad. El problema radica, en palabras del profesor español Carlos Elías, en el criterio mercantil que prevalece a la hora de seleccionar los temas de interés general. Cercados por el omnipresente fantasma del dinero, los medios de comunicación están más atentos al crecimiento de las ventas que al desarrollo de proyectos de inclusión y reconocimiento ciudadano. Esto, en muchos casos, viene de la mano con evidentes rasgos de frivolidad. Se opta, como es lógico, por noticias fáciles de consumir. Ninguna clase de preparación exige la banalidad periodística al receptor. Así, los chismes de los romances de las actrices desplazan los eventos incómodos y nada consumibles. Reportan más índice de rating los pormenores de la farándula nacional que las poblaciones minoritarias. Los negros, campesinos, mujeres, homosexuales, son los eternos olvidados y sólo acaparan la atención nacional cuando la muerte toca sus puertas. La guerra y el espectáculo hacen que el tiraje de los periódicos se agote en un santiamén. El periodismo, en sintonía con las directrices neoliberales, se convirtió en carnaval circense, que en lugar de apelar a la reflexión promueve el espectáculo.

Sherezade logró escapar de las garras de la injusticia gracias a su extraordinaria inteligencia. En su caso el patíbulo fue sustituido por el solio real. Los medios de información lograrán no ser inferiores a sus responsabilidades sociales si son capaces de construir una visión incluyente de la comunidad, ajena a los vaivenes del mercadeo y a las trampas del oropel.