Artículos y reportajes
Ismael UrdanetaIsmael Urdaneta, el poeta legionario
La errancia y la memoria en la vanguardia del lenguaje poético

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Enfermo el día de la luz, enfermo;
visión de blanco malabar suicida,
un perro a tientas a soñar convida
después de ver que yo también me duermo

Yermo el crisol de las pupilas, yermo;
un árbol reza una oración dormida;
la calle dobla su campana herida;
el pueblo enfermo como el día, enfermo.

Camilo Balza Donatti

Este ensayo es un homenaje al poeta Ismael Urdaneta, a la obra del “poeta legionario”; es un compromiso con mi dignidad como escritora, y un rescate para la memoria del mundo y en particular de nuestra patria literaria venezolana, donde imaginamos un eco que hace resonar sus versos en cada sensibilidad venezolana y extranjera.

Ismael Emilio Urdaneta Paz, poeta, periodista, cronista, narrador, memorialista y soldado legionario, nace el 4 de marzo de 1885, en Moporo, estado Trujillo, Venezuela, cuando sus padres paseaban por esas tierras lacustres, y muere en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela, el 29 de septiembre de 1928.

Su padre, don Arístides Urdaneta Leal, natural de La Cañada de Urdaneta; su madre, doña Altagracia Paz, oriunda de Los Puertos de Altagracia, ambos zulianos.

Muy pequeñín lo llevan a los Puertos de Altagracia y lo bautizan en el solar materno, donde vive su infancia y sus primeras lecturas hasta el inicio de 1895, cuando la familia se residencia en Maracaibo y se domicilia enfrente de La Beneficencia (hoy Hospital Urquinaona), en una zona de nivel económico acomodado; en la quinta Villa Sirena, con una barroca entrada en arco de hierro forjado que detenta el nombre de la vivienda, y un embriagador patio hacia las orillas del lago, “su Lago de Maracaibo”, al que Ismael canta con fervor poético. En esta ciudad realiza sus estudios secundarios, y conforma junto a sus progenitores y sus diez hermanos una numerosa familia, mientras su padre trabaja en una oficina, como jefe del Aseo Urbano de la ciudad.

Ismael Urdaneta, en sus memorias, considera siempre “accidental” su lugar de nacimiento en Moporo, y siente a Maracaibo y al Zulia como su lar nativo, así lo hace constar en casi toda su documentación y la mayoría de sus escritos:

Echada á las márgenes de su lago, que le besa los pies con sus cristalinas ondas suaves, recibe el tórrido efluvio de un sol tropical. Y duerme sus bochornos, fatigada é indolente. Y se regocija en las claras noches de luna. Es fanática y soñadora. Parece una ciudad morisca; parece una ciudad castellana. Glorifica á sus hijos; zahiérelos a menudo. Es una madre, una hija, una hermana... y una víctima. Lo es todo, cuando lo intenta; se contenta en ocasiones con no ser nada. ¡Es una ciudad! ¡Mi bella y querida ciudad!

Párrafo tomado de “Maracaibo”, publicado por Ismael Urdaneta en El Cojo Ilustrado. Año XIX. 1º de junio de 1910. Nº 443.

Vale recordar que el puerto de Moporo, donde nace Ismael, es parte de los territorios que el 9 de abril de 1850, mediante un decreto del Poder Ejecutivo Nacional aprobado por la mayoría de congresistas genuflexos al caudillo José Tadeo Monagas, en su intención de “castigar” el levantamiento del Zulia por el asesinato, en enero de 1848, del diputado zuliano José María Salas, despojan al estado Zulia, separando las parroquias de La Ceiba y La Ceibita del cantón de Gibraltar, y anexándolas sin escrúpulos al cantón de Escuque de la provincia de Trujillo.

 

Ismael Urdaneta no llega a publicar, como algunos autores afirman, en el famoso semanario literario Ariel, órgano del grupo del mismo nombre, primer periódico que levanta el pendón del modernismo en el Zulia, pues apenas empieza a escribir poemas y publicar sus versos unos años después del último número de Ariel el 15 de agosto de 1901.

En 1905 publica su primer poema en el periódico vespertino El Ciudadano, fundado en Maracaibo el 18 de mayo de 1903 por el ilustre zulianoMarcial Hernández, su director y uno de sus redactores.

En febrero de 1906, Ismael es asesor de una publicación periódica literaria denominada Nuevos Ideales, al lado del en ese momento adolescente escritor maracaibero Jorge Schmidke,conocido como el último de los parnasianos en Venezuela, y con las colaboraciones del poeta colombiano Pedro Barrios Bosch, del sonetista maracaibero Carlos Rincón Nebott, del político y poeta de Maracaibo, bohemio y conspirador de vehemente ardor patriótico Eliseo López, y del abogado y escritor también maracaibero Alejandro Fuenmayor Morillo, entre otros. Pero pronto los integrantes de Nuevos Ideales se dispersan unos y mueren otros con el advenimiento de Juan Vicente Gómez al poder. Pedro Barrios Bosch es exiliado de vuelta a su patria, Eliseo López muere envenenado con arsénico en La Rotunda y así la diáspora forzada de estos jóvenes valores.

Algunos autores, por su agrupación en Nuevos Ideales y en la revista Éxodo (1908), del periodista e historiógrafo maracaibero Rogelio Illaramendy Perich, consideran al poeta Ismael Urdaneta integrante en transición de la generación modernista.

En 1908 el poeta funda en Maracaibo la revista Élitros, dirigida por el periodista, escritor, historiógrafo y narrador maracaibero Carlos Medina Chirinos, quien desempeña en esos momentos la dirección del Archivo Histórico del Estado Zulia, y cuenta entre sus valiosísimas investigaciones con la destacada tesis de la fundación de Maracaibo por Ambrosio Alfinger en 1529, aceptada definitivamente en un simposio celebrado por el Centro Histórico del Zulia. Funda también la revista Proshelios, dirigida por el escritor José Antonio Butrón Olivares, periodista oriundo de los Puertos de Altagracia y perteneciente al grupo literario Los Mechudos. Ambas publicaciones, dedicadas al arte literario y que tanto lustre le dan al Zulia, se consideran las más significativas de la época, para alegría del poeta.

Ismael mantiene también, para esa época, relaciones literarias con el grupo Génesis de Mérida y El Mes Literario de la ciudad de Coro.

Ese mismo año de 1908 es coautor con O. González Velasco, y edita en la Imprenta Americana de Maracaibo, Laureles y rosas: el 17 de enero de 1908 en la Fortaleza de San Carlos, en honor al general Jorge Antonio Bello y conmemorando el quinto aniversario de su hazaña como jefe militar del Castillo San Carlos, durante el bloqueo de las potencias extranjeras italiana, alemana e inglesa, a la entrada del Lago de Maracaibo.

También publica su primer poemario, Corazón romántico. El poema de Carmen Catalina, que incluye un breve exordio de apenas seis líneas escritas por el mismo poeta. Son poemas cargados de ingenuidad, de sencillez polifónica, románticos en su estilo, de genuino fervor poético y con la influencia del criollismo de Udón Pérez, mas ya germina en él, en cada verso, ese afán de aventura en la palabra y en la vida, y ya manifiesta la angustia existencial que acompaña siempre su alma:

Conozco por mi mal, que soy un tanto
predilecto a los ritos y al encanto
de las aventuras y emociones.
No tengo la culpa: las canciones
dieron al alma un vino de alborozo,
como también de pasatiempo el gozo.1
Amo las trasnochadas lentejuelas
de la luna y la cauda de los soles,
y amo la palidez de los faroles
que iluminan obscuros arrabales.1

Juventud. Pasajera servidumbre
de unos ojos... Empeño hacia la cumbre,
el ideal y tanta cosa bella
con que nos hace delirar la estrella.1

Ser en la pampa de la vida un potro,
Crines al aire y la nariz violenta,
Como el tendido que mi escudo ostenta.2

Y, sin querer, me siento anciano cuando
por la calleja solitaria andando
no me salen tus ojos de violeta
y oro para decirme: “Adiós, poeta”.3

En diciembre de 1909 deja Maracaibo; se va a Caracas, donde inicia estudios de derecho en la Universidad Central de Venezuela y comienza a publicar esporádicamente en el periódico capitalino El Cojo Ilustrado.

En 1910, el crítico literario y poeta zuliano Jesús María Semprún Pulgar lo encuentra en Caracas, en un miserable cuartucho plagado del humo de sus cigarros y componiendo el poema Los Libertadores. Es la misma composición poética que recibe tantos aplausos al obtener el primer premio del certamen literario de prosa y verso promovido por la Gobernación del Distrito Federal con motivo del centenario del 19 de abril de 1810, y al que concurren numerosos y distinguidos poetas y prosadores de Caracas y del interior. El jurado del concurso está compuesto de los señores general Pedro Arismendi Brito, Julio Calcaño, Felipe Tejera, Andrés Mata, Pedro Emilio Coll y Luis Churión, y al dictar el veredicto, premian el estudio en prosa de Laureano Vallenilla Lanz, y en verso el poema Los Libertadores de Ismael Urdaneta, quese publica en El Cojo Ilustrado, en una edición dedicada totalmente al 19 de abril de 1810 (año XIX, Nº 440, p. 240, del 15 de abril de 1910).

Los Libertadores es un poema extenso y respetuoso de la rima; después de un proemio del autor, escribe el poeta seis cantos, los cuatro primeros dedicados cada uno en el orden dado, a Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y José Antonio Páez, y un penúltimo canto dedicado a Urdaneta, Salom, Ricaurte, Soublette, Girardot, Piar, Bermúdez, el Negro Primero, Ribas, Francisco Esteban Gómez y Arismendi.

Extractos del Canto I consagrado a Francisco de Miranda:

¿Quién es aquel que calza memorable coturno,
del semblante rugoso, pálido y taciturno?,
le vio la Francia en triunfo, le vio la Europa entera;
dio su fama al futuro y nos dio una bandera.

(...)

No obstante su heroísmo de redentor, no pudo
ni esgrimir su mandoble ni enarbolar su escudo.
Pero fue la primera palabra prodigiosa
que al borde de la obscura, irredimida losa,
se escuchara de alguna voz “levántate y anda”,
dijo a la Patria entonces Francisco de Miranda,4

Fragmentos del Canto II ofrendado a Simón Bolívar:

¡Sus ideas eran como huracanes!
Rindiólo todo al frente de aquella cabalgata,
del Ávila al Pichincha, del Orinoco al Plata.
Su figura se escapa del lienzo de la Historia,
más allá del futuro, más allá de la Gloria.
Jamás sintió fatiga, en el risco, en la falda,
su corcel, con la honra de llevarlo en su espalda.

(...)

Su nombre era conciso, enérgico y sonoro
como él mismo: ¡BOLÍVAR!4

Fragmento del Canto III dedicado a José Antonio Páez:

Mirad. Oíd. El grave silencio de la pampa
se llena de rumores cuando el centauro acampa.
Su corcel atraviesa las llanuras ardidas
hinchadas las narices violentas y las bridas
sueltas. Es el llanero que el peligro devora.

(...)

Es el mismo de aquel “vuelvan caras” heroico,

(...)

¡Es PÁEZ!, el rotundo Héroe de las Queseras
del Medio; el torbellino de la pampa.4

En los círculos literarios en la Caracas de la época, Jesús María Semprún, llegado cinco años antes en 1903, y ya organizado, comparte tertulias literarias con algunos compañeros de generación y otros más mozos, todos ellos buscando en la literatura la orientación de sus pensamientos; los diálogos y las pláticas se fortalecen con las lecturas de notables escritores de América: Rubén Darío, para quien los poetas guardan la admiración intacta por aquel encantador de la melodía, el ritmo y la gracia en su verso; Leopoldo Lugones, que goza de entusiastas seguidores; Díaz Mirón, Amado Nervo y Chocano. De España: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Azorín, Ramiro de Maeztu, Ramón del Valle Inclán y Pío Baroja. De Francia leen los poetas malditos, Anatole France y aún resuena Víctor Hugo. Suelen concurrir a estas peñas, entre varios, el sacerdote caraqueño Carlos Borges y escritores residentes en el interior del país como Sergio Medina, del estado Aragua, los zulianos Rogelio Illaramendi y Emiliano Hernández, Rafael Carreño Rodríguez del estado Guárico y nuestro poeta Ismael Urdaneta, intentando reforzar y expandir el mensaje de “una Venezuela que no quería darse por vencida en la hora de la estupidez”, como expresara el escritor carabobeño Enrique Bernardo Núñez.

Mas el espíritu nómada de Ismael Urdaneta no le permite echar raigones, y a finales de 1910 inicia su periplo impulsado por inquietudes intelectuales y un brío afanoso de horizontes, que lo llevan a Barbados, Brasil, Argentina y Uruguay, en una primera emigración larga y fecunda tanto en el periodismo como en la aventura.

Aquel viril deseo
de aventura y peligro, de andanzas y fiebre loca,
me devora la entraña —¡buitre de Prometeo!—
atado a mi destino como el otro a su roca.5

El 7 de enero de 1911, de Río de Janeiro llega a Buenos Aires, Argentina; allí conoce a quien es un sincero y fraterno amigo, César Carrizo, y lo recibe en el exitoso periódico La Prensa el secretario de redacción, Horacio Castro Videla, quien lo incorpora al trabajo comoredactor en este periódico.

En Buenos Aires publica en 1911, en la Imprenta de Coni Hermanos, su segundo poemario, Siembra y Vendimia; poemas que comienzan a alejarse del Romanticismo y acercarse al Modernismo, influencia de las intensas relecturas que hace del cubano José Martí, precursor del Modernismo, con su prólogo al Niágara (obra del poeta venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde); del nicaragüense Rubén Darío, llamado “el padre del Modernismo”; de los mexicanos Amado Nervo y Salvador Díaz Mirón, precursores del Modernismo en su país, y del modernista argentino Leopoldo Lugones.

Después, en Montevideo, Uruguay, comparte con la poetisa uruguaya Delmira Agustini y con el escritor uruguayo José Enrique Rodó, de quien es su secretario y corrector de pruebas en el rotativo El Día; al mismo tiempo escribe en el rotativo La Semana su columna “De sábado a sábado”. Estos dos francos amigos le abren las puertas del periodismo montevideano, por considerarlo un hombre capaz tanto por su intelecto como por el alma ferviente que vuelca en su trabajo y en la vida. En esa tierra extranjera es Ismael Urdaneta uno de los fundadores del famoso Diario del Plata de Uruguay.

Parecía destinado entonces a ser uno de esos reporteros contemporáneos que nos cuentan con elegancia y amenidad, y casi siempre con menos exactitud que imaginación, la vida de las ciudades y pueblos grandes o pintorescos o simplemente remotos.

Jesús María Semprún

A finales de 1912 un nuevo itinerario, esta vez hacia el Viejo Continente. Viaja a España como corresponsal del Diario del Plata; allí se dedica desde su llegada al estudio de la cultura española, a escribir reportajes sobre las ciudades de Cádiz, Barcelona y Valencia, y a colaborar en El Mercantil Valenciano, mientras escribe el poemario Jardín solariego. Una vez en Madrid, colabora en los prestigiosos diarios españoles Blanco y Negro, ABC y El Liberal. Hace amistad con el escritor español Eduardo Zamacois y con el novelista venezolano y representante diplomático de Venezuela en España, Pedro César Dominici.

Allí, en tierra española, recuerda a aquella poetisa que quedó en Uruguay, Delmira Agustini, y escribe:

...No fuera para mí sagrado el divino ritmo ni el divino Apolo me llamara su fiel, si al pasar por esta deliciosa, pintoresca y española villa no enviara, como lo hago, mi homenaje á la alondra sentimental y expresiva que me hizo soñar tanto con aquel maravilloso trino: ...“¡Amor! La noche estaba trágica y sollozante...”, y aquella romanza inaudita a fuerza de harmoniosa: ...“Yo lo soñé impasible, formidable y ardiente...”.

En 1913 viaja a París, donde comparte generosamente su amistad con Caracciolo Parra Pérez, segundo secretario de la Legación venezolana en Francia, con Diego Carbonell, cónsul en París, con el médico Jorge Dacovich, su compañero en las noches de bohemia, con el pintor Carlos Otero, el poeta doctor José Tadeo Arreaza Calatrava, Ramón Vallenilla, J. M. Ortega (hijo), y otros destacados personajes venezolanos de la época residentes en París.

En abril de 1914, hastiado, desilusionado de esa forma de vida y con la Primera Guerra Mundial asolando Europa, se alista en la Legión Extranjera de Francia, y lo destinan al Primer Regimiento Extranjero acantonado en Bel-Abbés; después, a la Península de Gallípoli, en Turquía, donde en 1915 combate y es herido en la Batalla de los Dardanelos; luego a Orán (Argelia), a Bizerta (Túnez, África Septentrional); en 1916 es herido nuevamente combatiendo en la Batalla de Verdún al nordeste de Francia contra la invasión alemana, en la guerra más larga y la segunda más sangrienta de la Primera Guerra Mundial; también combate en Alejandría (Egipto), Serbia y Ucrania, con el Cuerpo Expedicionario de Oriente en los frentes orientales y soviéticos.

En esos cinco años toca a fondo el horror de la guerra y es herido en dos oportunidades, disparos en el oído izquierdo en Dardanelos, y en la Cruz Roja en Niza le amputan parte del pie izquierdo, por la gangrena provocada por su permanencia durante largos días en las heladas trincheras de Verdún. Un acto más de desesperación que de aturdimiento fue su enrolamiento, y nadie puede dudar cómo lucha con arrojo en diferentes frentes igualmente peligrosos. Pruebas de su ardor y valentía son las cuatro medallas de honor que recibe: la Medalla Interaliada, la Cruz de Hierro, Medalla de Verdún, Distintivo de Herida y el Cordón de Honor al Mérito de la Legión Extranjera, y una distinción del coronel Geay, jefe del Regimiento (26-6-1918). El final de la Primera Guerra Mundial encuentra al poeta en Argelia.

Su vida en la Legión, a despecho de la compañía incongruente, con gente equívoca, tal vez maleante y de seguro desesperada, debió, por eso mismo, de brindarle alicientes que no aciertan a sentir las personas amigas de la vida estadiza y serena.

Jesús María Semprún

En 1921 se casa con Teresa Pascott, a quien conoce durante su permanencia en el hospital de la Costa Azul, y con quien tiene dos hijos, Emiliana y Alexis Arístides, quienes viven en la población de Sidi Bel-Abbés, Argelia.

El 17 de agosto de 1921 regresa a Venezuela y se traslada a Maracaibo, donde se le recibe apoteósicamente con un acto en el Teatro Baralt, el 29 de septiembre; los palcos, las plateas y las galerías están colmadas, y en primera fila el presidente del estado Zulia, general Vicencio Pérez Soto y sus secretarios, la Banda Bolívar dirigida por el maestro Martucci entona los compases que el protocolo de honores requiere para un combatiente condecorado. Lo presenta nuestro escritor maracaibero Elías Sánchez Rubio, y el 12 de noviembre de ese mismo año se le recibe en el Teatro Nacional de Caracas.

En 1922 publica, con la Imprenta Bolívar de Caracas, Una noche en Odessa, un diario que recoge las memorias y testimonios de su vida en “la Perla del Mar Negro” ocupada por las tropas austríaco-alemanas a finales de la Primera Guerra Mundial.

Los ejemplares del diario Panorama se engalanan con la participación de la representación de la intelectualidad zuliana de la época, los más acreditados poetas, escritores, docentes y juristas del Maracaibo de principios de siglo, y entre ellos el poeta Ismael Urdaneta.

Pero después de los actos en el Teatro Baralt, casi inválido y enfermo, es abandonado, dejado en solitario en su misma tierra, sin ayuda ninguna; decide entonces volver a Europa para ver a su esposa e hijos y convencerlos de que vengan a vivir con él a Venezuela. En este viaje vuelve a caminar las calles parisinas, pero ahora como un inválido héroe de la guerra, hasta que en 1927 la tabes dorsal que sufre desde su juventud empeora gravemente y siente que debe regresar a su tierra, mas no lo acompaña su familia en su travesía del Atlántico.

Ya en Venezuela, en Maracaibo su lar, publica en 1927, en Ediciones de La Quincena Literaria, Tipografía Comercio, de El Tocuyo, el poemario Cantos de gloria y de martirio, escrito en diferentes frentes de combate, principalmente durante los años 1915 y 1916; está colmado de versos vivenciales, dramáticos, duros e implacables, con una tonalidad muy distinta a la de los anteriores; desaparece totalmente el romanticismo criollo de su primer poemario Corazón romántico; ahora las rimas y las formas estróficas como el soneto no obstaculizan al poeta para ensayar con ellas sus inquietudes literarias; las nuevas formas serán más excéntricas, individualistas y originales. Es una voz modernista con asomos vanguardista; en sus versos, intenta Ismael exorcizar los horrores de la guerra y del guerrero, los dolores del cuerpo y del alma, en un frágil análisis autobiográfico de su condición anímica en los combates en la Legión Extranjera en la Primera Guerra Mundial, pero sin hagiografías ceremoniales y alejado de todo vislumbre de panegíricos:

Tampoco se confunde Urdaneta con los panegíricos de Venezuela heroica; apostado frente a los devaneos libertadores de Eduardo Blanco, lo que se lee en Cantos de gloria y de martirio refuta toda idealización del combate.

Luis Moreno Villamediana

Esa tarde —oro y cobalto—
la última que yo viera,
antes de ir al asalto
de la enemiga trinchera;

¡qué puros miré los cielos
a los parpadeos claros
del sol de los Dardanelos
detrás del golfo de los Zaros!6

Horror del ¡ay! que se pierde
en el estruendo del choque;
la bayoneta que muerde
con elegancias de estoque.6

Y ya en el foso contrario
épico ardor temerario
anima duelos heroicos,
y a esos encuentros parciales
de lúgubres pedestales
sirven los muertos estoicos...6

¡Y en el horror del minuto
funden su cólera sorda
el hosco instinto del bruto
y el ímpetu de la horda!6

En Maracaibo se vincula con grandes esfuerzos físicos y económicos a las peñas literarias que se dan en La Zulianita y al grupo literario Seremos, donde se le respeta como héroe mas es incomprendido como poeta; la hegemonía poética en el Zulia es la que con su pauta marca nuestro magnífico poeta Udón Pérez, compañero de generación.

 

Ismael Urdaneta, ese ser extraño, único, visionario, errante, inconforme, bohemio, intranquilo, conocedor de placeres, de dolores físicos tanto propios como ajenos, del caos de la guerra, condenado a una silla de ruedas y a una cama, con una parálisis progresiva y dolorosa y las heridas que no cierran en su pierna, es abandonado en su propia patria, en su amada tierra maracaibera, a la incuria de todos aquellos “amigos venezolanos” que conoció en España y París, desempeñando altos cargos con los que convalidaban en otros países la dictadura gomecista y por la que eran bien “recompensados”, a cambio de las penurias del pueblo venezolano; aunado a todo ello, la nostalgia de su familia que vive en Argelia colma de hastío y desesperanza el alma del “poeta legionario”, como lo llama Elías Sánchez Rubio en su presentación en el Teatro Baralt.

Es la soledad, los padecimientos del cuerpo, los recuerdos heroicos, la poesía y la desadaptación a vivir en la tiránica dictadura gomecista que aún domina su país, la única compañía, y la mañana del sábado 29 de septiembre de 1928 (quizás recordando aquel 29 de septiembre, siete años atrás en el Teatro Baralt), después de pedir “un cafecito” a su anciana madre, se suicida de un disparo en su cuarto. Imposible ignorar sus motivos, apenas contaba cuarenta y tres años. Así termina el círculo en espiral de vida y sueños de este poeta venezolano.

Aún hoy día suele la mayoría de los asesinos quedar impunes y ¡absurdo!, a un suicida se le estigmatiza, así lo hacen radicales y crueles religiones que le “cierran sus paraísos”, y por igual, las sensibilidades anquilosadas con supersticiones y petrificadas con mezquinos prejuicios.

Reposan sus restos en el más antiguo de los cementerios de Maracaibo, el Nuevo Cementerio (12-11-1879) hoy conocido como El Cuadrado. Allí donde, por ser el más añoso, están enterrados héroes zulianos de la Independencia y hombres ilustres de las artes y la literatura del pasado de esta tierra:

El navío, al partir,
iba con todas las velas arriba,
talando el bosque de las olas,
jineteando las cuadrigas de los ciclones...7

Hoy el navío jadea entre las tempestades...
en lo alto del puente,
van cuarenta años de luchas,
de rebelión y melancolía...7

¡Qué ironía! Justamente el día anterior a su muerte llevó para su publicación el que sería su último poema, Las nubes, y salió divulgado temprano el mismo día que fallece; en sus versos se solaza el poeta sobre los cuatro tipos de nubes.

A propósito del cirrus:

Lo que sí me consta es que en noches
de luna he deseado un Clavileño
para ir a tenderme sobre esos algodones dorados.
¡Qué íntima y constelada satisfacción!
En lo alto de mi cabeza
sentiría la caricia fulgurante de Vega,
de la Lira, sobre los anillos
espléndidos del Dragón: a mis pies,
distinguiría en Aldebarán
la mirada de primera magnitud
del ojo fascinante del Toro,
y me divertiría viendo
danzar a mi lado la Osa Mayor,
mientras acariciaría con la diestra
la Cabellera de Berenice...8

En 1928, en Caracas, en Taller Gráfico, se publica póstumamente su último poemario, Poemas de la musa libre, que había dejado inédito, y Ediciones del Instituto Zuliano de la Cultura en Maracaibo publica una segunda edición.

Esta es la dedicatoria del poemario:

Dedico estos “poemas” a mi selecto amigo, doctor Pedro José Troconis, cuya generosa hidalguía permite la aparición de este libro. Cordialmente, Ismael Urdaneta. Maracaibo, 1928.

El presbítero doctor Gustavo Ocando Yamarte, en su obra Historia del Zulia, valiente y sincero, pone al descubierto la herida literaria del olvido y la desidia sobre este poeta; nos dice:

Nos tocó usar el abrecartas para despegar las páginas. El hidalgo amigo no se había ocupado ni de hojearlo, como tampoco en más de medio siglo ninguno de los numerosos y frecuentes consultantes de la Biblioteca Baralt, a quien pertenece el ejemplar.

No bastó con esto; posteriormente, en obras donde su nombre se reseña, siguen siendo imperdonables comentarios como este de Otto D’Sola, en su obra Antología de la moderna poesía venezolana (1940):

Su poesía, fácil y un tanto desordenada, es una de las anécdotas de su novelesca vida.

Nuestro esclarecido escritor Miguel Otero Silva también reclama, en 1941, al mismo autor D’Sola, la omisión del poeta falconiano Elías David Curiel, quien merecía una cálida valoración literaria al igual que Ismael Urdaneta.

El poemario póstumo Poemas de la musa libre es su obra más importante, la que lo consagra como uno de los iniciadores de la vanguardia en Venezuela. Libre de trabazones académicas, de espaldas al rigor de la métrica, descoyuntando los ritmos vulgares por vulgarizados, con una tensión imaginativa en el lenguaje, en un texto confesional, premonitorio, irónico y fatalista, donde grita, se burla con ironía, ama y protesta en la emoción vigorosa de cada verso; entreabre la puerta del Vanguardismo, y cierra tras de sí la del Modernismo.

...es un poeta en el que encarna la transición: su propia obra registra el romanticismo feneciente y saluda al vanguardismo naciente.

Rafael Arráiz Lucca.

En la segunda parte del poemario, que el poeta titula muy particularmente, “Croquis del lago y de la urbe”, da su visión poética de la contaminación del Lago de Maracaibo, secuela de la explotación petrolera. Plasma su inquietud por los efectos adversos sobre sus aguas, los cambios aciagos en la acuarela del paisaje lacustre transformado en función de los intereses económicos de los capitales extranjeros, al explotar para ellos la nueva riqueza dada en concesión por primera vez en el país, el 24 de septiembre de 1865 por el general en jefe de los Ejércitos de la Unión y presidente constitucional del Estado Soberano del Zulia, Jorge Sutherland, en cesión hecha a un ciudadano norteamericano de nombre Camilo Ferrand:

El derecho y privilegio exclusivo en toda la extensión del estado para buscar, producir y negociar petróleo o nafta, o bajo cualquier denominación que se conozca el aceite que exista...

Leamos su rebelde espíritu en algunos versos de este capítulo del poemario Poemas de la musa libre:

Casco negro, puente blanco, veloz,
bufando carbón, sudando aceite
que infecta la estela
pasa el monitor petrolero.8

En el mástil de popa
lleva izada nuestra bandera,
según convenio de Cancillerías.9

Nada en el monitor petrolero
tiene algo de común con nuestra raza:
navío, tripulantes y cargamentos
son ingleses o norteamericanos.9

La alberca de zafiro se hizo tina de aceite.
Y allí están ahora en la bahía ancladas
las lindas barcas de otros tiempos,
envilecidas con el “carate” exótico.10

Palmera señoril, antes dabas al cuadro
del paisaje lacustre
la pincelada esbelta de tu airón tropical.
Ahora te suplanta la torre del “taladro”,
menos poética, menos ilustre:
¡pero de más efecto... comercial!11

Y del poema “Las nubes”, donde el “poeta legionario” poetiza sobre cirrus, cumulus, stratus y nimbus, en los dos últimos lapidarios versos finales que escribe el día anterior a su muerte, nos advierte sobre la existencia de un quinto tipo de nube:

¡Nuestra vida..! La quinta forma
de la nube...8

La publicación de la obra completa del “poeta legionario”, es una deuda pendiente del país, con la dignidad del poeta y su obra, con la literatura de Venezuela y para con todos nosotros sus lectores.

Permitamos que sea el mismo Ismael Urdaneta quien concluya este ensayo con su despedida:

Mejor es irse temprano,
cuando aún haya sol,
y nos quede el ansia de un paisaje nuevo.12

 

Obra poética:

  • Corazón romántico. El poema de Carmen Catalina. Imprenta Americana. Maracaibo. 1908. 2ª edición. Instituto Zuliano de la Cultura. Maracaibo, 1978.
  • Laureles y rosas: el 17 de enero de 1908 en la Fortaleza de San Carlos (coautor con O. González Velasco). Imprenta Americana. Maracaibo, 1908.
  • Siembra y vendimia. Imprenta de Coni Hermanos. Buenos Aires, 1911.
  • Una noche en Odessa. Imprenta Bolívar. Caracas, 1922
  • Cantos de gloria y de martirio. El Tocuyo: Tipografía Comercio. Maracaibo, 1927.
  • Poemas de la musa libre. Taller Gráfico. Caracas, 1922. 2ª edición. Instituto Zuliano de la Cultura. Maracaibo, 1977.

 

Referencias bibliográficas de los poemas:

  1. Autografía.
  2. Paréntesis.
  3. Corazón romántico.
  4. Los libertadores.
  5. Macte animo.
  6. La Legión, en avant!
  7. El navío.
  8. Las nubes.
  9. El monitor petrolero.
  10. El lago petrolizado.
  11. La palmera y la torre de acero.
  12. Au revoir!