Artículos y reportajes
Carlos Fuentes en la Filsa 2009
“En Chile entré a la literatura en lengua castellana”

Carlos Fuentes

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El maestro mexicano Carlos Fuentes —el más esperado de la Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa), sin duda— llegó para presentar su obra Adán en Edén. Con él conversaron Arturo Fontaine y Cecilia Rovaretti. Rebosante de buen humor y de energías a sus 81 años, Carlos Fuentes se explayó sobre esta su última novela en la que aborda los temas más espinosos de la actualidad mexicana: el narcotráfico, la violencia, el crimen. Pero también habló de la literatura, de la novela como “género de géneros” y regaló a todos los asistentes a su presentación en la Sala de las Artes motivos para reír con sus ocurrencias, entre otras, decirle a los presentadores al final de cada una de sus intervenciones: “No sé si contesto bien a su pregunta”. Adán en Edén es la narración en primera persona de Adán Gorozpe, un millonario que llegó al poder económico gracias a un muy buen casamiento y quien fue tentado también por el poder político, gracias a una propuesta de su antagonista, el corrupto Adán Góngora. La novela está compuesta por una trama de misterio, pero con un final abierto, y las reflexiones de Adán Gorozpe como voz principal giran en torno al tema del poder, su naturaleza, la libertad y también aspectos de su vida y de cómo se ve a sí mismo cuando ya tiene tanto poder. ¿Qué más decir? No le queda mucho a esta cronista, es mejor que hable el maestro.

 

Los poderes que hay en Adán en Edén

“En la novela hay muchos poderes y yo creo que el menor es el poder literario porque se engaña mucho a sí mismo, es un poder que se cree poder y no es tan poder. Aquí hay la historia de un hombre, el hermano de la protagonista, Abelardo, a quien su padre regaña, porque su padre es el rey del biscocho, es un hombre que ha hecho fortuna con panaderías. Y regaña a su hijo porque no se dedica a los negocios, porque no hace dinero, qué quieres ser, eres un vago, lo trata muy mal. Entonces él sale a buscar trabajo. Primero se acerca al mundo literario, le va muy mal y luego se acerca al mundo de la televisión y le va peor. Finalmente entra a un mundo seudorreligioso místico en el que descubre una veta en un niño que se presenta como el niño Dios. No engaño a nadie, yo soy un niño que va a la escuela, tengo 11 años y me pongo una peluca rubia, unas alitas, y salgo a predicar y la gente me sigue y se reúne en Insurgentes y me oyen. Entonces él decide ser un poco el gerente de este niño Dios, habiendo fracasado en su intento de obtener el poder literario o el poder de los medios de comunicación.

”El tema del poder en esta novela pues es central. Esta es una novela muy periodística en el sentido de que me propuse hacer una novela basada mucho en noticias. La literatura, la novela ha sido siempre un terreno muy vasto, un género de géneros”.

 

Carlos FuentesLa presencia femenina de Adán en Edén

Cecilia Rovaretti le pidió a Carlos Fuentes que hablara un poco sobre la presencia femenina en esta novela y él dijo:

“La novela es narrada por Adán en primera persona, y eso ya le da un tono a la novela porque da a entender Adán todo lo que es, pero el lector sabe más sobre Adán de lo que Adán quiere decirnos, lo cual es un juego dentro de la novela que puede ser eficaz o no. Adán tiene estas relaciones con su familia, con el mundo, y finalmente con el poder y con el crimen, porque al cabo de cuentas su gran antagonista es un hipotético jefe de la policía, que es Adán Góngora, es otro Adán que además seduce a la mujer de Adán Gorozpe, con lo cual Adán se siente muy halagado de quitarse a Priscila de encima, que es una señora bastante terrible, aburrida y grosera y tonta sin saberlo, ¿verdad? Y su mundo es su mundo privado con Ele, entonces hay muy poca presencia de las mujeres en la novela porque es una novela que tiene sobre todo un trasfondo de crimen, un trasfondo de violencia y un primer plano grotesco, un poco de comedia negra si se quiere, y un narrador que es más de lo que él dice pero que es tanto como el lector sospecha y sabe. Y ahí es donde las cosas se complican un poco sobre todo en las relaciones con Ele que Cecilia le atribuye la feminidad pero no sabes, nunca se dice en la novela si Ele es un hombre o una mujer”.

 

El tiempo en la novela

“Uno al escribir una novela está anclado en su momento, en su tiempo y en su espacio. Pero está tentado, a veces sin quererlo, de escribir también para el pasado y para el porvenir. Yo creo que de los tiempos humanos el presente es el lugar de todos los tiempos, en el presente recordamos y eso es el pasado, en el presente deseamos y eso es el porvenir y esta novela no escapa a ese signo novelesco en el que se apuesta que la novela va a recuperar algo del pasado porque ella misma va a ser pasado muy pronto. Don Quijote se publicó en 1605 y bueno, está vivita y coleando, y antes de Don Quijote no era imaginable el mundo de Don Quijote hasta que aparece la novela, y tiene una vida propia y una vida que se ancla en el pasado porque es heredera de la picaresca, del Lazarillo de Tormes, de las novelas de caballería, de todos los géneros, pero también se dirige al lector futuro, yo siempre he sostenido que el próximo lector de Don Quijote aún no nace, la novela está hecha para el lector del porvenir; no con una intención programática de Cervantes, es así, esa novela pervive y está esperando siempre la aparición del siguiente lector, y yo creo que este es el gran secreto de la escritura: escribir sin quererlo de una manera no programática para el escritor posible, el escritor que no ha nacido, sí, pero también el escritor posible en un mundo actual, es un propósito que le da su vigor a la novela, que le da su fuerza.

”(...) ¿Qué hay en un nombre? Es lo que uno se pregunta: ¿qué hay detrás de un nombre? ¿Por qué escribe uno? ¿Por qué pone uno nombres? ¿Por qué bautiza uno a toda una pléyade de personajes? Porque es lo que reclama el presente, y lo reclama porque el presente quiere recordar y porque el presente quiere desear y cuando unimos esos tres tiempos en una novela, es cuando hacemos el arte de la novela, la novela es inseparable del tiempo, no es historia pero es tiempo. Ha habido tiempos sin novela, pero nunca ha habido una novela sin tiempo, una novela que se define a sí misma por haber retratado el tiempo”.

 

Carlos FuentesSobre el surgimiento del narrador de Adán en Edén

“Y uno tiene un plan general, más o menos sabe cómo empieza, pero no sabe lo que va a pasar hasta terminar más tarde. A mí me sucede una cosa y es que soy bastante disciplinado y digo en la noche: ‘Bueno, me siento y este va a ser mañana mi trabajo y este es mi capítulo’, y me acuesto y duermo y me levanto y me siento y me sale algo completamente distinto. Hay elementos pero hay algo novedoso, algo que no había previsto, algo que viene del sueño, del inconsciente, del subconsciente, de la pesadilla, de una memoria resucitada, no sé de dónde, hay algo que añade la novedad ante el propio autor, el propio autor se sorprende de cosas que no estaban previstas y que aparecen de repente en la página; bueno, eso he tratado en esta novela de atribuírselo al propio narrador que el narrador sepa muchas cosas pero no todas (...). Si yo escribo esta novela con un personaje que sabe lo que va a pasar sería la novela más aburrida del mundo y tendría tres páginas además, no más. En cambio lo que produce la intriga es que el propio narrador está asombrado de lo que sucede, siente que tiene un gran poder pero no un poder total, que se le escapa constantemente, por eso lee tantos periódicos, es una novela de un lector de periódicos (...), hay mucha información de hechos nimios o hechos grandes en la novela que son los que finalmente le permiten a la novela revelarse como novela. Porque hay hechos de un señor que perdió un globo que fue a dar a quién sabe dónde... Qué sé yo, veinte mil cosas que suceden, pero luego hay un misterio de la novela propiamente dicho y esto se resuelve en Buenos Aires cuando dos personajes que son escritores, que son Sergio Ramírez y Tomás Eloy Martínez, se sientan a discutir una novela que se llama Adán en Edén, que es la novela que estamos leyendo y discuten sobre qué es esta novela y dónde va a ir a dar esta novela y qué significa, de manera que la novela se vuelve tema de la noticia, se vuelve el tema que discuten dos escritores en una nevería de Buenos Aires, todos son niveles que le dan a la novela pues una pluralidad de direcciones, de sentidos, de significados, a fin de que la novela no termina. A mí me irritan mucho las obras terminadas, por eso me es imposible leer novelas de misterio, con Agatha Christie al final sabemos todo lo que hay que saber, se explica hasta el último detalle quién es el asesino, por qué asesinó, se cierra el libro y ya no hay misterio, y en consecuencia el libro se olvida muy pronto, es muy difícil recordar la trama de novelas policiales por ese motivo, porque son novelas cerradas. En cambio yo quisiera escribir, al estilo de muy grandes escritores, novelas que finalmente les son entregadas a ustedes, al lector, es el lector el que termina la novela, es el lector el que le da su fin a su novela, o no se lo da, puede dárselo o puede no dárselo, pero la novela permanece como una gran puerta abierta en la que no es el escritor el que concluye y dice: fin, aquí termina, sino el que abre la puerta final al lector y a los lectores y a los descendientes de los lectores y posiblemente al futuro mismo, entonces por eso la novela termina como termina, sin cerrarse totalmente sino abriendo esta puerta que abren, en una nevería de Buenos Aires, Sergio Ramírez y Tomás Eloy Martínez”.

 

La actualidad que circula por Adán en Edén y la mirada personal del autor

“Toda novela tiene que tener un espacio, es inevitable y la actualidad se cuela por muchos lados. El Quijote, para volver a ese ejemplo, está lleno de la actualidad de la monarquía de Felipe II, que es cuando se escribe la novela. Y la novela no hace referencia alguna a los temas consagrados por la monarquía austríaca de España, al contrario, los evita y nos da todo lo que la monarquía prohibió sin decirlo, toda la burla, el antidogmatismo, la realidad alternativa, que está prohibida por la Inquisición, la trata Cervantes de una manera dulce, simpática, entonces hay dos maneras de leer una novela, por lo que la novela dice y por lo que la novela deja de decir. Lo que la novela dice no es forzosamente lo que dice el autor, aunque el autor lo escribe, esos son los misterios de la novela, que uno se suelta y deja correr una serie de cosas que no corresponden precisamente al pensamiento que expresó por otro lado en artículos de prensa, entonces soy muy claro respecto a qué es esto y esto y esto. Aquí hay una especie de accidente continuo en esta novela, de una realidad que se cuela, que impide a los personajes ser lo que quisieran ser, que les mete zancadillas, que les inventa caídas, patrañas, toda una serie de accidentes que permiten que el mundo político y social de la actualidad esté presente con un factor creativo de la novela. Con un factor que le impide a un personaje ser lo que quisiera ser y usar el poder como le gustaría usarlo porque hay una realidad que le dice ‘chinga tu madre, así no’. Y no. Le impone verdades, le impone caminos, para eso está eso ahí, para referirse al personaje y decirle al personaje: te enfrentas a este mundo, tú no lo hiciste, o sí lo hiciste, contribuiste a hacerlo, pero este mundo te está imponiendo condiciones, señalando caminos y qué haces con él; la respuesta es una novela. Es esencial para entender esta novela saber que hay un mundo afuera de los personajes, un mundo que niega a los personajes, que los entorpece, que se burla de ellos, que les impone necesidades, miserias, accidentes de todo tipo. Nadie escapa de esto.

Y yo lo vivo como escritor. Escribo una novela que no puede ser sólo mi voz. En una novela le doy un gran margen de libertad a lo que no soy yo, a lo que piensan otros. A lo que los personajes deciden hacer y decir o dejar de hacer y dejar de decir (...). Hay un margen de autonomía de la novela y la propia novela se escapa de las manos del novelista y se desarrolla y le crea obstáculos no tanto al novelista, sino a los personajes de la novela, que quisieran un mundo determinado y seguir un camino cierto y no pueden porque hay otros hombres y otras circunstancias que le están diciendo: por ahí no, detente, regresa, desvíate; así se escribe finalmente una novela, con todos esos accidentes de la vida real, que los sufrimos todos pero que indican que el novelista no es el rey de la creación, que no es el dueño de su propio material, que el material se le escapa, se le impone. Hay un elemento lúcido, lógico de la escritura, pero otro lado muy misterioso que es el más bonito de todos, que te viene de una pesadilla, te viene de noche, te viene de las maneras más raras del mundo y que te dice: ‘escribe esto’, ‘pos no quiero’, ‘pos lo escribes’. Y lo escribes”.

 

Carlos FuentesChile

“(...) Ir a Chile, tomar entonces de Nueva York a Valparaíso, diecinueve días el viaje. Te decían diecinueve días porque el barco hacía paradas en todos los puertos... Era un cambio de mundo, yo tuve la gran fortuna de sentir Chile siempre como mi casa, y me hice de muy buenos amigos que conservo hasta hoy.

Entré muy de lleno a la literatura de lengua española. Teníamos un profesor muy bueno que se llamaba Durán y él era muy consciente de acercarnos a la literatura en lengua castellana. ¿Qué es lo primero que nos da a leer? Baldomero Lillo. Yo recuerdo haber entrado a la literatura en lengua castellana leyendo los retratos populares Subsole y Subterra, de Baldomero Lillo, pero al mismo tiempo nos obligaba a leer a Neruda y a Gabriela Mistral y a Huidobro, de manera que tenía yo un mundo de cercanía a la lengua española que además se complementaba con mi pasión, verdad, pasión, por la política chilena porque no había estado en un país en donde la vida fuese tan agitada, tan intensa, tan verbal. Yo no me perdía un mitin del teatro Caupolicán, no me lo perdía por nada, yo quería oír a Marmaduque Grove perorar, a Raúl Morales, a toda la gente de la política de entonces que estaban en el momento de la transición de la muerte de Pedro Aguirre Cerda, en el interinato de Arancibia, y la nueva elección que le dio el poder a Juan Antonio Ríos. Fue un momento muy agitado de la política chilena, Salvador Allende era ministro de Salud del gobierno de Arancibia, yo me compenetré muchísimo de lo que es la vida política latinoamericana gracias a esa experiencia de mi juventud; yo tenía 14 años y me interesaba enormemente lo que estaba pasando. Era yo lector asiduo, asiduo, del Topace, me maravillaba que hubiese una revista satírica tan feroz, que tratase tan mal a los políticos, no les perdonaba nada.

”En fin, que vivir en la Avenida de Los Leones, ir a la escuela en bicicleta, ver los cambios de estación en Chile, la primavera chilena es una maravilla, cómo florece todo, la comida chilena, las frutas, los mariscos de Chile, que son únicos porque vienen del agua fría del Pacífico y no los tenemos en México, en fin, que toda una cultura, una civilización chilena que se volvió parte de mí, que hasta el día de hoy es algo que me formó: la siento en mi corazón, en mis tripas, por todos lados circula esa cultura de ustedes, esa vida de ustedes que me dio muchísimo”.