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Manuel Felipe RugelesHomenaje a Manuel Felipe Rugeles

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Hay artistas cuya obra es sin duda alguna maravillosa, dotada de un virtuosismo y un encanto irresistibles pero a quienes pareciera que los siguiera una sombra que no quisiera dejarlos sobresalir, permitir que reciban el reconocimiento que se merecen; y se convierte en una lucha entre, digamos, la mala suerte y el talento. Tal es el caso del poeta Manuel Felipe Rugeles, cuyo talento maravilloso nadie se atreve a poner en duda, de hecho es el poeta más universal que ha dado el estado Táchira, pero ha habido siempre un silencio a su alrededor que no permite dimensionar su talento como se debería. Si bien sus libros han sido editados en algunas oportunidades se siente como si no se le diera al poeta y su obra el justo lugar que merece, como si hubiese una cierta tendencia al olvido.

En este año 2009 se cumplen cincuenta años de su ausencia. Por ello la Sociedad Salón de Lectura, Ateneo del Táchira, en las personas de su presidente, el doctor Luís Hernández Contreras, y el coordinador de Literatura, poeta Ernesto Román Orozco, se dio a la tarea de rendir un homenaje, con todos los honores posibles, a tan insigne oficiante de la palabra. Para ello convocaron a destacadísimos profesionales del arte literario.

Las actividades comenzaron el domingo primero de noviembre con un sencillo acto donde el orador de orden fue el sobrino del poeta, el comunicador social Manuel Rugeles Acevedo. Ese día también expresó un saludo a la colectividad cultural de San Cristóbal y el Táchira el hijo del poeta, el reconocido músico y director de orquesta Alfredo Rugeles Azuaje. Y la profesora Bethy Cárdenas hizo una sentida semblanza del poeta con motivo de haber sido bautizada con su nombre una parroquia.

Los actos formales iniciaron el lunes dos de noviembre en la sala María Santos Stella de la institución, con la presencia en el estrado del poeta Eduardo Zambrano Colmenares, quien presentó una conferencia sobre la obra del poeta Rugeles. Los poetas Antonio Mora, Pablo Mora y Ernesto Román Orozco leyeron algunos de los textos más emblemáticos de Manuel Felipe Rugeles. A este acto estaba convocado el ciudadano gobernador del estado para hacer entrega de la Orden Manuel Felipe Rugeles en su única clase tanto al poeta Eduardo Zambrano Colmenares, como al destacado músico Alfredo Rugeles Azuaje. Por eventos sorpresivos de seguridad que afectaban al estado y que requerían de su atención personal, el gobernador delegó en los señores Walter Márquez y la licenciada Laura Escalante la imposición de las medallas a tan ilustres personajes. En el mismo acto, la compositora Diana Arismendi, nuera del poeta, leyó la nota de salutación y agradecimiento de doña Ana Mercedes Azuaje viuda de Rugeles. El hijo del ilustre tachirense también leyó un muy emocionado discurso, en donde no sólo habló de su padre sino que también agradeció muy emocionado ese tan merecido homenaje que se le rindió.

Para el martes tres, el invitado era el profesor Carlos Sandoval, investigador docente de la UCV, quien dispensó a sus oyentes una interesante, educativa y muy amena charla sobre el panorama actual de la narrativa venezolana. Esa misma noche la Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles hizo una reunión extraordinaria donde también se exaltó al poeta, esta vez desde la palabra del también poeta J. A. Escalona-Escalona, quien lo conoció personalmente y de quien fuera amigo entrañable.

Ya el miércoles era el último día de actividades. Los invitados para esa noche disertaron en el foro “El Táchira pre y post rugeleano” sobre la obra de Job Amado, a cargo de Luís Hernández Contreras; sobre la obra de Juan Beroes, a cargo de José Gregorio Vásquez, y sobre la obra de Dionisio Aymará, a cargo de Alejandro Bruzual. Luego de este foro se procedió a una lectura de textos poéticos con Alejandro Bruzual, Eduardo Zambrano Colmenares y Alejandro Oliveros.

Realmente las actividades resultaron muy interesantes y los invitados eran de lujo. Y aquí es donde vuelvo al comienzo, a esa lucha silenciosa entre la mala suerte y el talento que parece rodear al poeta Rugeles. A pesar de de toda la promoción que se le hizo al evento la asistencia al mismo fue impresionantemente escasa, suponemos que algunos alegarán aquello de la inseguridad en el centro de la ciudad, cosa que es cierta aunque no es menos cierto que ahora el Ateneo cuenta con el apoyo de la policía regional cada vez que la institución ofrece una actividad nocturna. Por otra parte las conferencias se ofrecieron a las tres de la tarde, hora en que muchísima gente transita por el centro de la ciudad y en la que no se puede alegar temor a la oscuridad e inseguridad de la zona. Lo que llama poderosamente la atención es la ausencia de estudiantes universitarios de las carreras ligadas a las letras y la literatura, bien fuera solos o en grupos acompañados de algún profesor, pero por allí no se les vio. Así como tampoco de la gente del mundillo literario regional; se pueden contar con los dedos de una mano los que apoyaron con su presencia el evento, y en este caso me estoy refiriendo a esas personas que ya son reconocidas en el ámbito literario regional. Prácticamente nadie asistió, el grueso de la asistencia fueron personas amantes de las letras mas no oficiantes de la palabra.

La asistencia de público fue terriblemente poca, hubo oportunidades en que sólo se llegó a contar con veinte personas. Y es donde uno se pregunta: ¿qué es lo que pasa en San Cristóbal?, ¿hasta cuándo tanta apatía a lo concerniente al arte y la cultura, además de tanto desinterés de los unos por los otros? Hay que entender que el sector cultural debe permanecer unido, más allá de poses políticas o ideológicas, apoyarse todos como artistas y aprender que existe la retroalimentación. Será maravilloso el día que uno se encuentre a un escritor disfrutando de una obra de teatro, o a un actor en una lectura de poesía, o a un pintor en un concierto. El día que los dioses se bajen de sus olimpos y comprendan que todos aprendemos de todos, y que así se logran el crecimiento y la madurez. Que hagan la soberbia a un lado.

Y para corroborar todo lo antes dicho quedan las fotos, que dicen más que mil palabras.