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Poemas

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Réquiem

Sobre el húmedo asfalto se pueden observar,
emergen de los suelos cientos de negras cruces,
negras como su destino,
gélidas como sus restos.
Se siente la pesadez de la muerte en el aire,
se oyen las voces apagadas por la desgracia.
Sueños truncados,
sonrisas perdidas,
maternidades mutiladas,
abrazos arrebatados,
libertad exilada.
Caminan por inercia los que quedan,
las almas no habitan,
llevados quizá por la certeza
de que los próximos serán los otros
porque a ellos ya se les fue la vida.

 

(D)evolución

Ya no somos los mismos
es cierto
se han robado de nuestras miradas
la inocencia que deslumbra,
a tientas buscamos entre las ruinas
un anhelo que ya no existe,
se visten de hastío nuestras primaveras
y bendice el invierno
la sequedad de las almas

nos falta coraje,
se lo ha llevado el horror de cada día,
la invasión de nuestros escondrijos
a manos de los subversivos del corazón,
la tortura de nuestros nombres
engravados en tierra de nadie

atrás quedó nuestra osadía,
la diezmaron con el soborno
digno de estas cofradías
que cambian palabra y pensamiento
por souvenires de almas perdidas

se acabaron las oraciones,
la insolencia del día,
las mariposas amarillas,
el abrazo del mar,
la ternura de la noche

ya no tienen dedos
nuestras manos,
sólo nos quedan muñones
y esos no alcanzan
para armarnos
                   para amarnos
y no quedar yertos

es cierto
ya no somos los mismos
¡oh patria!
¡oh dolor!
con lágrimas de sangre
a ti imploramos
desagrávianos la vida
y devuélvenos nuestro cielo.

 

Réquiem II

Esa que se refleja en la ventana
no es ella, es otra.
Es otra la que mira apacible,
como a la espera de reconciliación
con aquella piel ajada
de surcos profundos y tiempos invisibles

es otra la que entreabre los labios
agrietados por la falta de besos
o de simple deseo
                        vaya uno a saber
para quedarse muda de horror

es otra la que agita su cabeza
de forma frenética
para espantar los demonios
o, en su equivalencia más antigua,
sus ángeles
         ahora con alas de marfil

es otra la de ojos de pantano
turbios, negros
llenos de dolor
        le recuerdan a alguien
pero no atina a saber a quién

se sabe perdida
pero falta quien la encuentre

cierra los ojos por un instante
para robársela a la memoria.

 

Aquí

No quiero asustarte, mi niña,
le dice,
pero aquí no pasa nada,

el viento se ha llevado
los últimos indicios de vida,
el cielo ha mudado de piel
y las golondrinas no vinieron a hacer
su verano

los árboles se han quedado ahora inmóviles,
sus raíces renunciaron
y vomita la tierra una espuma negra,
debe ser una bienvenida al hastío

No son hombres los que habitan aquí,
no,
son apenas susurros medio audibles
en los estertores del vacío ensordecedor,
almas en pena
                        o con pena
como dirían los de allí.

Aquí no pasa nada
el tiempo,
ese que es lineal y transforma,
aquí dejó su carta de despedida
la selló con la tinta del olvido
y se volvió hipérbole

No quiero asustarte, mi niña,
le dice,
pero aquí pasa de todo,

 sin embargo,
aquí no pasa nada.

 

Acaso

Como la roca ansía
a la soberbia y rugiente ola,
como el gorrión a su limonero
como la raíz a la tierra nutricia
como la vela al viento para que la hinche,
así te ansío yo

Como quiere la flecha rauda
a su fiel destino,
como el susurro
a su expectante oído,
como el llano a sus estíos
como el ocaso a la oscuridad
así te quiero yo

Como espera
la soledad a la muerte
el vacío a su desespero
la respuesta a la pregunta
la limosna a su limosnero
así te espero yo

Acaso será
que ahora te ansío
que hoy te quiero
que mañana te espero
pero tú
          ojala sea acaso
nunca llegues.

 

Elocuencia

Me gusta cuando dices flor
nacen de tus cálidos labios
gloriosos jardines de siemprevivas
y margaritas

me gusta oírte decir sueño
te suena a toda esperanza
necesaria para enterrar dolores añejos
libertaria de almas en cautiverio

me gusta cuando dices fuerza
aplasta tu férrea voz
la mano envilecida que se levanta
agoniza el horror ante tu puerta

me gusta como te sale locura
llueve sobre nuestro cielo
una miríada de constelaciones
cabalgan al unísono pasión y ambrosía

me gusta oírte decir amanecer
despiertan contigo los arroyos a lo lejos
emergen de tu oeste
rayos de luz de mi mediodía

me gusta cuando susurras amor a mi oído
te sé entonces mío
y que envuelta en estas sábanas
entretejiendo sueños
o deshilachando palabras
soy simplemente tuya.

 

Inhabitados

Esta masa de carnes, tendones y sangre
que es el cuerpo mío
siempre está en pos de algo que lo haga vibrar
y sentir como que existe
cuatro paredes que lo protejan
nuestra comunión de labios
un libro predestinado
un par de zapatos
tus abrazos cada tanto
un dolor invencible
tres litros de agua
incontables bocanadas de aire
una pieza de Chopin
tu caliente ambrosía
       un verdadero tentempié
el rugido del mar
el susurro del viento
la banca del jardín inglés
mis noches de luna
el tenor de tu voz
el sol de mediodía
las remembranzas del pasado
ese antiguo desamor
tu infinito amor
mis soliloquios maquiavélicos
el teatro que es esta vida.
A este cuerpo
que todavía se tiene en pie
no sé si darle una medalla al valor
o tenerle lástima
de la necesidad que respira.

 

Poema del abandono

Bastaron las sombras jadeantes
de mis ansias en la pared
para que se me antojaran viejas

acaricié la piel desnuda y cobriza
adornada con destellos de nostalgia
y la presentí vetusta,
añeja

eché un vistazo al reducto de mi pasado
que prometía un mejor futuro
y lo hallé adusto, hecho añicos,
ya viejo

me ausenté de los ojos secos
caminé por los andamios de mis párpados
y los encontré nublados,
cansinos

encendí la radio de mis latidos
y su música fue un triste adaggio
ha muerto en su cuna el suspiro
el azar sale de su escondrijo

me susurra que todavía siente
sólo duda, no está viejo, no se ha ido
pero hoy enterré un corazón ausente,
sin dolientes y vencido.