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No quiero ser esa mujer

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La vida es bizarra, camaradas, en este momento me estoy muriendo de un dolor de piernas terrible, siento como si alguien me tomara de una pierna y me dijera: perra, sufre, sufre, sufre, y después simplemente me dejara para ahogarme en aspirinas. Todo es tan complicado y deforme en este mundo color rosa que tengo la enorme convicción de que me hubiera gustado ser hombre.

Todo empezó hace un mes, más o menos era como un martes, la verdad no me acuerdo, en fin, por esos lados de la semana, llego la imbécil de Karina, una compañera de la universidad, a mi casa, para contarme todos los líos con el novio, la mamá y las amigas. Estuve toda la bendita tarde hablando, hablando, hablando y hablando de lo mismo por cuatro horas y me dije ¿Qué es esta pendejada? Nuestra vida gira en los mismos temas, en las mismas cosas y en las mismas personas y lo más trinco de todo es que nos divierte estar emputadas por lo mismo y estarle jodiendo la vida a los míseros hombres que tienen que aguantarnos las crisis de divas en decadencia.

Cuando me levanté, la mañana siguiente, parecía llover con mucha fuerza shhhhhh, shhhhhhh, shhhhhhhh, shhhhh parece que va a hacer frío, me dije, mejor me pongo algo abrigadito, pero a la vez lindo para verme con mi tinieblo y así fue, me fui para la empresa lo más de bonita. ¿Todo para qué? Para que ni se diera cuenta el idiota.

Bueno, de repente llegué a verlo en su oficina y nada más lo saludé y ya me estaba sacando el cuerpo, supuestamente porque tenía que organizar unos papeles puffffff pura mierda, lo que él quería era evitarme, pero claro como ha estado tan raro desde que llegó de viaje. Pero yo no me quedé con esas le dije hasta mico, que no me extrañaba ni poquitico, que no me quería, que prefiere trabajar y no estar conmigo buabubu abaubaua bauabauba ubauaba, las mujeres somos muy estúpidas.

El tipo trató de calmarme, pero nada, le armé el tremendo escándalo que hasta tuvo que llamar a seguridad para sacarme del edificio, en fin, me sacaron de la oficina y me echaron a la calle como un triste animal, sin chaqueta y con un frío ni el macho, caminé todo el camino hasta mi casa y luego me miré en la vitrina de una vieja tienda de ropa y me pregunté: ¿era acaso yo la que estaba en esa situación?, ¿era acaso yo la que estaba llorando por un hombre? Todo eso me hizo reconsiderar muchas cosas, entre ellas que ya no quería ser mujer, o por lo menos ese tipo de mujer.

La típica, lloré tres días seguidos escuchando canciones de desamor, comiendo helado y mirando películas románticas, y me seguía diciendo ¡no quiero ser ese tipo de mujer! Ese mismo fin de semana todo me lo recordaba y empecé a cantar en los bares como una loca desenfrenada y me decía ¡no quiero ser ese tipo de mujer! En la universidad me la pasaba llorando con mis amigas y comiendo chocolates maldiciendo a los desgraciados hombres y me repetía ¡yo no quiero ser esa mujer!

La vida es bizarra, camaradas, hoy simplemente me acuerdo de todas las pendejadas que hacemos y me da un ataque de risa infernal porque simplemente somos mujeres y eso ni miles de lavados cerebrales o mil decepciones lo van a cambiar.