Artículos y reportajes
Antonio Pérez Carmona, ausente
Sin medias tintas en esta hora de esperanzas

Antonio Pérez Carmona

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Diciembre silenciosamente nos acerca, estirando las noches hasta atarnos al nudo del ausente, nuestro admirado hermano Antonio Pérez Carmona, tallador de la palabra, de la verdad revivida.

Desde este lejano tiempo disipado seguimos peregrinos de nuestros propios atajos. Cabalgando sobre las querencias asumimos recuerdos que nos arrastran y adormecen en la ternura con olor a roble de Antonio. En esto Machado (don Antonio), fue preciso: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.

La vida y obra de Pérez Carmona, maldita y creativa, vista en conjunto a través de sus textos, sigue generando hoy en día nuevas perspectivas.

En los primeros días de diciembre de 2006 Antonio se embarca hacia la eternidad, dejando en Trujillo un vacío y un recuerdo profundo, mezclado con sentimiento de frustración. Un cuaderno de poemas constituye su equipaje.

La voz del poeta brota como una fuente tumultuosa, luminosa o turbia, según los movimientos de la emoción, se trata siempre del testimonio de un camino interior en las tinieblas y el sufrimiento que atraviesa a grandes impulsos de esperanza un deseo que arde de felicidad, plenitud, eternidad; la acumulación de los símbolos, las imágenes, las metáforas, no deja de recordar la escritura automática de los surrealistas. La expresión martillada, crispada, tensa casi hasta romperse, parece con frecuencia fijarse retadora ante lo indeseable, sus textos dicen de la incertidumbre y del sufrimiento, sin dejar de afirmar un indestructible sueño de solidaridad humana.

La actividad política de Pérez Carmona, su compromiso necesario de creador, ha suscitado numerosas polémicas e incomprensiones. Existe, por desgracia, un sentimiento bastante extendido según el cual los poetas y escritores deben responder a un arquetipo de individuo etéreo, sin contacto con las cosas materiales y la barbarie social de la humanidad, que engarza armoniosamente y cincela con delicado buril materiales nobles para expresar un legado de pura y simple belleza.

“Paula”, de Antonio Pérez CarmonaRescatar de Antonio Pérez Carmona su estilo literario. Lo fundamental del autor de Paula y Cambises fue su excelente estilo comunicacional, el dominio del idioma castellano. Sus obras fueron estructuradas de tal manera que sus conceptos se expresan como preceptos.

Cuando intentamos caracterizar al autor, la noción de subjetividad toma una importancia cardinal en el léxico, esto porque la razón penetra el artilugio simbólico de una obra que ha sido confeccionada para poner en claro la dinámica del desenvolvimiento de proyección literaria.

Sus escritos son obras de combate, se descubre que la partera de la historia son sus personajes originarios y desenvueltos en los intersticios de los oprimidos. Desde esta hipótesis la utopía toma rango concreto. Como autor no ha servido para todo. Sus textos convocan a una tarea imperativa, no sólo a transformar a la filosofía, sino a superar las bases que han vuelto añicos a la literatura universal. Pérez Carmona orientó con sus textos que los cambios no vendrían por evolución, sino por transformación, correspondiendo esa tarea titánica a los pueblos en las luchas liberadoras, antiimperialistas y soberanas.

Cuando se indaga en la vida y obra de Antonio se lee a menudo que es un olvidado dentro del mundo literario en nuestro país, y así ha sido por muchos años, sus textos han pasado casi desapercibidos y han circulado muy pocos ejemplares; hoy se impone hacer voltear la mirada hacia los primeros textos del escritor, y es cuando se comenzará a conocer su obra. A tres años después de su siembra debe hacerse una recopilación y editar una antología. El autor se desdobla, se transforma, ingresa al mundo de los desaparecidos y se burla de los vivos, utilizando su fino humor que caracteriza la sociedad donde vivimos.

A través de muchos de sus textos sustenta la inmortalidad, alaba a los héroes de nuestra América.

Desprendimiento y generosidad fructuosa eran características en aquél su limpio sendero. Su figura moral fue siempre símbolo de luz. El contextualismo de su obra nada tiene que ver con corrientes poéticas de la época en que vivió, pero sí con el romanticismo, el lirismo de fondo y el clasicismo de forma. Fue Pérez Carmona psicólogo del hastío y del tema elegíaco, hombre de imaginación y de ensueño, y no dejó repercutir en él la obra de sus autores preferidos. Su estructura somática correspondía con su férrea personalidad moral, sonrisa jovial y un subyacente dejo de autodominio.

Junto a Pérez Carmona hemos contado —en el campo del pensamiento renovador y de la cultura— con diversas personalidades que se negaron a hacerle coro al cipayismo extranjerizante o convertirnos en republiquitas de papel, manipuladas por un ventrílocuo llamado Tío Sam.

Debemos sacar del olvido a hombres de la talla Mario Briceño Iragorry, Alberto Adriani, Enrique Bernardo Núñez, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Antonio Arráiz, José Rafael Pocaterra, Pío Tamayo, Leoncio Martínez y Mariano Picón Salas, tan lúcido y original, pero al mismo tiempo tan incomprendido. Igualmente hacen falta, en otros campos, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Carlos Irazábal, Gustavo y Eduardo Machado, Simón Sáez Mérida, Domingo Alberto Rangel, Luis Barrios Cruz y tantos otros que jamás doblegaron su dignidad y su patriotismo.

Se cuentan por millones los hombres y mujeres a quienes la nueva concepción de lo patriótico les inflamó los espíritus hasta llevarlos al sacrificio, al destierro, las desapariciones, las torturas, las cárceles y las guerrillas o la desolación intelectual y ética. Sus nombres piden a gritos, desde el “polvo quevediano”, el que sean publicadas sus luchas y resistencias contra los opresores de nuestros pueblos suramericanos, los textos escritos para que las nuevas generaciones sepan cuántos fueron ellos y cómo amaron, con verdadera pasión, el sentirse nuestros americanos raigales.

En esta hora de esperanzas, cuando la imagen y las ideas del Libertador Simón Bolívar andan otra ez, revolucionando a Suramérica y al mundo, no podemos menos que evocar a Antonio Pérez Carmona, quien se sentía orgulloso de haber nacido en hogar humilde. Jamás —repetía— me contentaré con vivir una vida muelle —sin principios, ni ideales— porque eso no es propio de hombres recios, sino de homúnculos.

Sí, amigos lectores, Antonio Pérez Carmona simboliza al HOMBRE DE SU TIEMPO. De la fe y de las esperanzas. Él siempre estará con nosotros, porque fue un Prometeo de las nuevas luces, un visionario del futuro. Muchos de los contemporáneos suyos, quienes no lo entendieron, lo despreciaron y adversaron, creyéndolo indigno de recibir los máximos reconocimientos literarios de la patria, se van quedando atrás, mientras que la imagen del escuqueño ahora es cuando —como los cóndores— empieza a tomar el vuelo sin retorno, inspirado en el Libertador de los países de Suramérica. Antonio Pérez Carmona es también un guía para la transformación, una voz gigante en el camino.

En el tercer año de su siembra, en este tercer diciembre perezcarmoniano, se convoca la 4ª Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares. Se hace homenaje al pintor Antonio José Fernández, “El Hombre del Anillo”.

Nuevamente se ignora a Pérez Carmona. Y aquí sin medias tintas hay que afirmar que él sentía que sus contemporáneos iban en otra dirección que tendía hacia el elitismo dentro del cual se pretendió colocarlo mientras él estaba fuera de esa concepción de la cultura y las letras por mantener su compromiso social revolucionario. Por ello reclamó en sus textos:

  • El empirismo, el individualismo, el azar y la anarquía deben concluir.
  • Basta de poemas individuales que benefician mucho más a quienes los hacen que a quienes los leen.
  • Basta, de una vez por todas, de esas manifestaciones de arte cerrado, egoísta y personal.

En oposición a este tipo de arte vio el compromiso revolucionario.

Hasta sus últimos días fue insobornable en sus planteamientos y fiero en la defensa de su propio ser contradictorio. Esto hizo de él un provocador, un subversivo, pretendiendo ser así un renovador de la escena literaria venezolana, como se ha demostrado a la luz de los años.

Anticipándome entre sus herederos, creo que en este homenaje hay que recordar que Antonio deja una obra que es su propia vida y que será de mucha importancia para el momento actual y las nuevas generaciones como HOMBRE DE SU TIEMPO.