Entrevistas
Alberto ChimalLas historias de Alberto Chimal

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Hace largas pausas, buscando la palabra correcta, comienza a hablar despacio y al terminar mira al interlocutor de manera interrogativa, obligándolo a alguna respuesta.

Asombra su entusiasmo y su convicción al hablar de literatura fantástica, de “falsa literatura fantástica” (las “imitaciones de Tolkien y de J. K. Rowling”) y de los talleres que imparte.

La trayectoria de Alberto Chimal es una de las más notables de los escritores de su generación. Comenzó su carrera en 1987, cuando ganó el premio “Becarios” y publicó Los setenta segundos (Centro Toluqueño de Escritores); le han seguido media docena de libros de cuentos y una novela, Los esclavos (Almadía, 2009).

Desde que se dio cuenta, con un libro de Isaac Asimov, de que además de leer se podía escribir, y de que esas páginas habían sido inventadas y que no nacían de la imprenta, comenzó a soñar con ser escritor, era aún un niño. “Ya en ese entonces era aficionado a los cuentos y a las historias. A cierta edad mis padres dejaron de contármelas y, como seguía necesitándolas, aprendí a leer”. Precisamente esta sed de historias es lo que lo llevó, al terminar todos los libros de la biblioteca familiar, a escribir (historias); su blog se llama Las historias y la palabra es tan recurrente que resulta inevitable comenzar con ella la conversación.

—Otros autores hacen hincapié en la creación de personajes o de una atmósfera. ¿Por qué es tan importante para usted la historia?

—Quizás porque empecé por allí. El primer libro que leí fue una colección de cuentos llamada Mitos y leyendas, que básicamente son historias. Las historias pasan de generación en generación y ayudan a entendernos, a explorar la realidad. Me considero antes que nada un contador de historias, de lo demás no tengo control, me propongo algo nuevo con cada libro.

—Y dentro de las historias, sin duda aquellas que más le interesan son las que pertenecen a la literatura fantástica. ¿Cómo nace la fascinación por este género?

—Creo que también nace en la niñez, y no me ha abandonado nunca. Siempre me ha gustado mirar la realidad desde otro lado, o mirar el otro lado de la realidad. Siempre he preferido esa parte de la realidad que son los sueños y las pesadillas.

Me interesa la imaginación, ella nos permite relacionar la realidad de afuera con la realidad de adentro. Creo que las mejores obras de la literatura fantástica interrogan la naturaleza de la realidad. No tratan de explicarla como lo hace un filósofo, pero sí de ponerla en crisis.

Vivimos con una serie de ideas preestablecidas acerca de cómo es el mundo, de cómo es la realidad, pero nada puede explicárnosla totalmente ni prevenirnos lo que puede suceder. Y allí donde falla nuestra visión de la realidad entra lo fantástico para señalarnos qué hay más allá. Por eso creo que la literatura fantástica tienen un papel muy importante. A lo mejor la gran lección de la literatura fantástica es sacudirnos, señalarnos nuestra limitación, puede ser una lección dolorosa, pero se trata de una lección valiosa porque nos obliga a entendernos mejor.

—Dado que hace años es tallerista quisiera preguntarle cómo ayuda a que otros cuenten sus historias.

—Básicamente creando un espacio propicio, un espacio de trabajo y reflexión. Creo que el ámbito del taller es muy bueno además para confrontar con otras miradas.

Siempre me preguntan si se aprende a escribir y yo creo que sí, hace falta una formación. Por supuesto, los talleres no son la única manera de aprender el oficio, pero es un buen espacio para encontrar otras alternativas que sin duda ayudan a enriquecer el trabajo.

—Usted también ha tomado talleres.

—Sí, cuando era adolescente tomé talleres en Toluca y descubrí muchas cosas, sobre todo a mirar mis textos con cierta distancia, a ser más crítico.

—¿Qué satisfacciones le ha dado su experiencia como tallerista?

—Muchísimas, entre otras conocer nuevas personas y textos. Creo que si uno se presenta a un taller con una actitud abierta, con deseo de aprender, sale enriquecido.

Hay una gran cantidad de aspectos que uno sólo puede descubrir al tener contacto con los lectores, con el público, con la gente, por eso son tan importantes este tipo de actividades para mí.

—Uno de los últimos talleres que ha dictado fue sobre literatura fantástica, en el Instituto Cervantes de París, donde contó con un público entusiasta constituido sobre todo por mexicanos residentes en la capital francesa, pero también algunos franceses estudiantes de español (el curso se dictó en español) y algunos otros estudiantes provenientes de países hispanohablantes. ¿Cómo fue la experiencia parisina?

—Muy buena. Fueron cinco días de un trabajo intenso, de intercambio. Me parecía una locura ir a París a dar estos talleres, pero me he sentido muy bien.

—¿Qué diferencia hubo con los talleres que suele dictar en México?

—Primero la duración, el hecho de que se limite a tan sólo cinco días obliga a estrategias diferentes. Además el hecho de encontrarme en París sin duda cambiaba todo. Fue una gran aventura.

—¿Ha traído algún autor nuevo de Francia?

—Descubrí a George Simenon, este autor tan prolífico de literatura policial, estoy encantado.

 

Durante la conversación, mira varias veces la grabadora, cuyos números verdes empiezan a borrarse, pero no me dice nada, parece impedírselo una mezcla de cortesía y timidez. Antes de que se acaben entonces las pilas de la grabadora aprovecho para las últimas preguntas.

Acaba de publicar en Almadia la novela Los esclavos, donde, de la mano de Golo y Mundo, Marlene y Yuyis, se interna en el mundo del sadomasoquismo. El lector que busca en Chimal los juegos fantásticos puede resultar sorprendido por la apuesta realista, pero de ninguna manera se sentirá desilusionado ya que la intensidad del libro no decae hasta la última página.

—Su género es la literatura fantástica. ¿Por qué para su primera novela eligió un estilo realista?

La novela comenzó como un encargo de un amigo, que me pidió algo realista. Lo tomé como un ejercicio, porque estaba bloqueado con una novela que estaba escribiendo en ese momento. El ejercicio fue creciendo y finalmente me pareció que ese texto podía transformarse en una novela.

—El sadomasoquismo, me parece, ofrece como la literatura fantástica un mundo paralelo.

Puede ser, porque tiene sus propias reglas. Plantear mundos que tienen otras reglas es una manera de cuestionarnos la realidad. Es la manera que más me interesa de pensar en lo que nos sucede.