Letras
Memorias del zoo
Extractos

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Memorias del zoo
Santiago Bao
Poesía
Ediciones Suárez
Mar del Plata, Argentina
2005

Las otras puertas

En el umbral de la puerta
abierta por la noche,
el gato llueve.
Lo único que yo hice
fue cerrarla.
Ahora,
el gato maúlla.

 

Lubricación pesada

Para los que convirtieron
a la espera
en una profesión
y una costumbre
acechar a lo oportuno,
a los que no se conforman
con lo que cabe
en una mano,
a los que impidieron
a los sueños
—glotones empedernidos—
a encontrar una salida,
para ellos:
lubricación pesada,
aceite de elefante.

 

Jarabe de arañas

Paciencias
huecos de la realidad
para atrapar
la imagen de la eternidad,
mientras llueve
en la orilla del mundo.
Perseverancias
del acechador
de la existencia,
los inevitables límites:
el viento,
las ramitas que mueven
la tela de las esperas,
paciencia infinita,
jarabe de arañas.

 

Polvo de mariposas

Para la angustia
de las puertas abiertas
de par en par
en las casas abandonadas,
del derrumbe incesante
en las habitaciones vacías,
para los que están afuera
y todas las puertas
dan al misterio,
para aquella mesa
y esas sillas desiertas
para siempre:
golpes de vuelo,
polvo de mariposas.

 

Lágrimas de cocodrilo

Para quienes
la conquista de algún ingenio
fue a expensas
de la ingenuidad
—las ilusiones
del zonzo cuidadoso—,
nada como el cinismo
de la industria
del talento:
el furtivo engaño
de las lágrimas
de cocodrilo.

 

Cantos de gallo

El gallo
cantó no tres
sino seis veces,
yo me quedé quieto,
esperé un poco
y seguí durmiendo,
el gallo
hizo lo mismo.
Cuando desperté
la canilla permanecía
con su gotera
el pasto asomándose
por la ventana
y el gallo
picoteaba invisibles larvas
en el piso polvoriento.

 


Alas de abeja

Desciende la penumbra
con sus párpados cerrados
y su inclinación
de alas quietas.
Desde una puerta misteriosa
que se abre a un paisaje
de nubes que pasan
desciende una abeja
que deposita un polen
invisible sobre los ojos
que despiertan.

 

Cantos de murciélago

Poseo sombras y tinieblas
que como cataratas destilan
en el espacio
una lluvia de terciopelo
y de una oscuridad blanda
construyo mis túneles
de luces distintas
que mis ojos no ven,
transcurro cerca
de la risa de ciertos ángeles
mientras la noche
me recibe con un temblor
desnudo
cuelgo como nave de polvo
tras el espanto
que se arrastra
desde el otoño antiguo
de mis alas.

 

Patas de gorrión

Cuando quise huir
de mi destino,
cuando traté de llegar
a tiempo
a la única oportunidad,
cuando la traición
me acosaba de cerca,
cuando la penuria
me hostigaba los talones
o lo efímero y el olvido
me perseguían raudamente,
cuando llegaba tarde
a las lágrimas
o a las despedidas,
o lo que no fui
me alcanzaba con facilidad,
la providencia siempre
me dotaba
para mis evasiones
de patas de gorrión.

 

Motivos del zorzal

Me distraigo en mi canto
zurciendo mañanas imperfectas
picoteando el rostro
de la aurora
en bosques y pantanos
sin saber del propósito
de mi canción al aire
de la encendida alabanza
a la transparencia de la brisa
o al río inmemorial.
Los recuerdos y los amantes
se multiplican en el placer
de un cielo abierto.
Casi nada. La insistencia
de un canto, que, aunque breve
completa el sentido
de los días a la deriva.

 

El desván del ornitorrinco

Resabios del esplendor
de la tierra
de unicornios, dragones
y sirenas,
en su desván el ornitorrinco
con retazos diversos
entrama su compostura
y se burla de la evolución.
Se mueve feliz
y desde su ventana exigua
contempla el mundo,
pero, como en la industria
humana añora algo:
volar, poca cosa,
modestia de ornitorrinco
considerando nuestro anhelo
de eternidad
que las raciones del tiempo
disipan.

 

La complacencia del caí

Muy pocos aún
deambulan con organilleros
eligiendo en un azar
aparente los doblados
papelitos coloreados
de los destinos ilusorios.
No dudan, ágiles
en las orillas suburbanas.
Los que permanecen
en las horas del bosque,
vagan alegres
comiendo frutos y caracoles.
Como buenos sabios
aman los ríos
y en sus orillas
se complacen en descifrar
los diminutos guijarros
del destino.

 

Animales del jardín

De poseer
un jardín privado,
albergue del ocio
y las memorias vulnerables,
lo habitaría con el bandicut,
el escuerquers, el nombats,
el tenrec que bosteza
inagotablemente
y el pequeño noolbenger
que se alimenta sólo
de polen, néctar
e insectos diminutos.
Huéspedes dilectos
para la intimidad
del murmullo de la hojarasca.

 

Homo

Mamífero que prefiere los trópicos
donde se encuentra con agrado.
Si de conductas se trata
no es muy distinto a los primates,
se halla a gusto con la poligamia
y la naturaleza para complacerlo
hace que las hembras sean más numerosas,
las crías nacen inmaduras y dependen
mucho tiempo de sus padres,
tendencia que se incrementó
con los siglos y la tecnología.
Son más cooperadores afuera
que dentro de su propia casa.
En general de naturaleza agresiva
se disipan en ambiciones y quimeras.
Construyen traiciones, olvidos,
castillos en el aire
y regresos imposibles.
Esencialmente son terrestres.

 

Pan de colibrí

Mi alimento singular
ha sido el pan
del néctar de tus sueños
en las tardes complacientes
de tus labios de fábulas
y breves abismos.
En las despedidas abiertas
he libado en el suspenso
de un tiempo diminuto
la dulzura susurrante
de un abanico de guirnaldas.
Pan de colibrí
que brota de la garganta
de la primavera
y en un aleteo inverosímil
se esparce
y me mantiene suspendido
como una canción inolvidable.