Letras
Tres poemas

Comparte este contenido con tus amigos

Un hilo de esperanza

Nada puede ser tan oscuro,
ni tan profundo,
ni tan malo,
ni tan bueno.

De eso se trata todo,
de pararse después de esta caída libre.

Nadie resiste, dirán algunos,
sólo los que saben planear, les diré yo.

Cuesta trabajo amar de amor desde el dolor,
cuesta más cuando todo ha acabado,
cuando todo ha sido desolado,
nadie imaginaría que se ha nacido.

Por mis venas aún circula un pequeño hilo de vida,
suficiente para empezar de nuevo.

Caeré mil veces
y dos veces esas mil veces volveré.

De noche evitaré que la muerte dibuje esa mueca burlona
y de día reiré a escondidas de ella.

Mis sueños de a poco volverán a cantarme serenatas,
por donde las frías miradas no alcanzan a llegar.

Por sobre la miseria y la hipocresía.

Palabras lindas,
personas lindas,
caballeros de limpias sienes.

Mi cuerpo danzará en torno a ti,
libre y descalza.

Sin miedo es más fácil,
pero no imposible.
Un canto de esperanza.

 

 

Canto para mi muerte

Tengo el corazón en la mano,
definitivamente entre la vida y la muerte,
no se ve diferencia.

La vida se me va entre los dedos
y ya no tengo nada que hacer en estos lados.

Si pudiera elegir irme esta noche,
lo haría en un último respiro,
consciente y desecha de tanto intentar ser feliz.

Imagina Dios que hasta la fe se ha ido,
mi alma se ha ido,
mi risa se ha ido.

Mis pies apenas andan,
mi cuerpo apenas me arrastra,
mis ojos apenas miran
y mi piel apenas respira.

No es necesario castigar a nadie por esto,
no hay culpables,
es sólo que mis sueños eran más luminosos,
mis amores más honestos,
mis ideas llenas de filosofía
y mi alma llena de poesía.

Resultó que la vida tenía oscuridad,
sombras que no pude soportar,
amores que nunca pude olvidar,
ideas por las que nadie quiso luchar
y almas que paralelas nunca se hicieron una.

Si esta noche me fuera,
me iría nomás.
Con miedo,
porque miedo tengo
y de seguro, por eso, mañana
volveré a despertar.

A una vida que nada me deja
y que nada dejo yo a ella.

No dejo amor,
no dejo obras,
no dejo gloria,
no dejo honor,
no dejo huella,
no dejo milagros
y menos dejo dolor.
Sólo dejo un canto de desesperanza y desconsuelo.

Si a alguien daño con este canto,
no ha sido voluntario,
si creyera que es así,
nada de esto sería cierto.

Me llorarán algunos amantes,
me llorarán los que me quisieron,
llorarán los que tienen que llorar por herencia y legado.

Un canto de pájaro muerto no debería ser doloroso.
Sino contemplativo.
Era para otra época dirán,
era para otros aires.

Espárzanme por mis tierras,
Por esa maleza que lleva mis noches,
esas estrellas que son lo único mío.

 

No se pudo evitar

Ese día rocé tu mano sin querer,
viniste a darme la vida,
malvado.

Un amor nacido de la misma divina concepción,
nadie sabe cómo se produjo el milagro.

Rozaste esta vez mi pierna,
no tenía más que amarte.
Con insolencia
y sumisión.

Tu aval bajó del cielo esa noche,
nos amó desde nuestros propios cuerpos.

No ha habido calle más sombreada y cálida
que la que avanzamos.

No ha salido sol más radiante
que tu amanecer en mi ventana.

No has amado más
que en mi pecho sufriente.

Le ruego, padre, que perdone esta locura,
dicen que nunca me habían visto así.