Sexo cerodimensional
Sólo nos masturbamos dentro de una mujer.
Ascendemos por sus escalones ígneos
De formas flameantes
Para expulsar en la cúpula
Nuestros impulsos degradantes,
Perennizar chillidos,
Cuales ratas
en los acueductos del amor.
Nos embarramos con sus mareas pútridas
Disfrutamos nuestra libertad
Cebándonos en la mujer, la carroña
Que cazamos en la no atmósfera, en la cumbre
Cerca de, y a su izquierda
En su tercer bastón, mandamiento
Sexo, reproducción.
Cubismo de la vida,
Voces magnéticas atraídas por el calcio
Que se degrada con los lácteos políticos,
encuéntrame en la calle de la locura
Entiérrame en las estrellas,
Rásgame el sexo, mútame con síndromes
Hazme entender que sólo busco
El placer pasajero,
Porque quiero ser el bastión de nuevas formas
Porque quiero encontrarla en representaciones diversas,
Donde las figuras se mezclan para ser nada
Para ser recuerdo en la constelación de puntos
De carne.
Sólo así nos encontraremos
Con el sexo cerodimensional, para reproducirnos
Después del suicidio natural,
Y nuestros cerebros ya no serán porfiados sexuales,
Criminales, nuestros genitales serán uno solo,
Se exterminarán los hombres y las mujeres,
Existiremos como recuerdos múltiples
En las oraciones de cada ser humano
Que se masturbarán en nuestras tumbas
Y beberán de tu clítoris, cual cáliz celestial.
Alas trozadas
Mis lágrimas se evaporan
en el abrasamiento de un dolor implacable;
y jugando con esferas de fuego,
el suicidio muestra su lisa dorsal
en todo mi cuerpo afiebrado.
Una mediana circunferencia
se delinea lánguidamente
en el centro de mi tórax,
cada punto que la conforma
es tan ardoroso que se muestran vertientes de lava
emanando de los orificios de mis ojos.
Tú, amor de cálidos colores,
has decidido desplegar tus alitas
en frondosos horizontes que se perseguirán
en cíclicos ardientes, para llegar al mismo cardinal.
Infinitos poemas
fueron manchados por brea reluciente,
la cual también cubre mi corazón
con su terciopelo negro;
palomita, aunque pasen años luz por tu vida,
no pierdas lo que nunca pude poseer,
esa alegría que mueve tu sentir,
la ternura en sus más tenues dibujitos
que serán estrellas fugaces
para mi cielo malhadado.
Asimismo en mi reino celestial
guardaré tus alitas disecadas
que de este modo conservarán
ese brío de calidez
que suavemente me abrigó;
y besaré esas estáticas alitas todos los días
para olvidarme la imagen
de tu boquita besando y tragando
posible futura vida.
Y así, mi sentimiento más puro
será volatilizado; el aire
lo descuartizará en esporas
que serán aspiradas por bocas
pérfidas y putrefactas
de desequilibrados, que se encontrarán
en la esquina de un eructo.
Luciferina
Tu perversidad supera tu etiquetado cuerpo,
poseída, comerciada al extremo conyugal,
prefieres sufrimiento de tu único amor
en vez de perder lo ganado al haber sido saciada gratuitamente.
Fémina demencial,
observas desde la manipulación exagerada,
pues tu vanidad mezquina no me abarca
mas sólo abarca el embeleso de tu ansioso conducto.
Atrapas la sangre y vuelas sollozando,
piensas que claudico, al desgraciarte los sentidos,
muestras tu prodigio por medio de mis fauces
y sangras al no menospreciar mi redención.
Dañas al abrir tu mandíbula,
das nada ante la superficialidad madura
y desenmascaras tu verde corazón
al pedir reciprocidad galvanizada en metal.
Fuiste lo primero que vi
y esto fue mi condena
con dulce final anticipado,
sabiendo que dulce es lo idealizado
y por esto común estupefacto,
falto de dinámica, falto de sapiencia
al ver un rosa femenino y otro azul masculino.
Tu ignorancia es endeble,
pues ni con ésta puedes correr ciegamente,
desconfías brutalmente de quien te quiere
y anhelas la suerte de quien tu deceso desee.
Mi cariño hacia ti me es impertinente
y debe ser no abarcable en mis sentimientos,
la estrechez es tuya, pues yo no resbalé y revolqué,
mas sí tropecé y floté y en sí me gustaba
mientras tú llorabas.
Te consolé tardes infinitas
cuando las lágrimas derramadas
eran secadas por mis dedos lozanos e inocentes,
te abrazaba pues te amaba,
mi vida era imponente ante tu sufrir.
Ahora lloro, desgañito pidiendo ayuda
y tú me das la espalda
evitas mi reclamo, cual estiércol regado,
me envidias, pues tu sabiduría es infantil.
Ogra consumada eres tú,
no te puedo odiar
pues al caminar
desarmaría mis pasos.
Nunca me quisiste,
pues ni vestigio tengo de enseñanza emocional,
Luciferina, dame tu “cielo”
que es lo único que con gratitud darías.
Asfixiaré tu malévolo cariño, raptándolo,
y lo derramaré al filo de tu tumba
al ver el reflejo a un orate robando lágrimas
para que nadie te pueda llorar.
Y al ver tu mirada ignorante,
entre almohadillas níveas, en un féretro rojo,
desataré mi flema biliar
trayendo a tu imagen despiadada
una lágrima real.