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Poemas

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Del haraquiri y otras pendejadas

                Uno tiene que saber repartirse para mantenerse entero,
para no perder el uso de la razón ni del corazón

Tiene que aprender a hacerlo con moderación,
con consideración para que se pueda así realizar con suerte
un tercio de lo nuestro

Que aprender a darse por vencido para con el mundo
y aprender a vivir a menudo a través de los demás

Si a uno le interesa, claro está, apostar por nuestra persona
o salir de casa para conocer y reconocer
por cuenta propia no lo ajeno

Sino más bien lo de todo el mundo. Uno tiene que saber quitarle
hierro a la realidad, que aprender a verla como un mal menor

Aunque ella termine siempre imponiéndose,
aunque después tengamos que pagar con creces
nuestra rebeldía, nuestra fidelidad a lo que no resultó

Tiene que aprender a escuchar al prójimo y al próximo
para luego poder hablar con sí mismo

Poder justificar nuestra licencia poética que viene con fecha
de expiración, con la certeza de que no se puede renovar.
Uno tiene que saber borrar, que saber desembarazarse

 

Final del juego

                Me he de quitar la vida antes de que me la quiten,
antes de que cambie de sentir, de parecer,
de que me convenza de que yo no tengo ni el derecho
a considerarlo, ni la libertad

Voy a actuar, a cortarme por lo sano y por lo enfermizo
antes de que pierda las ganas de vivir,
de fingir,
de que pierda el prurito de encontrarme sentido

Autodidacta hasta los huesos y hasta la médula,
voy a pasarme de listo,
voy a dejar de hacerme el muerto,
de hacerme el vivo

 

El salto

                El puente que tanto nos costó erigir
se ha venido abajo

Esto explica el polvo que se ha sumado al viento
y el olor a quemado en el aire que,
gracias a Dios, nunca pudimos enfrascar,
nunca pudimos vender en el mercado

Esto explica nuestra tos,
nuestra reciente dificultad respiratoria

Explica, por igual, el estruendo que nos hizo saltar
de la cama
y la sospecha que la primera luz del día
confirmó: la de nuestro entorno hecho ruinas,
nuestro jardín

Se ha venido abajo, como se esperaba,
como se pronosticaba

Las mismas manos que lo construyeron
lo dinamitaron por razones más que obvias

El puente que otrora tanto nos costó justificar,
tanto nos costó a capa y espada defender
hoy ha dejado de suspenderse, de oscilar,
hoy ha dejado de quitarle importancia
a nuestro vacío

 

Ladridos

                No es que yo sea un perro de la casa,
sino más bien es que no soy
uno de la calle