Corazón y cuerdas
Mi corazón vibra,
como vibran tus cuerdas,
cuando cantas tu vida
en cada una de tus voces,
cuando cantas tu historia,
tu alegría, tus dolores.
Mi corazón late,
como laten tus cuerdas,
cuando tu amante las mira y,
al posar sus dedos sobre ellas,
las invita a bailar
al ritmo de su roce.
Mi corazón llora,
como lloran tus cuerdas,
cuando la tristeza entonas
al salir la luna y...
se despechan las estrellas,
una a una.
Mi corazón aprende,
cuatro,
mi corazón recorre,
vive, siente
la costa, la llanura, la cordillera,
la sangre blanca, india, negra,
mi corazón se abre,
se ensancha alegre
cuando late al ritmo de tus cuerdas.
Volvamos a ser Nosotros
En estos días muchos debaten
si ser venezolano es esto o es aquello,
si es irse o quedarse,
ser rojo rojito o azul azulito,
ser escuálido o revolucionario...
Hermanos, yo les digo,
estoy cansada de tanto título.
¿No podemos ser moraditos?
Simón me canta al oído
y veo a Mercedes en las orillas del río...
y se me paran los pelos, se me agitan los sentidos.
La vaca Mariposa, Garcita me dice el tío,
y es ese estremecimiento lo único verdadero,
ese llano que nos penetra aunque no lo hayamos visto,
ese Ávila que nos cuida, aun cuando estamos lejos,
esa gaita que esperamos mucho antes de que nazca El Niño.
Entonces, no me pongan más títulos,
no me categoricen, no me juzguen, no me tilden,
tampoco me analicen.
Fuera de la autocrítica,
de la baja autoestima nacional,
de nuestra identidad fracturada,
para mí ser venezolana es esto,
es serlo porque así lo siento,
porque de eso me enorgullezco,
de lo bueno, que es mucho más que lo malo, me enorgullezco.
Mañana, cuando todo pase,
porque todo pasa,
dejaremos de ser malos, dejaremos de ser buenos
y seguiremos siendo, antes que todo, venezolanos.
Que sea pronto, sólo espero,
que volvamos a ser Nosotros para dejar de ser éstos
...o aquellos.
Retrato de Mochima
En las aguas plateadas de Mochima,
en las horas previas al ocaso,
los cerros náufragos descansan
como espaldas de dinosaurios jugando a las escondidas.
Arrullo criollo
Cuando cierras los ojos y te arrulla un vals
al coro manso del cuatro y su mandolina,
lo mundano desvanece,
dejando quizás una par de palmeras al azar del viento
en el silencio más lejano de tu alma.