Letras
Invierno alpino
Extractos

Comparte este contenido con tus amigos

A traspié

Quienes seamos los que a traspié
por el sendero de los penitentes,
bajo el peso de la resaca
de decenios de intemperie
por travesías y búsquedas,

quienes seamos, seamos, sí,
quienes nos interroguemos, órigo,
y quienes a las puertas hoscas,
pidiendo limosna y gimiendo
con los ojos en extravío,
y el morral de la casa materna
lleno de un pan inconsumible,
lleno de ratas y de murciélagos...

Ocurra, y seamos ahuyentados,
seamos irreconocidos,
y los mismos perros ládrennos
en el vecindario en pánico,
destruyéndonos para siempre
de páginas y de vestigios.

Tarde, entonces, delante del sitio,
frente a las ruinas humeantes,
y ya los pasos de mamá
no sonando, no reuniéndonos,
ni póstumos ni rescatables.

A traspié, pues, por el sendero,
con una resaca de convicto,
llorosos de inútil aflicción
en torno y en torno, girando.

 

Bajo sagitario

Ya numeroso de edad,
lejos de aquí, y de cualquier parte
en el azar de las esferas,
y bajo sagitario según la Elíptica,
resistiendo en las serranías
de un país a sangre y fuego
en la cartografía de las razas,

detente un minuto en ti mismo,
pastor de indóciles vocablos,
y arráncate a sacudones
el tú que dormido en la hypnosis
de tu psiquis obnubilada.

Fuera las agujas del frío
clavándose armoniosamente
en la contienda del aire,
y dentro el animal humano
con un crucifijo hebreo
rezumante de sangre fresca,
y la imagen de Nuestro Señor
mirándole desde el espejo.

Tal vez el idioma alimento,
pasto de vocablos díscolos
incitando a la insurrección,
y cuando el pastor abúlico
reunido con su rebaño
en el eje de los domicilios,

entonces diáspora del juicio,
y ya numeroso de edad,
en la Elíptica de Sagitario,
¿hacia qué punto en fuga volver
en la rotación de las esferas?

 

Carga del azar

Pura conciencia de augur o chamán,
pura facultad de vaticinio,
con un ojo celérico montado
al atisbo sobre las edades,
desatando con su luz numínica
el vuelo de las incógnitas
fluyendo desde el caos prístino,
y maduro de substancia tutelar
en los entrecruces órficos,

¡qué pesada, Dios, la carga del azar
sobre mis hombros de pobre mortal
nacido en la fatal confluencia!,
¡qué inquisitorio el hado tutelar
domiciliado en mí con sus secuaces
de estremecimiento gnóstico!

Vate el omnisciente polizón
con sus lechuzas chillonas
sobre las ramas de mi destino,
decodificando las cláusulas
testamentarias de los difuntos,
hurgando en los sueños de los vivos.

Vate tus horas de desdicha
en la vela de los espíritus
y de los manes reverenciales,
manifestándosete la deidad
en la hora de sus emisiones,
macilento de dicción órfica.

Y vate en la estricta obediencia
del horario de las ánimas,
con tu ropaje talar cruzando
los pasillos de enunciación virtual,
los aposentos propiciatorios,
el fuego astral de los sacrificios.

 

De cacería

De cacería por los alfabetos
con mi carcaj populoso de saetas,
y mi arco de madera olímpica
tensado hacia las constelaciones
llenas de peces ígneos huyendo,
llenas de vocablos escurridizos.

¿En pos de qué pieza capital
mis saetas, mi arco apolíneo,
mis manos, mis dedos en la ansiedad
de un rapsoda a ciegas en la corriente,
a ciegas en la obscuridad del logos?

¿Por dónde comenzar, hermanos poetas,
cómplices míos en la cacería,
qué planeta, qué cometa errante,
qué asteroide o mínimo aerolito
poner a la cabeza y emprender
otra nueva aventura en lo ignoto?

Peces ígnitos escurriéndose
en el océano del firmamento,
amados vocablos por los aires
como hojas secas revoloteantes,
o como pájaros enceguecidos
más allá de mis tendidas redes,

¿cuándo hágase la luz, y se haga?,
¿cuándo el cazador de palabras
de regreso de la cacería,
y un hermoso poema emergiendo
del amanecer hacia el mediodía?

 

Exorcismo

Acúdaseme con fórmulas
de arúspices y de hechiceros,
acúdaseme con ensalmos
de chamanes, brujas y augures,
exorcíseme de maldiciones,
de hechizos, embrujos y ánimas
domiciliados en mi demencia,

arránqueseme la cicatriz
de hermano menor interferido,
de homo erectus erigiéndose
hacia la lumbre de Prometeo,
envuelto en el soplo indeleble
de una deidad olímpica
pletórica de elán creativo,

despójeseme de calendas,
despójeseme de logaritmos,
de monóculo y de microscopio
en el trance crucial del lumen
negándose a sí mismo en el fluir
de la luz hacia el precipicio,

revóquense las facultades
del fuego prístino institutriz,
regrese a la intemporalidad
la criatura ahogada en el tiempo,
y purifíquese la creación
expulsando al animal salido
de su órbita en el ciclo eterno.

 

Invierno alpino

Grandes bandadas de pájaros
batiendo sus alas en mi interior,
aventando nombres, lugares,
rostros, amores, fotografías,
habitaciones de una casa
que resistió terremotos y siglos,
que cobijó difuntos y vivientes.

Vacío voy de acontecimientos,
nadie me dio a luz entre dolores,
nadie me transmitió sus fonemas,
ni nadie acudió a mi cama, de noche,
cuando crueles fiebres asediaron
mi frente en medio de pesadillas.

Aquí el sólido invierno alpino
ha soltado sus grises criaturas,
y padezco la esquizofrenia
del que nunca vino a estas latitudes,
ni nunca se quedó en ninguna parte.

¿Quién fui, soy, he sido o no he sido,
quién se interroga con estas palabras
huérfanas de toda lengua terrestre,
cuando grandes bandadas de pájaros
aleteando con sus pesadas alas,
dispersándome en todos los rumbos?

¿Y quiénes me asedian, emitiendo
ininteligibles vocablos,
quiénes, míos de mi propia lengua
qué olvidé o la aventaron los pájaros?

Aquí las criaturas alpinas
deslizándose como espectros
por todos los años transcurridos,
y alguien buscándose por ellos,
alguien buscándose en la escritura.

 

Postrera comunión

Antes que el invierno te aniquile,
antes, poeta, que las agujas
del frío boreal te acribillen,
y quedes a medio camino
entre no llegar ni haber partido,
entre no haber nacido ni haber muerto,
solo en las páginas del olvido,

antes, cantor, que tus palabras
sean tragadas por la niebla
de este diciembre exhalatorio,
y amanezca vacía tu voz,
muda de toda locución
en la desnudez de los idiomas,

siéntate, vate, ante ti mismo,
siéntate frente a tu persona,
y arráncate de tu sagrario
la hostia de harina ingrávida,
para la postrera communion
con tus discípulos de barro.

Antes, pastor, que el invierno
te sorprenda con tus rebaños
de vocablos en la intemperie,
y te cubra con su túnica
de espesísimas tinieblas,
apagando tu voz temblorosa,

sopla, sopla, divino creador,
sopla a tus discípulos de barro,
y lleven ellos por la tierra,
difundan tu lírica palabra,
llenen las páginas de tu canto.