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Saqueos después de un terremoto

Saqueos en Chile

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En la madrugada del sábado 27 de febrero ocurrió un fuerte terremoto en Chile, con una magnitud superior a ocho en la escala Richter, con más de 700 víctimas mortales y medio millón de casas destruidas en diferentes poblaciones. Ese mismo día por la tarde, la cadena noticiosa CNN trasladaba imágenes de grupos saqueando comercios y supermercados; algunos cargaban con latas de comida, pan y refrescos, en tanto que otros con electrodomésticos. La policía inició la labor de captura de los asaltantes y un oficial declaró que entendía que robaran comida, pero que los televisores, equipos de sonido y hasta refrigeradoras no constituían un artículo indispensable en las horas de crisis, en lugares donde ni siquiera había energía eléctrica. Quedó en la mente de los televidentes “decidir” si tales robos se justifican o no.

Respecto a los saqueos después de un terremoto, en su obra autobiográfica Memorias de Jalapa (1977), el guatemalteco Clemente Marroquín Rojas (1897-1978), periodista, escritor, vicepresidente de la República (1966-1970), relata lo referente a los terremotos ocurridos en Guatemala entre diciembre de 1917 y enero de 1918, comentando que habiéndose iniciado en la noche del 23 de diciembre, en ocasión que su señora madre y su hermana lo visitaban en la capital, tuvieron que pernoctar en la calle; como “se vivía al día”, la gente no contaba con una alacena para guardar alimentos sino que diariamente iba a la tienda a comprar lo que necesitaba. El hambre apretaba, razón por la cual tuvo que salir a robar comida, pues el estómago no entiende de razones. La siguiente es su justificación:

“Memorias de Jalapa o Recuerdos de un remichero”, de Clemente Marroquín RojasYo salí y con un grupo de gente hambrienta, asaltamos una tienda de comestibles y yo me alcé con un costalito de arroz y una botella de manteca de cerdo. Más allá, al pasar por una carnicería, entramos y me apoderé de una costilla. Armado así hice mi entrada en el Potrero de Corona, donde mi madre había ya juntado un pequeño fuego y hacía café. Volví a salir y retorné con azúcar y un atado de dulce de la finca de Escamilla y, lo más grato, con tortillas de Mixco, las cuales sí fueron compradas.

Cuando recuerdo esto comprendo la fuerza del hambre. Para un pueblo hambriento no hay nada que le detenga: saltará por sobre todo, aun por sobre las bayonetas, que no existen, para llevar algo al estómago propio y al de sus hijos o padres inválidos. Debo advertir que todos mis compañeros asaltantes eran chancles como yo, nada de obreros, los cuales fueron a las plazas en campaña igual de saqueo para comer lo que hubiera. Por eso dicen las historias que los parisienses caminaron a la Bastilla un catorce de julio ya remoto, gritando: ¡Pan!... ¡Pan! Por eso se dice que no es el corazón lo que manda al cuerpo, no es el cerebro, no es nada de eso, sino las tripas, el estómago. Lo único que compré por un valor tres veces más alto que lo justo, fue una botella de manzanilla comprada, precisamente, en aquella cantina de la Diabla, que había abierto no sé quién y hacían su agosto con todo valor, porque, a todo esto, la tierra seguía danzando bajo nuestros pies...1

Así, pues, televidentes y lectores deben saber aquilatar si los robos en tiendas y supermercados de Chile son una muestra de la necesidad de las personas, o bien un simple aprovechamiento de la situación, donde tampoco faltarán los acaparadores de productos y quienes los vendan a tres veces su valor normal.

 

Nota

  1. Marroquín Rojas, Clemente; Memorias de Jalapa o Recuerdos de un remichero. Guatemala: Tomo I. Editorial del Ejército, 1977. Páginas 191 a 192. Nota: El tomo II no fue editado.