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Poemas

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De ayer a hoy

Sin agredirme,
entra la luz a los pies de tu cama.
Las paredes enaltan los años 40,
suben en su color la hiedra de los musgos.
El polvo y la madera aquí siempre se besaron.
Yo duermo.

Y tras la noche reída y ocultada
de innumerables confesiones,
sin la urgencia de ser dichas, pero dichas,
caí a soñar entre tus sábanas,
caí a lo irrisorio de la fe,
supe soñar sin recordarlo todo
como el reflejo de quererme.
Sin agredirme, estabas tú,
serenamente verde en tus ojos,
durando en la sangre del respiro.

Tu cuerpo que durmió lo ajeno
yace viviendo la ilusión
de niños perdidos en su propia edad.
Abro la lentitud de la mirada
y te veo de espaldas,
y veo el recorte de tu espalda,
el contraluz de tus años,
tantas mañanas como ésta
en que partió de aquí un amante tuyo,
pasajero para amar la luz perdida,
y tantas bestias velando mis brazos,
apenas dichos por el amanecer,
leves susurros de puertas cerrándose.

Quiero que sea de lluvia lo eterno;
grisácea frescura, el cobijo.
Quiero volver al embrión de mi suerte,
empañarme en los vidrios de tu vista;
renacer pequeño, feliz de tenerte,
de haberte, de serte, de escapar
al cierre del futuro,
de envejecer contigo como tantas palabras
que entre el humo se vuelven figuras.
Oírte una vez más
a los pies de tu cama:
“Mientras dormías,
parecías un ángel”.

 

Vuelta del temerario

Cómo estarás ahora
luego de roncarle al desafío
de la sangre muerta
que quieres morirte
a como dé lugar,
y otear el doblez del riesgo,
beber el interés y seducirlo
y de perderte en las gasas
del arrepentimiento,
de todo cuanto tuve en ti perdido,
incluso el vuelo de las promesas.
Cómo estarán de muertos los objetos:
la cafetera podrida, los vasos opacos,
la alfombra en su peste de alquitrán;
el suelo sin historia
como si nunca hubiésemos andado
esa Babel derrumbada
de tres dormitorios,
vellosa en la humedad.
Cómo estarás después de cada infame
que te mintió con besos,
haciéndote creer que tú engañabas.

Oye, engaña el paisaje al ojo,
la lluvia de verano,
el calendario a los números,
el mar doliéndose de orillas
y hasta la vida engaña.

Oye,
el único engaño
lo sabe la muerte.

 

Las tazas llenas de besos

Las tazas son los seres
más llenos de besos.
Llevan sus costados y sus bordes
llenos de besos guardados,
aunque sus muros de loza
no se abran amorosamente
para recibir mis labios.

Yo he besado más las tazas
que las mejillas transparentes
de los vasos.
Al poner mis labios en ellas,
recojo besos enterrados,
y me sumerjo, idilio adentro,
en los rincones de los jarros
para tocar a diario
sus enlozados bordes.

Últimamente
estoy besando sus figuras,
y veo con los ojos cerrados
de otro mundo...

¡Las tazas llenas de besos!

 

La lírica de la noche

Y se acaba en esta noche
la lírica de la noche:
un ventanal es todo lo que miro.
Las manos sosegadas de barrancos.
La radio, sin andar; yo, frente a un cerro.
El mundo de esta parte está dormido.
Me quiero en el latido de la bruma.
Está la noche entrando en su noche.
Me quiero aquí desnudo en la terraza,
mirándome estos pies que no son míos.
Adentro, ni llamadas ni ropas repartidas,
ni sábanas luciendo los restos de unos besos.
El mundo de esta parte está dormido.