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Poemas

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Recuento matinal

Es limpio el aire
de la mañana sabatina.

En el anfiteatro de San Pedro de Atacama
los corazones de diversas latitudes
se abrigan en torno al fuego.

Unos metros más allá
la señora Elvira y otros habitantes
preparan el ritual de los ancestros
mientras el sol irradia su tibieza.

Nos agrupamos en silencio y con respeto
para la ceremonia de pago a la tierra.

Se agradece a la tierra madre lo que nos da.
Aunque herida por la voracidad transnacional
y lastimada por la debilidad gubernamental
y sufriente ante la indiferencia ciudadana
ella todavía se reparte
en semillas, frutos y alimento.

Desde lo alto nos llega un guiño alegre:
una brisa repentina hace llover sobre nosotros
ramitas de árbol nortino como suave maná.

Luego, Marcelo y sus instrumentos mapuches
nos hermanan en torno a la música pura
cual hermoso latir de la madre tierra.

Guiando la meditación
Jorge nos lleva desde el corazón uno
al alma toda,
transformándonos en vasos comunicantes
de energía y luz
fundidos en un abrazo humano y trascendente.

 

Siete del siete del siete
(Un pequeño canto a San Pedro de Atacama)

Refrené el impulso,
la avidez del turista
que busca trofeos
en cada lugar visitado.

No traje sal ni piedras
del Valle de la Luna,
ni trozos de adobe tibio
saqué de San Pedro de Atacama.

Sólo tuve ojos, oídos, piel y corazón
para atesorar la maravilla
de la luz solar y el cielo diáfano,
el intenso azul de la montaña,
el frío nocturno y su lección del rigor,
la sencillez y mansedumbre
de los habitantes de esta tierra mágica.

Sólo tuve alma para sentirme
cósmico y astral,
telúrico y alado,
humilde parte del todo,
pequeño aprendiz en el camino
de vivir para servir.

 

Flamencos del Salar

Ahora sé el origen
Del tono rosáceo al atardecer
En la salitrera Vergara de mi infancia

Ahora sé la génesis
Del rosado crepúsculo
En la Antofagasta puerto de mi adolescencia

El sol pidió prestado ese color
Al suave plumaje de los flamencos
Del Salar de Atacama.

 

Bienvenidos al “Pueblo del Salar Grande”

Bienvenidos a Antofagasta
Acunada entre cerros y mar

Gracias hermanas y hermanos caravaneros
Por tanta amorosa energía entregada
Al servicio del prójimo

Más allá del contaminante tráfico vehicular
Y la indiferente prisa peatonal
Aquí también hay corazones irradiando amor

Más allá de los centros comerciales
Y el maquillaje tecnológico
Aquí no olvidamos del terruño su origen
De sangre sudor y lágrimas

Esta ciudad-puerto aunó voluntades
Costeras pampinas sureñas inmigrantes
Para forjar ternura en su rostro árido

Cuando ustedes retomen la senda de la Caravana
(Aunque bien sabemos que partir o quedarse
Son sólo formas de decir)
Ojalá se lleven la raíz mineral de nuestro día a día
Transmutada en gaviota libertaria
Rumbo al porvenir de un mundo más humano