Sala de ensayo
Entre el mito y la apología
El corrido como parte de la construcción del imaginario popular en México y Colombia

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El corrido, reflejo de una realidad social

Todo discurso parte de un contexto histórico donde la cultura implica formas subjetivas como medios y productos de comunicación, entre éstos la literatura, la iconografía y la música como parte de la expresión de un pueblo, cuya función es dar a conocer acontecimientos relevantes, portador de una cultura, misma que permanece.

Es erróneo pensar que los corridos tuvieron su antecedente en México a partir del romance clásico español —sobre lo cual ya se han abordado diversas investigaciones en relación al origen del corrido—; en este caso nos apegaremos al surgimiento del corrido norteño derivado del romance ciego, muy alejado de las composiciones épico-líricas definidas en este caso por el infinitamente citado Vicente Mendoza.

La diferencia radica en su contenido, pues se centraba en expresar los eventos más llamativos del día, lo que hoy llamamos “nota roja”, he aquí los antecedentes de nuestros corridos más preocupados por difundir una nota y dar a conocer los acontecimientos versados entre la trasgresión y la inconformidad, y de rechazo ante la cultura dominante; en este sentido se explica la apropiación del discurso intrínseco en los narcocorridos expresado en sus letras.1 El corrido, entonces, parte de la música popular, surge como un elemento integrador de una sociedad que ante la falta de herramientas e instrumentos de comunicación, toma a la melodía como un factor primordial para su expresión, circulando en hoja volante, pasquines y tabloides, recorriendo todo el territorio nacional, escapando de esta manera de la censura previa, circulando en ocasiones clandestinamente con mayor facilidad.2

James C. Scott ha teorizado la manifestación discursiva de las relaciones de poder entre dominantes y dominados en términos de discurso público y discurso oculto; ante esto el autor nos comenta que existen cuatro tipos de discurso, la primera que “adopta como punto halagador el autorretrato de las elites”; dentro de esta clasificación caben los corridos oficialistas que celebran a determinados personajes de la esfera pública, aderezando la celebración de las fiestas patrias, el plano musical retoma vital importancia en la contracción de la identidad nacional. Durante los festejos era muy común la realización de bailes, ofreciendo la oportunidad de la participación del pueblo en la consolidación de las actividades lúdicas;3 la segunda es el discurso oculto “fuera del escenario donde los subordinados se reúnen lejos de la mirada intimidante del poder”, en esta clasificación cabrían los corridos de bandoleros como es el caso de Heraclio Bernal, Churro el Roto y el mismo Jesús Malverde; la tercera “se trata de una política de disfraz y del anonimato, está hecha para contener un doble significado o proteger la identidad de los actores, este es el caso —por citar un ejemplo— del corrido “Jefe de jefes”, de los Tigres del Norte.4

El discurso oculto puede invertir valores oficiales de modo que, en un gesto de resistencia ideológica, todo aquel que logra burlar la ley se convierte en héroe, quizás ahí radica el temor de las autoridades y la insistencia a favor de la censura, por creer que el hecho de enaltecer al trasgresor provoque reacciones de expresión masiva del pueblo en contra del régimen establecido.5

Este caso puede asemejarse con el concepto de bandolero social abordado por Eric Hobsbawm, quien hace distinción entre bandolerismo y bandido social. Distingue la delincuencia ejercida por bandoleros que utilizan el pillaje como su modo de operar y entre sus víctimas figura todo individuo que posea o sea susceptible de obtener un beneficio a su costa. Por otro lado, destaca la presencia de un bandolero con otras características, aquellos que ante los ojos de la opinión pública no son simples criminales sino grupos de hombres que protagonizan una rebelión individual, particularmente en el seno de las sociedades campesinas.6

Esta época de la que Bernal fue partícipe, gira en un contexto donde la agitación política y la desigualdad social eran el pan de cada día, bajo la premisa de “hay pocos que tienen mucho y muchos que tienen poco”; buscando contrarrestar esa situación es que Bernal veía por los más necesitados; aunado a esas condiciones, todo aquel que logra burlar la ley se convierte en héroe, alimentado en un gesto de resistencia ideológica, es por ello que Heraclio era visto como un semidiós entre los habitantes de la Sierra Sur Sinaloense, aun en nuestros días es parte de la memoria colectiva de nuestro estado, en una especie de Robin Hood sinaloense, recogiendo algunos de los elementos que son parte de nuestra identidad, viendo a Sinaloa como aquella región que conserva ese conflicto entre tradición y modernidad. Los pasajes de la vida de Bernal se muestran en sus corridos:

Estado de Sinaloa
Gobierno de Culiacán
Ofrecieron diez mil pesos
Por la vida de Bernal

La tragedia de Bernal
En Guadalupe empezó
Por unas barras de plata
Que dicen que se robó

Por sus acciones, para los conservadores y reaccionarios es visto como un bandido sanguinario, para otros sus acciones lo ubican como un bandolero social y hasta como un precursor de la Revolución Mexicana. “El Rayo de Sinaloa”, como se le apodó a Bernal, fue un rebelde que atacó a las autoridades locales y asaltó comercios, haciendas y negociaciones mineras, sus robos tenían como víctimas al rico altanero y al político local, el fruto de sus hurtos lo repartía entre los pobres de la región, ganándose con esto la estimación y admiración de ellos y ganándose el adjetivo de “Bandido Generoso”.7

Esto tiene que ver también con dos elementos importantes para la construcción de esa figura mítica como lo es Bernal, uno de estos es el honor, representado como un atributo grupal inscrito en un campo semántico más amplio donde figuran términos como la castidad, la pureza, la genealogía, coraje, venganza, generosidad, protección, hospitalidad, nobleza y prestigio. Mientras que, en el caso del valiente, éste no figura dentro de la característica del bandolero común, que trabaja o actúa esencialmente por un interés personal ni un trasgresor criminal, el valiente representa más bien como un desobediente civil frente al gobierno, en nombre y a favor de la comunidad.8

Por tanto, se establece una serie de similitudes en torno a la relación de estas figuras construidas a partir de los corridos tradicionales y los narcocorridos; de esta forma, el valiente tradicional persigue como objetivo central la justicia social, esta búsqueda tiene que ver no sólo con el beneficio personal, sino sobre todo con un beneficio colectivo. No es la intención aquí comparar ni igualar a la figura del bandolero social con la del narcotraficante de tiempos actuales; sin embargo, consideramos que tienen ciertos puntos en común que es preciso analizar.

Para el caso de Sinaloa, a finales del siglo XIX comenzaron a mostrarse los primeros indicios de transformación en la economía sinaloense, que hasta ese momento estaba influenciada por el accionar de la actividad minera; de esta forma, tanto la zona serrana del estado como el puerto de Mazatlán, por su importancia marítima comercial, significaron los dos polos de desarrollo en la sociedad sinaloense.

Posteriormente la inversión cambia de giro hacia la región del valle, apareciendo las primeras empresas agrícolas, de esta manera el polo de desarrollo cambia completamente en las primeras décadas del siglo XX, lo cual trae consigo atraso, miseria y marginación, en contraste con la prosperidad de los valles agrícolas.9

Esto tiene cabida tomando en cuenta el surgimiento de la actividad del narcotráfico, durante la década de los 20 fomentado junto a la migración china y después de su expulsión en la década de los 30, donde los involucrados en la siembra, cosecha y tráfico de amapola eran los sinaloenses. La amapola comenzó a sembrarse en las cercanías de Santiago los Caballeros, comunidad perteneciente al municipio de Badiraguato, en los márgenes de la Sierra Madre occidental, ofreciendo seguro refugio a los cultivadores de adormidera. El cultivo de la droga significó una posibilidad real para contrarrestar el desempleo que aquejaba a mineros dado que El Prospecto (mina ubicada en El Tabachín, Badiraguato) no daba abasto.

En la década de los 70, al consolidarse el narcotráfico como empresa, con rasgos de industrialización y con la mirada hacia el exterior, la bonanza económica comenzó a reflejarse en la modernización de zonas rurales, siendo común encontrar en medio de la sierra casas ostentosas y de grandes extensiones territoriales y con ello labores de infraestructura y labor social, tareas que corresponden a las dependencias gubernamentales. Es el narcotraficante quien se encarga de contrarrestar la pobreza, convirtiéndose en una especie de “Bandido Generoso”.

No es casual entonces que haya sido en esta época cuando comenzaron a figurar en la escritura del corrido los “gomeros” o “narcotraficantes” como personajes centrales de estas historias, pues realizaban funciones que correspondían al gobierno, por eso muchos los veían como héroes; es así como en estas condiciones y en forma de protesta se gestó la hoy denominada narcocultura, entendida como la forma de vida exaltada con el tráfico de sustancias ilícitas, manifestándose en la arquitectura, la vestimenta, la pintura y la música.10

 

Estereotipos de la mafia colombiana como parte del imaginario popular

Para entender el fenómeno de los corridos prohibidos en Colombia hay que puntualizar, primeramente, el impacto de las músicas mexicanas en estos territorios, formado y popularizado gracias a ciertos estereotipos mal fundamentados; con esto aludo a las agrupaciones instrumentistas como el mariachi comercial —simbolizado en la trompeta, el tequila y los trajes de charro—, al conjunto norteño o música de acordeón y bajo sexto, y al género nacional mexicano que nos da identidad ante los ojos del mundo occidental, me refiero al corrido, cobrando mayor fuerza en la capital colombiana el corrido prohibido, narcocorrido o corrido de gomeros, como prefiera conceptualizarse.

Es en 1988, con el disco Corridos prohibidos, de Los Tigres del Norte, que se oficializa en Bogotá y Medellín el corrido prohibido colombiano. Destacan grupos como Los Tigres del Sur de Uriel Henao y Giovanni Ayala, siendo hoy día uno de los géneros musicales más cotizados en las fiestas de los “duros”, el cual se vincula también con el mundo de las esmeraldas y el tráfico de sustancias prohibidas.

Un aspecto importante para explicar el arribo de los “corridos prohibidos” en Colombia es el impacto de la figura del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha; fue él quien llevó a Colombia la afición por el “narcocorrido” después de una visita que realizara a Miguel Ángel Félix Gallardo —capo de la época— en su residencia en la bahía de Altata. Es probable que en esas reuniones el colombiano haya descubierto o desarrollado su gusto por los corridos de traficantes que seguramente escuchó en tierra sinaloense,11 desde entonces fue apodado “El Mexicano” por su afición hacia “lo mexicano”, incluidos los sombreros y sus haciendas con nombres de relumbrón como La Chihuahua.

Su origen humilde lo llevó a tener un gran renombre entre los habitantes de la región de Pacho, con sus reparticiones de regalos para los niños del pueblo y su ayuda en damnificaciones en desastres naturales. Estas muestras de bondad, desprendimiento y sencillez, le permitieron conquistar el respaldo de la base popular de la sociedad colombiana.

La percepción por parte de aquellos que han enfrentado al Estado y a las autoridades suele tener diversas variantes; estas leyendas lo presentan como un hombre “bueno”, trabajador, sencillo y generoso, quien es perseguido por ser de origen humilde y ayudar a los pobres. Este imaginario quedó reflejado en la letra de algunos de sus corridos como la compuesta por los “Rangers del Norte” con el título “Fue un quince de diciembre”:

Era un quince de diciembre
por el año del ochenta y nueve
cuando Chalo se encontraba
celebrando en su morada.
por las ideas de su pueblo
por las que siempre luchaba.

Su familia está muy triste
y también los de su pueblo
pero Gacha no está muerto
él está en un bello sueño.12

Otro estereotipo de la mafia colombiana recae en la figura de Pablo Escobar Gaviria, quien también cumple con esta imagen de “bandido generoso” entre la población colombiana. Vinculado desde 1976 a acciones delictivas relacionadas con el comercio de cocaína, Pablo Escobar llegó a controlar uno de los más grandes carteles de la droga con base en la ciudad de Medellín. Su poder económico y relaciones con funcionarios públicos lo llevaron a incursionar en la política, cumpliendo así una de sus más grandes ambiciones.

Fue en 1982 cuando Pablo Escobar participa políticamente, asociado con Jairo Ortega Ramírez y Alberto Santofilio Botero. Esta asociación llegó a ser un trampolín para ocupar la Cámara de Representantes, además de la creación de movimientos populares como el Movimiento Cívico en Marcha, significando un logro personal y la consolidación de su imagen que se “limpiaba” y lo posicionaba para continuar con sus andanzas delictivas.

La creación del programa social “Medellín sin Tugurios” se concentraba en realizar acciones encaminadas a la infraestructura de barrios enteros, construcción de campos deportivos y fomento hacia la educación, lo que significaba no sólo una estrategia electoral sino un mecanismo para ganarse la base social entre los sectores marginados de Medellín que más tarde le darían respaldo, extrayendo de esos lugares sicarios a su servicio, milicia o un simple escondite; de esta forma, lo más importante a destacar de la figura de Pablo Escobar es precisamente esa transición tan marcada entre ser un delincuente “común” y un delincuente político, incluso llegando ocupar las primeras planas de los diarios colombianos, dentro de esas dos facetas hasta el día de su muerte el 2 de diciembre de 1993.13

Gentes sencillas de las comunas lloraban el cadáver de su “héroe” portando pancartas y vociferando protestas contra el gobierno y las autoridades. El féretro prácticamente fue secuestrado por la multitud que coreaba consignas como “Pablo, amigo, el pueblo está contigo” o “Sí, señor, cómo no, el gobierno lo mató”; canciones como “Amigo”, de Roberto Carlos; “Cuando un amigo se va”, de Alberto Cortes, y el corrido “Cruz de madera”, con acordes de mariachis y tríos.14

Volvamos al punto anteriormente mencionado sobre el contraste de la imagen que por un lado el gobierno y los medios intentaron proyectar sobre el personaje de Escobar, y otra muy distinta la que ha poblado el imaginario de algunas regiones populares en Colombia, donde nunca fue visto como un delincuente, sino como uno más de los suyos. Apodado “El Patrón”, o “el Doctor”, su figura se inmortaliza no solamente por sus acciones cívicas y actos delictivos sino también a través de sus corridos.

Cinco mil vidas debían
Él ya no puede negarlo
Ya mataron a papá
Decía la gente llorando
Cerca de cien mil personas
Al panteón lo acompañaron.15

 

Reflexión final

La intención en este ensayo no fue hacer una comparación de los personajes en cuestión, sino más bien dejar en claro que este fenómeno no es para nada ajeno a las circunstancias y realidades en partes de México, el caso de Sinaloa, y de América Latina, con el ejemplo colombiano, como parte de un contexto sociohistórico que refleja contextos distintos ligados a la memoria colectiva del pueblo, teniendo como herramienta la tradición oral y convirtiéndose con ello en un fenómeno de carácter mitológico apoyado y fomentado por elementos de la cultura popular como es el caso de la música y los corridos.

 

Notas

  1. Héau Lambert, Catherine, “Migración y narcocorridos, los marcos sociales de su popularidad”, en Hijar Sánchez, Fernando, Música sin fronteras, México, CNCA-Culturas Populares, 2006, p. 79.
  2. Chartier, Roger, El libro y sus poderes (siglos XV-XVIII), Editorial Universidad de Antioquia, Colombia, julio de 2009, p. 11.
  3. Beezley, William, Mexican National Identity: Memory, Innuendo and Popular Culture, Tucson, Universidad de Arizona, 2008, 206 p.
  4. Scott, James, Los dominados y el arte de la resistencia, Editorial ERA, 2000, pp. 42-45.
  5. Héau Lambert, Catherine, en Sánchez Hijar, Música sin fronteras, Op. cit., pp. 100, 101.
  6. Hobsbawm, Eric, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976, pp. 51-52.
  7. Liera, Oscar, Los caminos solos, en Teatro completo II, Culiacán, Cobaes / Difocur, 1998, pp. 209-253; véase también, Rodríguez Benítez, Rigoberto, “Heraclio Bernal entre la realidad y la ficción”, en Contribuciones a la historia económica, social y cultural de Sinaloa, Asociación de Historiadores de Sinaloa, Universidad Autónoma de Sinaloa, Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, 2007, pp. 153-182.
  8. Héau Lambert, Catherine, y Gilberto Giménez, “La representación de la violencia en la trova popular mexicana”, en Revista Mexicana de Sociología, año 66, Nº 4, octubre-diciembre, 2004, p. 633.
  9. Cervantes, Sergio, “La narcoviolencia en Sinaloa”, en Memoria del Congreso de Historia Regional, “Historia de la violencia, criminalidad y narcotráfico en el noroeste de México”, Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, Universidad Autónoma de Sinaloa, diciembre de 2002, p. 220.
  10. Montoya Arias, Luis Omar, Rigoberto Rodríguez Benítez y Juan Antonio Fernández, “Arraigo histórico del narcocorrido en Culiacán”, en Acta Universitaria, revista trimestral enero-abril, Universidad de Guanajuato, 2009, p. 44.
  11. Astorga, Luis, “Los corridos de traficantes de drogas en México y Colombia”, ponencia presentada en Meeting Latin American Studies, Guadalajara, abril de 1997, p. 13.
  12. Betancourt, Darío y Martha García, Contrabandistas, marimberos y mafiosos. Historia social de la mafia colombiana (1965-1992), Tercer Mundo Editores, agosto de 1994, p. 185-191.
  13. Ibíd., p. 195-197.
  14. Ibíd., p. 200.
  15. Los Tigres del Norte, “Muerte Anunciada”, en Los Dos Plebes, Fonovisa, 2004.

 

Referencias

  • Astorga, Luis, “Los corridos de traficantes de drogas en México y Colombia”, ponencia presentada en Meeting Latin American Studies, Guadalajara, abril de 1997.
  • Betancourt, Darío y Martha García, Contrabandistas, marimberos y mafiosos. Historia social de la mafia colombiana (1965-1992), Tercer Mundo Editores, agosto de 1994.
  • Beezley, William, Mexican National Identity: Memory, Innuendo and Popular Culture, Tucson, Universidad de Arizona, 2008.
  • Héau Lambert, Catherine, “Migración y narcocorridos, los marcos sociales de su popularidad”, en Hijar Sánchez, Fernando, Música sin fronteras, México, CNCA-Culturas Populares, 2006.
  • Cervantes, Sergio, “La narcoviolencia en Sinaloa”, en Memoria del Congreso de Historia Regional, “Historia de la violencia, criminalidad y narcotráfico en el noroeste de México”, Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, Universidad Autónoma de Sinaloa, diciembre de 2002.
  • Chartier, Roger, El libro y sus poderes (siglos XV-XVIII), Editorial Universidad de Antioquia, Colombia, julio de 2009.
  • Hobsbawm, Eric, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976.
  • Héau Lambert, Catherine, y Gilberto Giménez, “La representación de la violencia en la trova popular mexicana”, en Revista Mexicana de Sociología, año 66, Nº 4, octubre-diciembre, 2004.
  • Liera, Oscar, Los caminos solos, en Teatro completo II, Culiacán, Cobaes / Difocur, 1998.
  • Montoya Arias, Luis Omar, Rigoberto Rodríguez Benítez y Juan Antonio Fernández, “Arraigo histórico del narcocorrido en Culiacán”, en Acta Universitaria, revista trimestral enero-abril, Universidad de Guanajuato, 2009.
  • Rodríguez Benítez, Rigoberto, “Heraclio Bernal entre la realidad y la ficción”, en Contribuciones a la historia económica, social y cultural de Sinaloa, Asociación de Historiadores de Sinaloa, Universidad Autónoma de Sinaloa, Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, 2007.
  • Scott, James, Los dominados y el arte de la resistencia, Editorial ERA, 2000.