Letras
Dos poemas de Concierto desde el último puente

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Carta para mi hermano que es poeta y huyó de casa

No creas,
             hermano,
que escribo para decirte
que las cosas han cambiado.
                                          Tú sabes muy bien
que sigues siendo un eterno solitario,
el hombre que nunca pudo ganar
el corazón de su amada.
A mamá ni siquiera le haces falta;
cuando se sienta a la mesa
pide al cielo que no vuelvas.
Para papá
tu partida fue tu muerte.
                                   Él no es capaz de aceptar que un hombre sea débil,
que no ponga toda su hombría en sus puños,
en su vientre.
Por eso perdiste, hermano.
En el barrio ya nadie pregunta por ti,
les hicimos creer
que moriste en una de las tantas guerras
que se han inventado este siglo,
aunque estoy seguro de que no lo creen.
El gato,
          que sigue merodeando día y noche por la casa,
ni siquiera siente tu ausencia
                                 (y pensar que le escribiste un poema).
La música sigue sonando igual sin ti
y no nos ponemos tristes
cuando cae la lluvia.
Yo sé que ya no tienes una sola esperanza
y ésa es tu única ventaja,
porque sabe
que nadie desea verte
que hemos quemado tus libros,
tu ropa
y que todas las muchachas que inútilmente amaste
están preñadas y no precisamente de tus versos.
Quizá puedas creer,
                                hermano,
que la casa está vacía sin ti.
No te engañes.
Sin tu sombra puede entrar la luz
y no creas
que esta carta que te escribo
es muestra de afecto
o de mi nostalgia por ti;
sólo que estoy convencido
que está bien escribir estas líneas,
de recordarte, hermano,
que la vida
no te ha dado la soledad,
sino que tú mismo eres la soledad,
que nadie te ha negado el fuego,
sino que tú
eres el invierno.

 

Respuesta a la carta de mi hermano
que no es poeta
y a quien nunca se le ha ocurrido huir de casa

Me preocupa,
                     hermano,
que creas que huí de casa,
que abandoné a todos
sólo con el afán
de huir de mis derrotas.
                                 Yo no he tomado mis sandalias
ni emprendido el viaje
                                 para buscar nuevas fuerzas
ni trocar mi corazón
por otro más dulce;
no huyo de los desamores
ni de la misma soledad
porque ello
sería abandonarme a mí mismo.
                                                Si me lavo con estas aguas
no es para purificarme,
para que nuevos vientos lleguen a mi espíritu,
sino porque esta mi soledad
desea refrescarse
y tomar vino
como cualquier muchacha
que te acompaña en un viaje.
No digas nunca a mamá que te he escrito;
para ella lo mejor es el olvido;
a papá
recuérdale
que estoy en la más dura de las guerras,
la que él nunca se atrevió a hacer
porque se necesita ser valiente
para enfrentarse a su propio fuego.
¿Quién
al ruido de los cañones
ha recordado su soledad?
Dile que se siente frente al mar;
eso le bastará para el suicidio.
Ya ves que yo tengo más fortaleza.
La casa
no me hace falta
porque uno mismo es su propia casa:
Son mis ojos las más hermosas de las ventanas
y a través de ellas veo lo que quiero ver.
Pero mi casa,
                   hermano,
puede andar
y visitar otras casas
quizá tan solitarias como la mía,
pero puedo visitarlas.
A las muchachas que no me amaron,
diles,
      hermano,
que su desamor no me derrotó,
que ellas saben
que no hay destino más terrible
que no amar el amor verdadero.
Y dile al gato
que todavía le canto,
que yo no escribo versos para que me quieran
ni para que los camaradas
me inviten a sus casas a tomar vino,
y dite a ti,
               hermano,
que has caído en la trampa
de negarte a ti mismo,
que no es al fuego al que hay que temer,
que no es a los huracanes a los que debes enfrentarte,
sino a ti;
ese sería,
              hermano,
un verdadero acto de valentía
del que tú no eres capaz.