Llevo el silencio sobre los hombros
mi silencio:
copa de árbol podado.
Vadeando el rumbo de mi pasos,
lo sigo como higo al suelo
hijo de árbol
copa de higuera callada.
Desde mis hombros
pide favores tocándome la oreja.
Lo veo con el rabillo del ojo:
“mírame silencio,
háblame silencio,
silencio:
deja de ser silencio”.
Y él, antes callado:
“si del silencio hablas
es porque no hay mucho que decir”.
Espera el silencio
después de que exhale un suspiro
habla por mí.
Cráneos de fuego,
leve sol invernal
en los cabellos.
***
En mi cerebelo un cadáver
y el polvo de piedras
que trozaron tus pies.
Pies que se agotaron de tanta huella impresa
después borrada
por el mismo polvo creado
al caer.
Polvo creado de piernas.
Rostro roído
(esclerótica, labios y mejillas)
quebrado, pegado con saliva seca
y sudor
reseco también
Sensación de dientes fragmentados;
pisadas que crujen al partir.
Mírame en ellas,
confúndeme con todo:
silueta entre sombras
(cara en la niebla)
soy en ellas nariz,
ellas son mis labios.
Sus pasos de aguacero
pulsan a mis entrañas.
Con piernas parejas
responden al rapaz grito del alba
bajo lo oscuro,
y al suelo gris.
Todas ellas
en el intento de ser:
salir, con su silueta intacta,
del mar de sombras.
Nubes bajas
ocultan
(tierras del crepúsculo)
todos sus rostros
y los pierden
a mí con ellos.
Cúmulus
recreándote
mintiendo.
Gotas
que te han recorrido
y buscan formarte
interesadas en ti:
ojos sepia
cabello cimarrón.
Manada
de cúmulos
borregos quiméricos
a la vez tú y cabra, toro y malta.
Ya frustrada;
no iguala colores
ni tu forma:
ojos, cuello, cenizas.
fermenta,
remplaza stratus por nimbus
que precipitan,
regresan a tu vuelo,
se entusiasman,
escurren por tu nariz, mentón, cabellos y
rodillas,
regresan, se pierden de nuevo.
Caen, te confunden con asfalto, banqueta y
árbol.
Intentarás
de nuevo ser nube
te confundirán:
cerro, diamante, leona y lata.