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Matteo RicciMatteo Ricci: a cuatrocientos años de su muerte
Texto y fotografías: Wilfredo Carrizales

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Introducción

Con motivo de celebrarse el cuatricentenario de la muerte en Peking del gran jesuita, astrónomo, matemático y estudioso de la lengua china Matteo Ricci (1552-1610), la región italiana de Marche y otras instituciones gubernamentales y culturales de Italia y China, organizaron en el Museo de la Capital, entre el 20 de marzo y el 20 de abril, una completa y excelente exposición que recoge diversos aspectos de la vida y obra de Ricci, junto a artefactos astronómicos, pinturas de Tiziano, instrumentos musicales, mapas, armas de guerra y armaduras, y libros del siglo XVI, todo traído especialmente de la península itálica. Actualmente la grandiosa exposición se encuentra en el Museo de Shanghai.

Matteo Ricci había nacido, el 6 de octubre de 1552, en un pueblo ubicado sobre una colina llamado Macerata, en la región de Marche, por ese entonces parte de los Estados Papales. A los nueve años llega a ser alumno del colegio jesuita de su pueblo natal. Siete años más tarde lo encontramos en Roma dedicado al estudio de leyes. El 15 de agosto de 1571 ingresa como novicio a la Sociedad de Jesús en Sant’Andrea al Quirinale en Roma. Luego va a continuar estudios en Florencia y posteriormente regresa a Roma y prosigue estudiando en esta ciudad. En el verano de 1577 marcha a Coimbra e inicia estudios de la lengua portuguesa. El 24 de marzo del año siguiente abandona Lisboa en el barco San Luis y llega a Goa, en la India, el 13 de septiembre. Allí se dedica al estudio de la teología y enseña latín y griego. En abril de 1582 parte de Goa por mar y arriba a Macao, colonia portuguesa en China, el 7 de agosto del mismo año. En septiembre del año siguiente se establece en la ciudad de Zhaoqing, en la meridional provincia de Cantón. Después de sortear y superar todo tipo de dificultades, obstáculos y trabas, logra entrar en Peking el 24 de enero de 1601 y en mayo se le permite residir en la capital imperial. Desde esa fecha hasta su muerte, acaecida el 11 de mayo de 1610, Matteo Ricci tuvo una intensa actividad intelectual y misionera y publicó varios libros.

 

Matteo RicciI

Matteo Ricci fue el primer hijo, de siete, de una familia noble y acomodada. El mismo año de su nacimiento moría, en la isla Sancian de Malaca, el jesuita San Francisco Javier, quien tantas vueltas había dado para ingresar a China a predicar el cristianismo.

¿Quién era Matteo Ricci, ese personaje tan fuera de lo común, que se había ganado la benevolencia entre los ilustres eruditos de China? Otro jesuita que se lo encontró en Macao lo describió de esta manera: “...y así, similar en todo a los chinos que parece uno de ellos, en la belleza de su rostro, en la delicadeza, en la mansedumbre y en la dulzura que tanto estimamos...”.

La vocación de convertirse en misionero le vino a Matteo Ricci en Roma, donde se encontraba estudiando jurisprudencia por indicación de su familia. Su padre trató de persuadirlo cuando se enteró de que había ingresado al noviciado jesuita. Matteo culminó sus estudios de teología, filosofía, retórica y matemática en la ilustre sede del Colegio Romano. Allí tuvo como maestro al padre Cristoforo Clavio, eminente astrónomo y matemático. Ricci adquirió conocimientos en mapas del mundo, relojería, esferas y astrolabios que le serían muy útiles durante su estancia en China.

En 1577 Ricci fue escogido por el padre Martino Silva, Procurador de la India, para las misiones de oriente. Así partió junto con Silva a Portugal y allí, al cabo de un año, habiendo recibido con sus doce compañeros la aprobación del rey Sebastián, se embarcó para Goa. En esta ciudad, fundada por los portugueses, Ricci continuó los estudios teológicos. En Cochin, en el sur de India, recibe la orden sacerdotal.

El 26 de junio de 1582 Ricci abandona Goa por decisión del padre Alessandro Valignano, Visitador de los jesuitas de Asia oriental, quien había puesto gran empeño en evangelizar al Japón y quien tenía la esperanza de predicar también en China, de acuerdo con el proyecto de Francisco Javier. En agosto del mismo año Ricci llega a Macao, después de una travesía tormentosa, durante la cual pensó que le había llegado su hora. En esta ciudad los jesuitas habían establecido la sede de su misión para el Extremo Oriente.

Apenas establecido en Macao, Matteo Ricci se sumió en el estudio del idioma chino y como no era una persona que hacía las cosas a medias, se propuso aprenderlo a la perfección, no sólo para hablarlo y comprenderlo, sino también para escribirlo y leerlo. Naturalmente no era asunto fácil. Él mismo apuntó: “...Muchas letras son del mismo sonido, si bien de diversas figuras, y cada una significa muchas cosas; de esta manera que tú no encontrarás lengua que haya más equívoca que ésta...”. El perfeccionamiento del chino le llevó más de doce años y le reportó poder traducir a este y de este idioma obras de filosofía, de teología y de ciencia.

Entre 1582 y 1583, mientras Ricci estaba en Macao, enteramente dedicado, según el deseo de Valignano, al estudio de la lengua y la civilización chinas, el padre Michele Ruggieri, un compañero de estudio y de viaje de Ricci, se arriesgó tres veces e ingresó a la provincia de Cantón siguiendo a los comerciantes portugueses. Las leyes de la dinastía Ming prohibían el comercio con el extranjero en la mayor parte del reino. Los mercaderes extranjeros podían residir sólo en Macao, pero eran autorizados dos veces al año a ir a Cantón y reabastecerse de mercancías. La finalidad de Ruggieri al acompañar a los mercaderes era la de obtener del magistrado de la región el permiso para habitar de manera estable en la ciudad.

Posteriormente Ricci partió junto con Ruggieri a la ciudad de Zhaoqing, en la provincia de Cantón, después que el prefecto de esa ciudad permitió que ambos se establecieran allí. Ellos debieron someterse al requerimiento del prefecto en el sentido de tener que adaptarse totalmente al mundo chino. En una carta al Superior General de la Compañía de Jesús, padre Claudio Acquaviva, Ruggieri ilustraba así la mudanza de hábito: “Nos hemos vuelto chinos para ganar a Cristo para China”. Vestidos como monjes budistas, Ricci y Ruggieri recibían con frecuencia la visita espontánea de la gente. Con la ayuda de un letrado que acostumbraba ir a la casa de Ricci y Ruggieri y quien fue uno de los primeros en convertirse al cristianismo con el nombre de Paolo, se publicó, a nombre de Ruggieri, a fines de 1584, el libro titulado La verdadera exposición del Señor del Cielo (Tianzhu shilu), el primer libro impreso por los europeos en China.

Desde el punto de vista científico el máximo éxito obtenido por Ricci en Zhaoqing fue su primer mapa geográfico chino. Lo realizó para satisfacer el deseo muchas veces expresado por los visitantes de la casa del jesuita de ver traducido en su lengua el mapa universal que, entre todos los objetos de la misión, era el más admirado. En los años sucesivos Ricci publicó otras cuatro ediciones del mapa, perfeccionándolo cada vez. Para evitar el resentimiento de los chinos por la posición marginal de su país, en las sucesivas versiones “sinificó” la orientación, colocando América a la derecha y el continente euroasiático a la izquierda, de modo que China tuviese una posición central y preeminente. El mapa fue un instrumento esencial para que los chinos tuvieran un conocimiento del mundo occidental.

En Zhaoqing también tuvo Ricci momentos difíciles. Los celos del clero budista lograron algunas veces soliviantar a los creyentes contra la misión de los jesuitas y además también protegerse contra las calumnias. Cuando la situación se hizo insostenible a Ricci se le ofreció retornar a Macao o ser transferido a Shaozhou, una ciudad del nordeste de la provincia de Cantón. Ricci se decidió por esta última ciudad y ella se convirtió en la segunda estancia de su itinerario.

A Shaozhou fue Ricci acompañado por el padre portugués Antonio d’Almeida. Se esperaba que el Papa enviase un embajador a la corte imperial de los Ming para procurar la autorización del emperador Wan Li de permitir el libre desenvolvimiento de la misión de los jesuitas. En Shaozhou Ricci tuvo que hacer los mismos trámites que en Zhaoqing. Obtuvo un terreno donde edificó casa e iglesia, vecinas a un templo budista. El grave inconveniente de Shaozhou era el clima. Al poco tiempo del arribo, tanto Ricci como Almeida enfermaron gravemente y estuvieron a punto de morir. Se recuperaron milagrosamente, pero en un corto lapso Almeida recayó y murió. Fue el primer sacerdote portugués en fallecer en China. Posteriormente lo sustituyó el padre Francesco de Petris.

La gente en Shaozhou no era cordial y ocurrieron episodios de intolerancia. En una ocasión la misión fue apedreada y en otra oportunidad fue asaltada por ladrones armados. A la frialdad y a la hostilidad de una parte de la población, se la compensaba con la amistad lograda con algunos personajes ilustres. En los años que pasó Ricci en Shaozhou, del 1589 al 1595, no interrumpió nunca la profundización del conocimiento de la cultura china. A través de los “Cuatro Clásicos” y de los coloquios con los amigos eruditos chinos fue como Ricci pudo también profundizar en el pensamiento confuciano. El mismo nombre Confucio, forma latinizada de Kong fu zi (El Maestro Kong), fue introducido por Ricci en Europa.

Fuerte con el conocimiento adquirido Ricci decide abandonar Shaozhou en 1595 para intentar penetrar más profundo en el corazón de China. Así pues, parte hacia Nanking.

El 31 de mayo de 1595 arriba por primera vez a Nanking, “...que los chinos piensan que era la mayor y la más bella ciudad en todo el mundo”. Allí toma en alquiler una casa y comienza a frecuentar a algunos mandarines que ya conocía por haberlos encontrado en sus precedentes residencias chinas. La esperanza de abrir otra misión se presentó cuando Ricci conoció a un influyente personaje, pero éste lo acoge con frialdad, si no con evidente hostilidad, reprobando su venida a Nanking. Aquí la presencia de los extranjeros era aun mal vista que en otro lugar. Entre extranjero y extranjero los chinos no hacían gran distinción: era posible que fuesen espías o defensores de Japón. Poco tiempo después un alto mandarín acusó a Ricci de ser un “sedicioso y de maquinar cosas malas en China”. El ambiente se hizo irrespirable y los amigos de Ricci le aconsejaron alejarse a la espera de tiempos mejores. Entonces Ricci decidió trasladarse hacia el sur, a la ciudad de Nanchang en la provincia de Jiangxi, a donde llegó el 28 de junio de 1525.

De Nanchang provenía la mayor parte de los letrados. Ricci apuntó: “La gente está inclinada a la piedad... y entre los letrados vi una congregación de personas dadas a razonar las cosas de la virtud...”. En la ciudad se difunde rápidamente la fama de que había un “hombre muy extraño”, diferente de los chinos tanto por su estatura como por sus facciones, pero que sabía todo acerca del idioma chino. Ricci tuvo la oportunidad de conocer y tratar a dos príncipes, parientes del emperador. Para uno de ellos compuso su primera obra escrita en chino, titulada “De la amistad”, por la cual recibió elogios. Con esto Ricci logró mayor autoridad y estrechó su relación con los letrados de la Academia de la Gruta del Ciervo Blanco, institución confuciana de gran prestigio. La situación general parecía favorable para que Ricci se asentara en la ciudad. Él pensó en la necesidad de conseguir la licencia para predicar libremente en China, pero ella sólo podía obtenerse en Peking de manos del emperador. Valignano, el padre Visitador de los jesuitas, en vista de que de Roma no llegaban los embajadores solicitados, nombró como Superior de la misión en China a Matteo Ricci en agosto de 1597.

El día de San Juan Bautista de 1598 Ricci abandonó Nanchang vía Nanking. Cuando arribó a esta última ciudad encontró una situación sumamente difícil: el alargamiento de la guerra contra Japón en la península coreana había determinado un clima de incertidumbre e inquietud. La hostilidad y la desconfianza hacia los extranjeros había aumentado. Cuando el gobernador general de la provincia, quien era un ilustrado mandarín, autor de diversas historias de China, se enteró de que el autor del mapa chino estaba en Nanking, quiso verlo. Supo por boca de Ricci que éste quería ir a Peking y entonces dispuso un barco para trasladarlo a través del Canal Imperial. En Peking a Ricci le fue presentado un poderoso eunuco de la corte, pero sólo quería que el jesuita le fabricara plata. Así que la primera estadía en la Capital del Norte fue un fracaso y Ricci decidió regresar a Nanking.

Matteo RicciDespués de una corta estadía en la ciudad de Suzhou, Ricci finalmente arribó a Nanking a principios de febrero de 1599, encontrando un clima profundamente cambiado. La guerra con el Japón había concluido y la población china ya no temía ser invadida por el ejército japonés. Reinaba en la ciudad una gran alegría. En Nanking, Ricci encontró el modo de explicitar plenamente su método misionario: primero la conquista de la confianza, gracias al compartimiento con la ciencia; después el apostolado veraz y propio con la refutación de los errores de las otras religiones y la predicación de la enseñanza cristiana. Ricci comenzó a enseñar matemática y astronomía en Nanking. Para difundir su enseñanza Ricci construía diversos instrumentos: astrolabios, cuadrantes, esferas... De la enseñanza de la matemática y la astronomía a la refutación de lo que él llamaba “las sectas de los ídolos” (el budismo y el taoísmo) no hubo sino un breve paso.

La misión en Nanking fue ganando adeptos progresivamente: ya no sólo venían visitantes a discutir acerca de ciencia, sino que querían ser instruidos en los asuntos de la fe cristiana. Así asentada la misión en Nanking, Ricci comenzó a planear un nuevo viaje a Peking.

El 18 de mayo de 1600 Ricci abandonó Nanking, en compañía de un nuevo misionario, el español Diego de Pantoja, y dos compañeros chinos. La misión en Nanking quedó a cargo de otro jesuita. El viaje por río contó con la protección de dos poderosos eunucos imperiales. Al inicio del año 1601 el mismo emperador dio la orden para que los jesuitas ingresaran a Peking, escoltados por un mandarín. Alcanzaron la capital imperial el 24 de enero. El arribo está registrado en la Historia Oficial de la Dinastía Ming así: “Li Ma Dou del Grande Occidente vino a ofrecer regalos de su país”. Li Ma Dou era el nombre chino de Matteo Ricci.

La práctica que Ricci intentaba seguir en Peking era la misma que había utilizado en Nanking. Diego de Pantoja comenzó a enseñar a tocar el clavicémbalo a cuatro eunucos. En la capital imperial los asuntos eran complicados debido a la rivalidad entre eunucos imperiales y mandarines, en la cual Ricci estaba involuntariamente envuelto. Después de cuatro meses de estar encerrados en el Palacio del Recibimiento, se les permitió, a Ricci y a Pantoja, habitar en una casa. Para precaverse de cualquier sorpresa los jesuitas enviaron un memorial al emperador en el cual explicaban que habían venido a Peking atraídos por su gran fama y que no querían nada más que un lugar donde habitar o fuera de la corte o en la misma corte. Al igual que en Nanking, Ricci se dedicaba a la plegaria y al estudio y cultivando amistad y relaciones entre los letrados, los funcionarios cualificados y también con algunos parientes del emperador. De vez en vez iba al Palacio Imperial a regalar relojes.

En el sofisticado ambiente de la capital imperial era más que importante confirmar el autoprestigio que venía de un saber vasto y de la producción de libros impresos. Muchas de las obras que Ricci había escrito en los años precedentes fueron reimpresas en Peking, con complementos y correcciones y algún que otro añadido. Frecuentemente en su redacción colaboró algún amigo chino. También el dominio de la lengua china por parte de Ricci era ya tal que no necesitaba ninguna ayuda a la hora de traducir.

Así, el ilustre mandarín Li Zhizao, quien fue uno de los grandes apoyos de Ricci en la misma corte imperial, colaboró con el jesuita en la realización de una nueva edición del Mappamondo, mucho más grande y rica. Juntos pudieron traducir la obra matemática del padre Clavio. Li Zhizao, además de su interés por la ciencia occidental manifestó así mismo curiosidad por la doctrina cristiana.

Pero el discípulo más querido por Ricci fue Xu Guangqi, llamado Paolo después de su bautismo en Nanking en 1603. Después de su bautismo retornó a Peking y se dedicó con Ricci a la traducción del primero de los seis libros de Euclides, que publicaron con el nombre de Libro elemental de geometría. Con Diego de Pantoja, por el contrario, Xu Guangqi preparó un tratado sobre el método de la irrigación. También Xu Guangqi escribió el epílogo a la obra menor de Ricci titulada Veinticinco palabras, en la cual había recogido algunas máximas del filósofo griego Epicteto, y que tuvo gran éxito entre los letrados confucianos.

La obra que requirió mayor empeño de Ricci fue el Tianzhu shiyi (Coeli domini vera explicatio), que él había comenzado a redactar desde su estadía en Nanchang y que vio la luz en Peking en 1603. Con mucho mayor entusiasmo para la obra doctrinal y para beneficio de los catecúmenos y nuevos convertidos al cristianismo fue la composición de Los diez capítulos de un hombre extraño (Jiren shipian), recopilación de diálogos imaginarios entre el autor y sus cultos amigos en torno a asuntos morales.

El crecimiento de la misión contribuyó, indirectamente, a la persecución que en 1604 soportaron los mayores monjes budistas por orden del emperador. La causa se debió a un libelo anónimo en donde se hablaba del emperador, de la emperatriz y de otros personajes de alto rango. La fama de los misioneros era tal que, además de ser autores de libros, también se sospechaba que imprimieran folletos prohibidos.

Considerando los pocos años transcurridos desde su arribo a China y las dificultades encontradas, Ricci podía estar bien satisfecho de cómo se había establecido la misión en China. Elemento de gran satisfacción fue, entre otras, la presencia de jóvenes hermanos chinos. En las cuatro ciudades donde había misiones crecía el número de adeptos, aunque también periódicamente había sus sobresaltos y deserciones, cuando algún mandarín preocupado por la conservación del Imperio decidía ponerle un alto a la predicación evangelizadora. Después de la intervención de importantes mandarines amigos retornaba la tranquilidad.

Ricci sabía muy bien que esos altibajos se debían a la falta de una licencia oficial del emperador y estaba al tanto de la dificultad, si acaso no la imposibilidad, de obtenerla. En carta enviada el año 1609 al padre Francesco Pasio, sucesor de Valignano en la guía de la misión en el Extremo Oriente, Ricci le informaba de cuál era la probabilidad de conseguirla.

Tumba de Matteo RicciUn paso ulterior en congraciarse con el emperador ocurrió aquel mismo año de 1609, cuando Wan Li accedió a imprimir el Mappamondo y Ricci se dedicó con entusiasmo en la tarea. Mas la superior satisfacción de ese año fue la fundación, por iniciativa de un rico señor, de la primera congregación mariana en China, a la cual se la llamó Confraternidad de la Madre de Dios.

Al año siguiente, a la rutinaria carga de trabajo de Ricci por la actividad misionera, científica y organizativa se unió un peso más. Confluyeron en Peking las decenas de miles de aspirantes a pasar los exámenes imperiales de primer grado. La mayor parte de ellos conocían a Ricci, directamente o a través de sus escritos, y todos deseaban hablar con él. Tal muchedumbre de personas visitando al jesuita lo postró hasta el punto de que enfermó. No se recuperó más. En el segundo día de su enfermedad Ricci se confesó con el padre Sabatino de Ursis y recibió el viático y la extremaunción. Comenzó a delirar y a hablar de la iglesia, de los neófitos y de la conversión.

Matteo Ricci murió el 11 de mayo de 1610, “cerrando sus propios ojos como para conciliar el sueño”. El año después la casa que contenía sus despojos fue convertida, por orden del emperador, en el cementerio Zhalan, y su tumba fue adornada con los mármoles de la residencia del eunuco Yang, quien había prestado ayuda a Ricci, pero que había caído en desgracia y había sido ejecutado.

Cuando Ricci murió los cristianos chinos eran unos dos mil quinientos.

 

II

Matteo Ricci nunca se encontró con el emperador Wan Li, pero recibió del padre Diego de Pantoja la petición final: “Matteo Ricci, ya viejo, ha muerto de enfermedad. Yo, vasallo de otro reino, quedo solo, soy digno de conmiseración y de compasión por mis dificultades. El camino que deberé recorrer para tornar a mi patria es larguísimo; los marineros no desean cargar el cadáver en la nave; por eso, yo no puedo absolutamente retornar al difunto a la patria. Considerando que ha ya muchos años vivíamos a la sombra de la Majestad vuestra, creo que podríamos ser incluidos entre vuestros súbditos y entre el pueblo sometido a vuestro cetro... Estando con vida mantenidos por vos confiamos que también muertos obtengamos de vos un trozo de tierra para cubrirnos. Y esto tanto más cuanto mi compañero Matteo Ricci, de cuando llegó a este gran reino, puso todo el empeño en aprender vuestra lengua y practicó aquella virtud que enseñan vuestros libros; al mismo tiempo con gran pureza de ánimo y externa compostura de cuerpo, quemaba incienso delante del altar del Señor del Cielo y le rogaba por la salud de vuestra Majestad en sencillo agradecimiento por vuestros beneficios...”.