Letras
Tres poemas

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Entre otras cosas

Me descubriste a hora avanzada,
cuando mis labios asumían
el gusto acre del polvo,
a tientas apenas.

Me descubriste cuando
la firmeza trastornada y sombría (alucinada, caída)
nacía impasible en mis ojos,
vacíos del sol del universo;
hostigados por un sol ilegítimo,
un sol oculto
que yo juzgaba
estaba fuera de su centro infiltrándose en mí

(Cuando tal vez creía
que jamás disfruté el sol)

y peregrinaba fisgoneándome,
obsesionada por precipitarme en cada ronda
entre espantajos que lastimaban como espinos.

Me descubriste cuando ya el fastidio
me encadenaba y dominaba mis manos;
cuando ya no sabía imaginar los abrazos
y resguardarlos luego tal como una almeja
de coraza tierna que se escudase
en su secreto, su pecho, su misterio;
cuando ya no sabía prestar oídos
a la ternura de un roce o de un cosquilleo

(toque íntimo empañado en el aire rígido)

ni cobijar el pezón entre inciensos
que se identifiquen con un tú,
ni rendirme a unos besos
desde el matiz intenso de una boca

Me descubriste a última hora
y tropezaste
(entre otras cosas)
con el fulgor tropical de una ilusión.

 

Unos pocos versos impresentables

Después quién sabe,
por cualquier abril desvanecido,
conciba algo más que unos pocos versos impresentables:

sólo soy capaz de subsistir;
otras vidas me rasgaron la piel,
y no obstante,
mis dedos escupen letras.
Me cristalizo;
ignoro las palabras disecadas,
la abundancia y la insolencia desordenadas

(derroché ciertos poemas inmorales;
palpé superficies dudosas, predichas en mi destino;
un hombre escarbó
—debajo de las sienes—
otro mundo)

y no obstante,
mis dedos chorrean letras
y las suelto en raras incertidumbres,
con la desesperanza en las manos.

Regurgito;
las palabras brotan como una lluvia
de abecedarios ácidos
Por mi mundo voy,
aspirando circunstancias
semillas de probabilidades
sales minerales:

junto al vuelo de los años, absurdamente,
por delante de las nubes
—por encima de la luz—
he sido bendecida a cambio de nada.

Cada verso impresentable,
cada escrito —me repito—
perecerá apenas por ser impresentable
y sostenerlo es como dialogar con fantasmas
mano a mano,
obsequiarles alguno que otro chisme.

Sobre la raíz de una palabra flota un verso
—acá, circunstancial, apenas, casi impredecible—
ahora, hasta siempre, en una línea imaginaria
por cada uno de las luchas diarias.

La razón de mi náusea es el puro amor,
una línea que incluye mis desvelos:
una línea compuesta de palabras mordientes
que me sangra en los dedos.

Fui mendigo,
—para qué negarlo— y además,
Le robé demasiadas horas al sueño,
en conceptos difusos que ardieron en mis lagrimales
con la honestidad de un loco constipado
y de todo, dejo huellas homicidas
—herí cada vacío hasta desangrarlo—
y la luz de cada poema me redime de culpas.

Escupo;
persisto a resguardo del verdugo
a salvo infiernos
sin resignarme ante la evidencia del mortal
no me escondo entre bastidores
indiferente a la imagen del hambriento
sorda ante la soberbia
No están entre santos mis colegas
no soy amante sólo ante la ley de Dios
no levanto banderas de impiedad
no me desvelo por venganza

Regurgito;
doy la vida por mis versos
y los guardo en lo profundo de mi escote.

 

Seico de versos hipotéticos

“...Así las sensaciones de este mundo;
los cantos subjuntivos...”

César Vallejo

I

Tal vez fagocite el espejo la cotidiana sed
de lo prohibido y exploten inusitados
los cristales. Dónde fueres, sin reflejos, sin sombras
pletórico de ausencias / inmune...

 

II

Es posible que expelan estrellas las entrañas
sobre un desierto de alegrías sonámbulas;
que un dromedario sediento/ ¿un demiurgo?
rasguñe la placenta de los átomos
hasta que se haga la luz de otro principio.

 

III

Y allí donde pernoctaren las nostalgias,
un hueco abierto al alba / pretérita expresión
de razones imperfectas, abisme el llanto de los ciegos.
Y las lombrices quizás repten cristalinas.

 

IV

Se prohíbe en el reino de los cielos
colgarse en las ramas de un paraíso/ ¿y qué
si Adán y Eva no hubieran comido la manzana?
Un absurdo sofisma como absurdo es el mundo.
Absurdas las preguntas y responderlas absurdo.

 

V

Entramos y no entramos. Somos pero tampoco;
aguas arriba, vidas abajo / un murmullo impertérrito.
Piedras en la orilla y en el fondo piedras;
sobre la turbulenta calma el tiempo se demora.

 

VI

Sus dedos escarban la corriente y entretanto,
es probable que las benditas sirenas / allí donde estuvieren,
hayan mutado de ángeles caídos.
Sin arpas; sin apéndices.
Sólo un concierto de escamas rutilantes.