Artículos y reportajes
Ilustración: Clark DunbarAforismos vagamente humanos

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Una soledad no se forja con el consentimiento a solas. El acto ha de ser puro; la armonía con la sombra distingue el estilo creativo.

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Nada me aleja de los demás y a la vez todo me conforma diferencialmente de ellos. El hombre sólo es una cuestión estrictamente universal.

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¿Qué sería de la locura si no se ocultase tras la apariencia de la verdad?

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Si el tiempo... (FINAL).

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Vivió como un estornudo: sonoro hasta la evanescencia.

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Así se expresó:

La mujer se construye para la muerte.

El hombre se educa para la muerte.

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A pesar de cuanto se pretende hacer creer, la miseria de la similitud nos lleva a una identificación provocada con aquello que deseamos poseer —de un modo u otro— desposeyéndolo de sí mismo. La cesión de la voluntad es sólo un acto de disimulo.

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Volver a la memoria. Esa es la lucidez. El único lugar verdadero donde uno puede habitar es aquél donde pueda percibir la perfección de su soledad anidada. (Para la memoria personal es necesario eludir toda retórica moral. Ha de haber una claridad definida, iconoclasta incluso. La palabra ha de ser reflexión, no salvación).

La autobiografía tiene para mí todo el valor atribuible al conocimiento. ¿Por qué, entonces, en algún momento no la he justificado? Porque yo no soy el único implicado en la Trama. El Otro, que ejerce una función de guardián del que quisiese librarme, posee también su peculiar individualidad, y por ello derecho a una defensa de su inocencia, de su inviolabilidad. Aun a sabiendas de que en mi auto-texto no pretendiese su condena, sino conocimiento.

Cuando se escribe no creo que se haga solamente para uno mismo; siquiera creo que se haga con ese fin. El escritor, siempre, se ve impelido a ordenar, clarificar y pulir su lenguaje, y con él su discurso y la ética y formalidad del mismo. El móvil —más para el tímido— es una voluntad de perfección, y éste ha de enlazar necesariamente con el origen.

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Siempre hay un dolor que acompañe, una incertidumbre que “alimenta” una parte de la libertad. ¿O tal vez no? ¿Tal vez la libertad no se hace de esas cosas, junto con tantas otras?

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Mis dudas nacen de mis certezas; en eso apenas dudo.

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En la libreta más aparentemente prosaica guardamos el itinerario de los caminos más difíciles, los interiores. Los más armoniosos.

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Respecto de mi muerte, deseo que sea algo personal.

En todo tiempo —aun en todo momento, a pesar de las voraces emociones que puedan robarnos de otro asunto— es apropiado el guardar recato y discreción; en favor del ser de comprender, el silencio.

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La percepción de la realidad como una cotidianeidad trágica ha venido a desustanciar la expresión que para sí se había reservado la liturgia de la Iglesia en su afán de hacer recapacitar al hombre acerca del dolor, a propósito de su condición fugaz.

¿Semana de Dolor? ¡Semana de Fragor!

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Somos esencialmente poseedores de una dialéctica que nos sobrepasa en significación: ser libres para elegir estando, a la vez, sometidos a un devenir que se va conformando al margen de nuestra voluntad. Es como ser siendo de Otro, cuyo dominio —y armonía— nos acoge y rebasa, indiferente.

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Dormía, sobre todo, para propiciar la compañía de algún sueño.

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¿Virtud?: palabra. (Homenaje a Wittgenstein).

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Uno, a veces, transmitiría sus verdades del mismo modo que se hace gala de un bien, pero siempre hay motivos que aplazan el traslado.